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Cuerpo y alma

Cine negro Charlie Davis es un chico de familia humilde que aspira a conseguir la fama en el mundo del boxeo. Aunque su madre y su novia desaprueban su decisión, Charlie se asocia con Robert, un promotor de combates de boxeo, y va perdiendo los escrúpulos poco a poco, llegando a dejarse vencer en un combate amañado. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
30 de enero de 2010
34 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde la primera secuencia, en la que una cámara colgada de una grúa enfoca un saco de arena mecido por el viento para después girar, atravesar las ramas desnudas de un árbol y descendiendo, mostrar a través de una ventana al protagonista despertando de sus agitados sueños, nos damos cuenta de que nos encontramos ante una película especial, brillante. Pocas veces he visto un comienzo tan espléndido, y menos aún una justificación simbólica tan pertinente para el mismo como la que en este filme se nos muestra.

El mundo del boxeo profesional, con su sordidez, amaños y demás miserias, ha sido llevado en múltiples ocasiones a la gran pantalla; ciertamente, esta película no es la primera que aborda el tema, pero sí podemos afirmar que es el clásico a partir del cual todas las posteriores se han rodado y concebido. Se trata de una de las mejores obras de Rossen, tan sólo superada por "El Buscavidas" y mejor que "El Político", con las que comparte el argumento o tema principal: la búsqueda y obtención del éxito a toda costa por parte del protagonista, seguido de su posterior fracaso, especialmente en el plano ético y moral.

En "Cuerpo y Alma" se conjugan felizmente la eficacia narrativa, de la mano de un espléndido guión de Polonsky, y la brillantez formal, tanto en la elegante realización, como en la hermosa fotografía y veraz ambientación, que recrea garitos, clubes, casas y barrios muy creíbles. Los personajes están bien concebidos, desde Davis (buen Garfield) a Peg (magnífica interpretación de Lilli Palmer), pasando por Ben Chaplin (Canada Lee), que encarna el arquetipo del boxeador derrotado y de destino trágico, así como los demás secundarios, tal vez con la única excepción de Alice (Hazel Brooks), vampiresa demasiado evidente y plana para mi gusto. La música, en la que predominan solos de trompeta y saxo alto en tono de jazz, acompaña discreta y amablemente la narración, que se estructura en tres partes bien diferenciadas; un prólogo y un epílogo en presente inician y concluyen el nudo argumental, presentado por medio de un largo flashback, recurso éste muy propio del cine negro, que nos muestra al protagonista en decadencia para luego retroceder y explicar su ascenso y auge, volviendo al final a retomar su ocaso.

En conjunto, "Cuerpo y alma" se ve como una cinta de boxeo y cine negro que, gracias a su pulso narrativo, a sus personajes bien definidos y a la elegante realización formal, goza merecidamente del prestigio de un clásico, siendo como tal un referente que merece la pena disfrutar. ¡Segundos fuera!

Continúa en spoiler, sin revelar detalles.
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Quatermain80
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10 de junio de 2010
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ejemplar y estupenda película sobre el boxeo, uno de los primeros grandes títulos del subgénero, obra del maldito Rossen ("El buscavidas"). Precisamente es "Cuerpo y alma" una congregación de benditos malditos: el guionista, gran y escaso realizador Polonsky ("Force of evil", "El valle del fugitivo"), el propio Rossen, el actor John Garfield malogrado a los 39 años, posteriores cineastas como Parrish y sobre todo el divino Aldrich. Una congregación bajo la sotana de la productora Enterprise, que apenas produjo una decena de títulos pero todos de gran valía y osadía.
De este conglomerado riquísimo y vivísimo nace la sencilla y muy narrativa trama del film: el triunfo de un honrado boxeador (Garfield) en el mundo pugilístico por encima de la corrupción reinante. El boxeo es una manzana podrida o al menos lo fue en aquella época: por fuera reluciente e irresistible (dinero, fama, mujeres, lujo, diversión, fiestas), por dentro irrespirable (mafia y gangsterismo, bajeza moral, pérdida de sentimientos, destrucción psicológica, aprovechamiento ajeno). Con una realista hasta el fondo, fotografía de John Wong Howe, la película está narrada perfectamente, dotada de un ritmo perfecto, estupendamente elaborada e interpretada, y con una carga crítica directa, profunda y sin ambajes.
kafka
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12 de agosto de 2017
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
169/05(06/08/17) Atractivo film realizado por Robert Rossen, enmarcado en el subgénero del mundo del boxeo, que con el inteligente guión de Abraham Polonsky (“La fuerza del destino”) como siempre el tema pugilístico es McGuffin para hablar de temas universales como el capitalismo despiadado representado en el promotor Roberts, el que no duda en sacrificar vidas en pos de aumentar los beneficios propios a costa de la sangre ajena, el que vampiriza de las miserias ajenas, habla de la ambición, de la codicia, de vender tu alma en pos del éxito monetario, de la búsqueda de la redención, resulta un cuento moral sugerente aunque con subrayados y recursos que denotan cierta artificiosidad, así como achacable es un final acomodaticio, no acorde con el tono fatalista de la cinta. Presenta el mundo de la trastienda del boxeo como alegoría de nuestra sociedad darwinista, solo salen adelante los más crueles y amorales, microcosmos repleto de mafiosos, violencia atávica, vejaciones, amaños, muertes, decadencia, asimismo puede verse como un nuevo asalto al Sueño americano. Futuros directores trabajaron en esta cinta: Robert Aldrich (Asistente de director), Joseph Pevney (actor), Robert Parrish (Editor), Nathan Juran (Dirección de arte), Francis D. Lyon (Supervisor de edición) y Abraham Polonsky (guionista). Francis Lyon y Robert Parrish ganó el Oscar al montaje, John Garfield fue nominado a Actor, y Abraham Polonsky nominado por Guión Original.

