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El camino de los ingleses

Drama Sur de España, a finales de los 70. Miguelito Dávila es un joven de espíritu inquieto al que una enfermedad renal ha llevado a pasar una temporada en el hospital. Allí ha conocido a un hombre culto que le ha abierto la posibilidad de imaginar una vida mejor a través de la poesía, de la aventura interior. Miguelito piensa que un día podrá dejar su trabajo en una pequeña ferretería y ser poeta. En el verano en el que transcurre nuestra ... [+]
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Críticas 104
Críticas ordenadas por utilidad
2 de julio de 2007
32 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el batacazo comercial de su ópera prima "Locos en Alabama", a Banderas le vuelve a picar el gusanillo de la dirección y se embarca en un proyecto de cine patrio, en el que el único ramalazo anglo está en el título (ni siquiera hay cabida para Melanie Griffith su acento malagueño y su camiseta de los Mojinos Escocíos).

Banderas elige arriesgarse aunque por ello caiga en los riesgos de su decisión. No consigue transmitir todo la carga de la cinta a los espectadores, que a menudo se desconciertan ante tanto verso en boca de ¡Fran Perea! ¬ ¬, con un look a lo Betty la fea... que resta bastante seriedad al asunto. La constante narración hace del film una película poética, a la que acompañan unas imágenes con una fuerza pocas veces vista en nuestras fronteras, impecable fotografía y uso del color (sin duda el apartado visual es lo más destacado de la cinta), pero encarrilando la película hacia ese lado bello y artístico, sacrifica la espontaneidad, costumbrismo y cercanía de los jóvenes actores, haciendo que a menudo la historia nos parezca superflua. A veces ese ambiente surrealista, que juega tan a favor de la imagen, supone una barrera entre el espectador y los personajes. Todo esta parafernalia le costó a la película un discretísimo paso por la taquilla que, para colmo, tampoco se vió compensado por el apaluso de los críticos .

También hay que decir que si la película tuviera un aire de callejeo juvenil, pandillero más desenfadado, y fresco, acusaríamos a Banderas de poco original y de que en el cine español siempre se ve lo mismo. Si querían ver algo diferente "El Camino de los Ingleses" lo es, con todas las consecuencias que esto implica.

En "El camino de los ingleses" vemos un proyecto apasionado, que no apasionante, el director pretende hacer una obra maestra y se queda muy lejos de este término, una película demasiado grande para un simple aficionado. Para ello reune a un reparto atractivo mezclando veteranos y caras nuevas, del que personalmente me quedó con Raúl Arévalo que con su cerrado acento malagueño se adueña de las mejores escenas de la cinta.

Lo mejor: Es buena
Lo peor: Le sobran pretensiones
ChuckyGoo
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13 de mayo de 2007
43 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Fran Perea haciendo de Jesús Quintero?
¿Cuándo un director se da cuenta que ha hecho una mala película: cuando la está rodando o cuando la está montando?
¿Por qué no regalan unos cuantos canutos antes de entrar a ver la película? (quizás ayudaría)

Voy a pensar que Antonio Banderas estaba emporrao hasta las trancas: había leído "el libro de los ingleses", tenía nostalgia malagueña, vio destellos luminosos, juegos de luces, imágenes de su adolescencia... todo esto mientras se le inflamaba la vena poética y existencial. Abrió los ojos y dijo: ea, ya está: lo llevo a la pantalla.

Y con esas piezas mentales sueltas en su cabeza quiso componer el puzzle, plagado de sensaciones y emociones personales (me imagino yo), más que de imágenes trenzadas, intentó recomponer la imagen final que supone ser una película. Pero las piezas al final quedaron desperdigadas, una allá, otra acá, otra acullá, otra a diestro, otra a siniestro, una a popa, otra a estribor.... Sin pies ni cabeza.

La idea, en la cabeza de Antonio, podría ser buena. Me lo creo. Pero yo también dentro de mi cabeza canto que ya quisiera María Callas, pero cuando la canción sale por mi boca hasta la gata sale corriendo harta de gallos y desafines y desentonaciones... Pues algo así le ha debido pasar a Antonio Banderas: en su cabeza el conjunto final era perfecto, pero a la hora de contarlo (que no de cantarlo), chirría más que mis gallos musicales.

