Sabirni centar

El protagonista, por diversos avatares, alterna por unas horas el mundo de los vivos y el de los muertos. El refrán para lo que se encuentra es nuestro Muerto al hoyo y el vivo al bollo, pero en el contexto de las sinergias que moraban por el siglo XX a sangre y fuego. Los muertos ofrecen un mosaico de lo que era ese país con los típicos roles, el borracho, el gitano, el partisano, al que le han expropiado los comunistas... Todos viven, o mejor dicho, mueren inmersos en sus pasiones, sus recuerdos, sus añoranzas, sus frustraciones. Y esto aparece en contraposición a los vivos, que son una panda de necios egoistas. Vaya por delante que encima se les representa en una boda balcánica, con sus litros de alcohol y sus disparos al aire. Todos robándose unos a otros. El único honrado, un ayudante del protagonista, prefiere ahorcarse.

La representación del infierno, con todos los episodios ignominiosos de la Historia y la Mitología de la Humanidad es quizá lo mejor de la película. Sobre todo porque los muertos, que tienen la posibilidad de saltar al mundo de los vivos por una pueta, no tardan en darse la vuelta y rechazarlo para volver a su paz eterna. Ahora sí, tras ver el percal, bien ganada. El partisano vuela la entrada al Más allá con una granada para que nadie vuelva a abrir la puerta.

Es una narración elocuente. Una expresión, en su conjunto, negra pero vibrante. Una gran película que me hubiera encantado ver rodada en España con nuestros fantasmas y la generación de actores de López Vázquez y compañía.

Sea como fuere a su muerte el profesor Misa se reencuentra con peculiares personajes de su comunidad muertos años atrás: un partisano yugoslavo muerto a manos de los alemanes porque su hermano Simeon no lo quiso refugiar por miedo a la represión; el hijo del partisano, un vagabundo alcohólico que echa en falta el alcohol incluso después de muerto; Milica, la joven esposa del profesor; el doctor, padre de Jelena; el antiguo propietario de la panadería que fue expropiada a la llegada del comunismo; un romaní acordeonista y, por último, Petar, el ayudante de campo del profesor que se suicidará tras encontrarse con que la vida para él no tiene sentido ante la incomprensión generalizada de los individuos hacia la cultura, hacia el pasado (hay una alegoría en torno a todas las reliquias y hallazgos que el profesor guarda en su casa).

Durante su recorrido entre el más allá y el más acá se encontrarán con Caronte, quien realizará el recorrido a la inversa a cambio de unas monedas de oro; la pasión de Cristo; el proceso de Juana de Arco; las Cruzadas; el asesinato del archiduque Francisco Fernando; Hitler con su Estado Mayor y, por último, un Stalin perdido en mitad de una escalera de emergencia. Todos estos son personajes o episodios históricos relacionados con la muerte y la intolerancia, hay que tenerlo en cuenta.

Pero el mensaje fundamental de la película gira alrededor de lo efímero del legado individual, como cuando el profesor vea todo lo que ha ocurrido con sus descubrimientos: "Todo destruído. Mi vida entera". También versa sobre la falta de respeto de los vivos hacia los muertos, algo inherente a lo que citábamos más arriba. Esta película es un canto en pos de salvaguardar a los nuestros del olvido, para no tomar la muerte como un cheque en blanco, sino como un punto de partida, un legado que es necesario respetar para construir sobre él algo firme: "En mi tierra todo está como antes. Sólo que yo no estoy allí" dice la canción de las almas errantes del más allá. Pero la guinda al pastel sobre el olvido la pondrá el alcohólico al decir: "En el cementerio todos comenzamos nuestras vidas desde cero. El primer día, el segundo día, la primera semana, seis semanas, seis meses, el primer año, dos años, diez años, veinte años. Y entonces, despacio, comenzamos a morir por segunda vez, en recuerdos".

Hasta aquí teníamos una comedia dramática narrada en tono surrealista que con una aguda ironía y mordacidad retrataba de un modo cruel (a la vez que amable aunque suene - y sea - a contradicción) las sombras y pequeñas luces de los vivos y de modo humorístico/emotivo las singularidades y vivencias (quizá debería decir "mortencias") de los muertos, que ya de por si enganchaba y te hacia estar atento (y hasta en algunos momentos fascinado)a lo que estabas viendo en pantalla, pero a partir del momento en que los muertos toman el camino al mundo de los vivos, tenemos un muy divertido y original desopilante desmadre surrealista, en base a los personajes con los que se van cruzando hasta su llegada a la barca de Caronte (Cristo, Hitler, moros y cristianos, y alguno más por ahí) en ese recorrido por el dantesco (de Dante Alighieri) pasadizo y a el impacto que su presencia causa entre los vivos.

En resumen, inteligente, entretenido, divertido, agudo, irónico y mordaz vacilón surrealista.