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La ley de la horca

Western En 1875, un rudo y vengativo ranchero de Wyoming (James Cagney), que se dedica a la cría de caballos, contrata a un joven que lo ha salvado de morir a manos de unos ladrones de caballos. Pronto surgen desavenecias entre ambos: mientras el ranchero acostumbra a tomarse la justicia por su mano, el joven es partidario de que los cuatreros sean juzgados en los tribunales. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
22 de marzo de 2008
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como sabemos, James Cagney no destacó en el género, pues solo lo pudimos ver en tres ocasiones, una en el 39 "El chico de Oklahoma", otra en el 55 "Busca tu refugio", y ahora en esta. Que no destacara no quiere decir que sean malas.

Aquí coge elementos básicos en un western, como la amistad, la venganza y el amor, narrado por el personaje de Don Dubbins (Steve), un chico joven que abandona su hogar en Pennsylvania, en el este, para buscar nuevos aires, poco a poco se va ganando la confianza de Jeremy (James Cagney), que le intentará entrar en razón en algunos momentos "crueles", por lo que la película es una crítica a las costumbres violentas del salvaje oeste, dando lugar a conocer los modales más humanos de la gente del este.

La fotografia de Robert Surtees ("Mogambo", "Ben-Hur", "Cimarrón") y la música de Miklós Rózsa ("Perdición", "Ben-Hur", "El Cid"), se deja ver y escuchar, quizás no tan bien como en las películas que he puesto entre paréntesis. En resumen, es un western entretenido que se puede ver perfectamente.
Dusty Rivers
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6 de febrero de 2008
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesantísima mezcla de western con melodrama romántico que queda muy resultón. Una guapísima Irene Papas le da la réplica a un perfecto, en su estilo, James Cagney, que en esta ocasión no sobreactúa.
En algunos momentos, sobre todo en algunas escenas románticas, el interés decae un poco, pero enseguida, un nuevo robo de caballos vuelve a meternos de lleno en la historia.
A destacar los magníficos paisajes de Wyoming.
El problema que nos plantea la película, entre la venganza ciega y fiera y una actuación más de acuerdo con la ley y las buenas maneras, queda resuelto a gusto del espectador. Creo.
Muy recomendable.
Infierno de Cobardes
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7 de agosto de 2020
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y es que resulta mucho más preciso el título original de esta magnífica cinta que el usado por los distribuidores hispanos. Porque el asunto se centra en un hombre, en un hombre malo, Jeremy Rodock (Cagney). Un hombre hecho a sí mismo, ya de vuelta de la vida, rico propietario de un rancho dedicado a la cría de caballos, que aplica sin contemplaciones y cierto regusto la "ley de la horca" a quienes los roban sabedor que "el miedo hace a los hombres honrados", un hombre duro pero que, como los auténticos "duros", tiene también en su faceta sentimental su punto débil.
En un entorno paradisíaco, de lámina de calendario, muy lejos de la ciudad, transcurre prácticamente toda la trama, casi como si fuera un escenario teatral. Unas cuantas cabalgadas en busca de ladrones de caballos hasta el rancho vecino donde vive el que los roba. Y sin embargo, pese a la enorme riqueza del dueño, el rancho es mísero, los obreros viven hacinados, promiscuos, en un barracón sin las mínimas condiciones de higiene. Un ambiente angustioso y angustiante.
Únicamente el detalle del piano, que costó talar montones de árboles llevarlo hasta allí, pone un toque culto y elegante al rancho. Es el piano de la bella Jocasta (Papas), la novia de Rodock que la rescató de su pasado de cantante y pianista de saloon; culta, políglota, delicada como una orquídea griega que viven en un mundo de hombres rudos y violentos. El mayor de todos Rodock, su novio protector, obsesionado "como un lobo en luna llena" con ahorcar a los cuatreros (parece a veces que esté deseando que le roben los caballos), celoso del pasado de Jocasta ... y de quien la mira. Pero también amante hasta el límite por los caballos que cría, "El caballo es esclavo del hombre, pero si lo tratas como esclavo es que no eres hombre", o, como en un momento de celos reconoce, "El que mezcla su sudor con el de un caballo lo acaba queriendo más que ...", dejando significativamente la frase sin terminar. Un hombre duro, sí, pero a la vez tierno. Y será esa ternura que poco a poco sale a la superficie de su personalidad, merced al amor de la antigua corista, al ejemplo del joven Steve (Morrow) que llega del Este para hacerse vaquero, pero también de sus propios remordimientos, la que al final consiga su rehabilitación moral que el guionista homenajea.
Magníficos paisajes muy bien fotografiados y coloreados, ya lo hemos dicho, extraordinaria interpretación de los dos grandes protagonistas Cagney y Papas, con una mención especial para la música, sobre todo el tema central de la obra basado en una preciosa canción popular griega, que redobla la tensión en los momentos de angustia (que hay muchos, como el del único ahorcamiento que se contempla) y la suaviza en las escasas escenas románticas.
Además de la inevitable escena de extracción de una bala con el cuchillo pasado por el fuego, que ejecuta atribulado el joven vaquero ("Alguna vez has sacado el corazón de una manzana. Yo soy la manzana"), merece destacarse en lo sanitario el futuro que Jocasta le vaticina en ese oficio: "Un Don Nadie montado a caballo, con los dientes negros, piojos y huesos rotos".
Pese a la escasa atención que ha merecido "La ley de la horca", la consideramos entre los mejores westerns que hemos visto.
Lafuente Estefanía
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22 de julio de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
James Cagney, un actor compacto, sólido, fuerte, dinámico, triunfó como personaje de los duros y sin problemas, porque es lo que requiere su personaje en este film. Su gesto entre irónico y desafiante convence. Pelea con los codos lo que hace a la película tener su particularidad.
La historia es relatada por un joven muy orgulloso que llega hasta el rancho buscando trabajo y con él, el duro cacique y su mujer, surge el melodrama con fuertes sentimientos encontrados. Para ello, Irene Papas actúa con una fuerza magnética. Extraordinaria. De una belleza serena … es el alma de la película y la razón de que la película se haga interesante.
Una historia de camino sin retorno que el cacique Rodock tensará hasta sus límites.
Una buena película, con una estupenda fotografía paisajística. Una de esas historias enclavadas en el tiempo, perdida en un agujero de gusano temporal cuyos personajes no conocen, ni conocerán jamás, a nadie más que a los que han salido en la historia.
floïd blue
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8 de agosto de 2016
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un western que muestra sus cartas desde el principio, al proponerse como un relato con moraleja hecho desde la experiencia, casi a la manera de una historia de aventuras. El film se abre con una curiosa combinación de imagen del pasado y voz del presente: sobre planos de un jinete que atraviesa varios paisajes, la voz en off de ese jinete, Steve Miller (Don Dubbins) advierte que va a narrar unos hechos que le llevaron a “dejar de ser joven” y a “saber lo poco que valía una vida humana en el valle de Rodock”, quizá con la intención de incitar al espectador a que permanezca con los ojos bien abiertos, pues todo lo que va a ver formará parte de esa experiencia.

