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3 Faces

Drama Una famosa actriz iraní recibe el video inquietante de una joven pidiendo su ayuda para escapar de su familia conservadora. Entonces pide a su amigo, el director de cine Jafar Panahi, que le ayude a entender si se trata de una manipulación. Juntos, emprenden camino hacia la aldea de la chica en las remotas montañas del Noroeste, donde las tradiciones ancestrales continúan rigiendo la vida local.

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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
25 de junio de 2018
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Panahi vuelve a la gran pantalla tres años después de haber ganado el Oso de Oro por la increíble Taxi Teherán. Es su cuarta película desde que el gobierno iraní le impusiera una pena de veinte años que le prohíbe salir del país o dirigir películas ¿Cómo es posible entonces que este hombre pueda continuar su carrera? Mediante el ingenio de la propia puesta en escena. This is not a film y Closed curtain están rodadas en su propia casa, por lo que podrían considerarse dos vídeos caseros que han sido comercializados. Taxi Teherán en cambio, fue un paso más allá.

Panahi alquiló un taxi en la capital con una cámara de seguridad, que él no maneja en ningún momento y que será robada por dos encapuchados al final, dando así al director una coartada para evitar cualquier problema con las autoridades. Taxi Teherán no sería una película. Más bien una cámara de seguridad que ha sido sustraída y cuyas imágenes han sido comercializadas. En estas secuencias una serie de personajes, supuestamente reales, se suben al transporte.

En un momento dado, una abogada, amiga del director, ve la cámara y sonriendo, dice comprender el juego que él está creando. Por ello, coge una de las rosas que lleva consigo, la pasa por delante de la cámara y la posa en el salpicadero. Un gesto de parte de los reprimidos a quienes podemos ir a una sala de cine, un truco de magia en el que la rosa parece salir de la pantalla sin necesidad de 3D, un filme de una fuerza tan extraordinaria que, tras el fallo de Berlín, puso a Panahi en todas las portadas de los diarios.

Ignoro si el ciclón mediático europeo de entonces ha jugado un papel decisivo para que la concepción de Three faces fuera posible, ya que esta vez se trata de una película puramente cinematográfica y el gobierno de Irán parece haber hecho la vista gorda. Más aún teniendo en cuenta que no es para nada una película complaciente ni anodina. Comienza con un vídeo grabado con un móvil en el que una joven azerí se suicida por culpa de la incompresión de su familia, que la ha obligado a casarse y que no la dejan matricularse en la escuela de arte dramático. El vídeo se lo envían a la actriz Behnaz Jafari, estrella iraní de la televisión, quien, perturbada por el suceso, se embarca en un viaje al pueblo, mano a mano con Panahi, para saber si se trata de un montaje o no.

Three faces comienza como un road-trip de largas conversaciones en coche para llevarnos al norte del país, a un pueblo aislado de la región del Azerbaijan iraní donde el turco es la lengua dominante. Una carretera muy estrecha de un solo sentido comunica el pueblo con el resto del país, poniendo en evidencia el aislamiento de las comunidades del poder central del Estado. Una vez dentro, mientras los protagonistas buscan a la joven del vídeo, tenemos la posibilidad de sumergirnos en la vida local.

Resuenan así los ecos del difunto Kiarostami en este, primer trabajo de Panahi tras la muerte de su mentor. Los diálogos durante el viaje atravesando los paisajes áridos, con el dúo actriz-director llenos de preocupación recuerdan a la tensión y al desencanto que el conductor de El sabor de las cerezas nos provocaba. Además, la inmersión costumbrista en la aldea, abordada desde el humor mediante una serie de personajes estrafalarios, parecen una actualización de El viento nos llevará. No en vano, volvemos a la misma región a vivir situaciones tan surrealistas como en la película de Kiarostami: otra vez los problemas de cobertura, desde luego, pero además seremos testigos de los códigos de cláxon para poder entrar en la aldea, de un toro semental que bloquea el camino de vuelta, conoceremos una mujer que vive en una tumba abierta o a un hombre septuagenario que acaba de ser padre y quiere que Panahi regale el prepucio del neonato a una estrella de cine iraní en el exilio.