La película resulta prometedora desde su expresionista inicio, una imagen desde una grúa enfocando en la noche cuadrilátero de boxeo, en el medio un saco de boxeo que se mece por el aire dejando una sórdida sobra en la lona, la cámara se mueve en suave travelling cruzando las ramas secas de árbol siniestro, la cámara se queda frente a una ventana, en el interior un tipo (John Garfield) duerme, de pronto se despierta parece en medio de una pesadilla y grita “Ben!”, alterado este sale de la casa y coge agitado un auto y sale de allí. Se para en una calle concurrida donde la gente se agolpa a su alrededor haciéndonos ver que es un boxeador famoso que tiene un combate próximamente, entonces se baja y se dirige al modesto apartamento de su madre, Anna (Anne Revere), esta lo ve en fuera de plano, se le cae una taza de café, con este gesto sabemos está sorprendida de verlo, entonces el hijo le dice a su madre “Ben ha muerto”, y sabremos lo que atormenta al boxeador, brillante presentación de personaje. Un poco más tarde pasamos a un flash-back que será el grueso de la historia, en que el sagaz guión nos irá revelando quien es este tipo y porque está atormentado.

Un estudio de personalidad y de situación incisivo, donde los fantasmas del pasado vienen a cobrarse deudas una vez el protagonista ha vendido su alma, y estos le atosigan en una encrucijada vital. Esto se muestra con una gran elegancia visual, con sentido estético-alegórico. Expone a un tipo duro, echo así mismo, desencantado de los golpes de la vida que decide tomar el camino más fácil ante la adversidad (la pobreza), y este camino nos lleva al universo de la “selva” llena de alimañas que es el boxeo (al menos así la representan), una jungla donde para sobrevivir debes perder tu dignidad, tu integridad, tu orgullo, donde la amistad y el amor verdadero pueden ser obstáculos para alcanzar tus (monetarios) objetivos.

Pero todo esto bueno viene acompañado con ciertos elementos simplistas: El mundo aquí se divide entre buenos muy buenos y malos muy malos, no hay espacio para el gris, en la esquina del ring de los buenos la madre, la primera novia, su mejor amigo Shorty, y el ex campeón Ben, nobles y puros, y en la otra esquina, el manager Quinn, el promotor Roberts, y la femme fatale Alice, falta dimensión a los personajes; asimismo hay una constante que hace previsible el desenlace como es querer poner a Charley con una visión buenista para que empatice con el público; Tampoco la relación de Charley con Peg me resulta natural, lo de que la ex novia esté viviendo con la madre de su ex novio me chirría más que el puente descarrilando del río Kwai; Tampoco la relación de Charley con la “vampira” Alice me resulta con la mínima química, no se nota la tentación que le haga caer en el abismo, con lo que denota forzamiento, porque lo dice el guión; A estas taras añado su final, de cara a contentar al público y esto va en perjuicio del conjunto final, pues la sensación conclusiva resta poder dramático, un final débil nada valiente, más bien todo lo contrario, cobarde (spoiler).

Por cierto, se dice que Charley es judío, que es el orgullo de los judíos del barrio neoyorkino donde vive, pero esto a pesar de que se menciona, desvía la atención, pues se puede creer que tendrá alguna importancia vital en el desarrollo del film, el racismo quizás, pero se deja de lado, quizás tenga que ver esto con la explosión del negocio con bomba del negocio del padre de Charley, pero esto se deja en una nebulosa, nunca sabremos el motivo, si fue por xenofobia o por la mafia.