Y es que en el Oeste (Wyoming), la vida no se vive de igual manera que en su Pennsylvania natal: el ganadero Jeremy Rodock ( un portentoso James Cagney), no sólo imparte su propia ley ahorcando a los ladrones de ganado, al hallarse muy lejos de la civilización y la ley, sino que convive con una mujer griega, Jocasta (Irene Papas), que fue chica de salón, cuya presencia despierta los sentimientos amorosos del recién llegado. Aunque en realidad la historia del muchacho no es más que un pretexto para centrar la trama en los dos personajes que realmente parecen interesar al guionista y al cineasta: su pasado y su presente, sus relaciones y también su futuro.

El chico es sólo el elemento catalizador del conflicto amoroso anudado en torno a las figuras de la horca (Jeremy) y el piano (Jocasta). “La ley de la horca” es un western sobrio y conciso con un aire más familiar que intimista. Su leve esquema argumental, apoyado sobre un odio vecinal y unas cuantas persecuciones a cuatreros, refleja un mundo salvaje donde James Cagney, encarna a un tipo duro de una crueldad irrefrenable, que sabe sobrevivir a las duras condiciones del lugar y sus moradores, y que se erige en justiciero donde no llega la ley.

Un film de una fisicidad contrastada, donde la grandeza del paisaje se presenta en planos generales y panorámicos en un estupendo Cinemascope y color gracias al gran trabajo del operador Robert Surtees. La música del maestro Miklos Rosza que no se prodigaba en el western precisamente le da un toque distinto más cercano al melodrama. Un western a reivindicar que mantiene con sobriedad las constantes del género y que se disfruta en cada visionado.
Antonio Morales
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