Película muy personal, tanto que se la podría haber quedado para él mismo. ¿Literatura llevada al cine? No he leído el libro, desconozco si lo consideraría "obra literaria" o "libro para pasar un rato", pero desde luego en la pantalla la literatura se convierte en verborrea, conversaciones desconectadas, flashes de diálogos enlazados a agujazos.

Las imágenes más de lo mismo: una por ahí, otra por aquí... ¿dónde está lo que se supone que tiene que unir todo esto?. Los actores ni siquiera llego a percibir si hacen buena o mala interpretación: no me llegan. Pero no sé si es por el ¿guión? o porqué.

Excesiva, sin fondo que de sentido a la historia, imprecisa, irregular, decepcionante... Si al menos regalaran un peta de marihuana con la entrada....
Blasfuemia
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29 de enero de 2008
40 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
La poesía no se alquila ni se vende ni se compra en un todo a cien.

La poesía se fabrica. Y no vayas a una ferretería a conseguirla porque no la verás.

En la poesía, las imágenes no están amontonadas y el montaje no es epidérmico.

Hay pinceles finos, no plastidecors de la tienda de la esquina.

Los flashbacks son coherentes y no buscan la continua belleza. Ella sale sola a pantalla. Sin avisos.

No hay nada peor que el lirismo enlatado y la estética pomposa.

En "El camino de los ingleses" lo único poético es el bigote-pelusa de Fran Perea. Lo único.



PD. Raúl Arévalo con su extraño corte de pelo y sus gestos me recuerda a uno de los múltiples personajes que Joaquín Reyes parodia en Muchachada Nui.
Dromedario
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11 de mayo de 2012
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entiendo que no se entienda. Banderas se ha ofrecido en esta obra de mundos descarnados (Probablemente en gran medida recuerdos de su infancia y juventud) Donde tal vez ha querido trasladarnos generosamente, a su propio terreno de poesía, de cuya sensibilidad no cabe duda. Quizá ahí se encuentre la razón por la que pocos han conectado con este producto bien elaborado y perdido en su magia; donde si no permites que te arrastre, no conseguirás penetrar.
LEUGIM
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2 de diciembre de 2006
25 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
De oprobiosa cabe calificar a la segunda película como director de Antonio Banderas. Banderas dijo que el comienzo de su película era caótico y que él pretendía que fuera así. No cabe duda de que lo logró, pero no sólo con el principio, sino con el desarrollo y el desenlace. Un filme lamentable que me hizo perder dos horas delante de una pantalla de cine. Afortunadamente me invitaron al preestreno y no tuve que pagar por ver semejante esperpento.

Los actores son pésimos y no dejan de sonreír a la pantalla, pase lo que pase. Y cuando lloran dan pena, pero no porque nos logren transmitir la tristeza que les acongoja, sino porque en sí mismo son acongojantes.

El personaje de Fran Perea no tienes ni pies ni cabeza, es un mero narrador externo que no se entera de lo que dice y que se limita a decir grandilocuencias que a muchos gustará, más que nada porque son incomprensibles y porque añade un tono radiofónico al asunto.

La historia de varios de los personajes parece que se cruzan por casualidad, pero no por pretensión del guión o por obra del director, sino porque están mal introducidos en la historia y van dando tumbos, como la película.

¿Y qué decir de lo pretensioso de la imagen? Cargada de planos supuestamente poéticos, de un lirismo propio de un niño, lleno de ralentizaciones e imágenes evocadoras, de un almibarado no apto para diabéticos. Y esa música traicionera, que nos "obliga" a sentirnos parte de lo que quiere transmitirnos Banderas. Porque es que tanto la elección de la música como la elección de los momentos donde tenía que sonar es propia de series como El príncipe de Bel Air, que hace lo mismo, pero con las risas enlatadas. Así que se podría decirse lo mismo de la música, que es enlatada.

Pero además, Antonio Banderas osó decir que "El camino de los ingleses" es, en una segunda lectura, una película existencialista. Menudos conocimientos de filosofía demuestra nuestro paisano. Si Soren Kierkegaard levantara la cabeza.

Lo que sí es cierto es que le hace a uno plantearse qué hacen con nuestro dinero, porque no hay que olvidar que la película tiene más patrocinadores que un concurso de belleza local. Pero lo peor es que muchos de ellos son públicos.

Pensar que yo he podido colaborar con mis impuestos a que realizaran semejante ignominia. Al menos fue sin querer. ¡Que me devuelvan el dinero de mis tributos!
Yojimbo
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