John Garfield da un buen rendimiento como Charley Davis, aunque su ambigüedad moral juega en su contra, pues su maldad queda artificiosa ante su bondad, bueno los combates de boxeo, no en vano fue un deporte que practico en su juventud; Lilli Palmer como Peg me queda blandita, sin mucho carácter; Lloyd Goff como el pérfido Roberts da muy bien el perfil de flemático manipulador, notable su interpretación; Canadá Lee como el infortunado púgil Ben Chaplin dejará constancia de su fuerza emocional, dejando un rol conmovedor por su fuerza y dignidad (en la vida real fue un boxeador de éxito que perdió la vista de un ojo por un combate),destaca además por ser uno de los primeros papeles de afroamericanos con peso dramático en una producción de Hollywood, pionero además en la lucha de los Derechos Civiles de su raza en USA, lo que le llevó estar en la podrida “Lista negra” del siniestro McCarthy;… (sigue en spoiler)
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TOM REGAN
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23 de abril de 2009
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los films de boxeo a menudo han formado un subgénero de cine negro. “Body and soul” también lo es. Cine negro, quizá porque ofrece el marco perfecto para describir un entorno sociológico podrido, en el que el dinero lo es todo y la corrupción extiende sus tentáculos a todos los ámbitos. Los códigos éticos se hacen añicos (el campeón no duda en recoger el dinero del suelo que Ben ha rechazado).

Segunda película de Robert Rossen tras “Johny O´clock” y algunos guiones como “Los violentos años 20”. Aquí se muestra la trayectoria biográfica y profesional de Charlie Davis, un campeón de boxeo. Era la segunda vez que John Garfield interpretaba a un boxeador. La primera fue en 1939 en “Me convirtieron en un criminal”, dirigida por Busby Berkeley y fotografiada también por James Wong Howe.


La cinta es magnífica, las secuencias de boxeo están muy logradas y, en cierto modo, son un precedente de “Toro Salvaje”.
Desde la primera secuencia en que la cámara desciende hasta John Garfield, se crea una lograda atmósfera de desasosiego apoyada en una variada gama de matices y apuntalada desde una puesta en escena preocupada por fijar la situación de los personajes en cada momento.

La noche del gran combate, Charlie no puede dormir. Busca el consuelo de su madre y de su novia. No tiene la conciencia tranquila. Desde unos orígenes humildes ha llegado a la cima pero ahora está en juego su dignidad. Poco a poco, sobre a sobre, va perdiendo su integridad hasta llegar a comprarse a sí mismo.
A través de un extenso flash-back en la mejor tradición del film noir, conocemos el tormentoso pasado en el que se va alejando uno a uno de las personas de su entorno más querido.

Es una película de marcado carácter político, pues tanto Rossen como Polonsky fueron llamados a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas. A raíz de la declaración de Dmytryk, Rossen admitió haber pertenecido al Partido Comunista desde 1937 a 1947 y delató a varios compañeros. De esta forma, siguió rodando, aunque se negó en Hollywood. En España hizo “Alejandro Magno” hasta llegar ya en los 60 a “El buscavidas”.
Polonsky se negó a hablar. Tras dirigir “Force of evil”, pasó un calvario y no volvió a dirigir hasta 1968.
Garfield murió en 1952 a los 39 años de un ataque al corazón cuando se dirigía al tribunal.

Más detalles del film en spoiler
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Gabriel Ufa
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6 de mayo de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película notable que nos lleva a las profundas oscuridades de los arreglos en el deporte, un viejo problema social que hoy está mucho más condicionado y menos hecho público por las multinacionales del juego que ya lo toman como negocio multimillonario y los representantes antiguos hoy no existen con tanto poder de manipular. Las fronteras del poder están más allá de la simple manipulación de una pelea o de una carrera pugilística. Los deportistas de élite no necesitan ensuciarse, los sponsor pagan millones de dólares que los alejan de esas debilidades humanas. Los tiempos han cambiado en ese sentido. El film, de mediados del Siglo pasado, nos muestra como poco a poco la mafia va tomando como un cáncer todo los aspectos de su elegido. Como socavan y alimentan a la vez el ego del boxeador. John Garfield está estupendo en su papel, a veces exultante, a veces perdido en sus valores, otras veces defendiendo lo suyo con garras y dientes, y las más, sometido a un desesperante status de "buena vida" que lo iban marcando. Vivía en dos mundos, en el de su antigua pobreza que nunca lo abandona como la de sus valores, y el mundo nuevo lleno de artimañas y frenesí que desgastaban sus defensas. Al lado del boxeador su novia (Lillly Palmer de muy buena actuación convincente en sus distintas situaciones que fue sometida por las circunstancias) y su madre que nunca bajaron los brazos y no lo abandonaron. La película tiene el clásico blanco y negro muy bien manejado por la cámara con planos perfectos, y luces y sombras que destacan los momentos lúgubres en donde el protagonista huye de sus limitaciones y de sus fantasmas. En su mayoría la película es un flashback, que pone al espectador al tanto de los sucesos que se ven al principio. Quizás el argumento un poco gastado sea algo previsible en ciertos aspectos (quizás si la hubiera vista en su momento no serían tan resaltados), pero se sigue con mucho interés ante los vaivenes de los protagonistas y sus destinos muy disímiles.
Prudencio Hernández Jr
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