Absortos por el peculiar paraje y habiendo casi ya olvidado el suceso de la joven, de repente, la trama principal vuelve a irrumpir con fuerza para liberar una denuncia feroz del director a la situación del cine iraní actual. Suicidio o no, la importancia del enigma pasa a un segundo plano en el momento en el que el encuentro de las tres caras del título tiene lugar. Son tres actrices en lucha contra el poder: las de antes de 1979, castigadas, repudiadas y marginadas hoy; las actuales, con el deber de hacer frente a unas condiciones asfixiantes para la creatividad y la expresión y las futuras, en una situación incluso más delicada para poder prosperar en un arte que Panahi anuncia como inalcanzable, cual carretera de sentido único por la que apenas se puede transitar.

hommecinema.blogspot.fr
harryhausenn
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4 de diciembre de 2018
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perseverar no es sinónimo de vencer, pero al menos permite desentrañar todo aquello que el discurso oficial – ya sea político o religioso – mantiene al margen, tratándolo de acallar, censurar y reprimir. El inmovilismo empecinado es un vicio recurrente de las ideologías más rancias y caducas, más acostumbradas a prohibir, denunciar y condenar que a permitir que las personas se emancipen y hagan uso de su libre albedrío y se responsabilicen por sí mismas de sus éxitos y fracasos, alejadas de las convenciones y los atavismos recalcitrantes. Pero cuando se cree tener la exclusiva de la VERDAD – ya sea revelada o doctrinaria – resulta tentador obligar a todos a seguir la única senda posible: o sometido o apestado.

Por eso se agradece tanto la mirada lúcida del iraní Jafar Panahi, ya que explora la vida cotidiana bajo la teocracia de los ayatolás con su acostumbrado tono mordaz y humilde elaboración técnica, entre el falso documental costumbrista y la afilada comedia rural. Todo queda reflejado como si estuviéramos asistiendo a una clase de antropología, dando voz a todos sus personajes, lo cual hace innecesario cualquier subrayado maniqueo o la tentación de poner una voz en off que comente lo que estamos viendo. Por la boca muere el pez… y no hay nada mejor que darle cuerda a la gente, con la que se acabarán colgando. Tras un acabado pobretón, realizado sin apenas recursos, late agazapado la más corrosiva de las denuncias: la realidad.

Estamos ante una propuesta que, en lo formal, está alejada del pulcro acabado al que el cine industrial nos tiene acostumbrado. Pero si entramos en este precario juego de privaciones, nos encontramos con una paulatina y sabrosa radiografía que nos desvela, a través de lo percibido, de la sugerencia, de lo que completamos con nuestra intuición, un mundo cerril y angosto, aislado por la terquedad rústica, oprimido por el sometimiento esclavo de la mujer y asfixiado por el devoto bucolismo labriego: ser mujer y tener voluntad propia es anatema. La historia no es sólo lo que presenciamos, sino también todo aquello que estamos invitados a concluir gracias a los comentarios y sobreentendidos de todos los personajes masculinos (ya que las féminas permanecen, serviles y sumisas, en un frugal y humillado segundo plano).

Por lo tanto, Jafar Panahi nos invita a sacar nuestras propias conclusiones sin esperar a que nos comente o explique los pormenores que se escapan a la vista. Así denuncia un mal universal: la hipocresía. Se adora a las actrices de los culebrones, pero se condena, por frívola, a una adolescente que quiere huir del pueblo para estudiar en Teherán y convertirse en artista. No hay nada más subversivo que dar voz a lo real.
antonalva
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3 de octubre de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y a las 22:00, en una abarrotada sesión en el Victoria Eugenia, llegó el momento de cerrar el primer capítulo de este periplo con otra perla: 3 caras/Se rokh, nuevo filme de Panahi que compitió en la Oficial de Cannes, dónde ganó el premio a Mejor Guión. El filme del día, y uno de los mejores de la trayectoria del maestro iraní. Después de que una muchacha que desea ser actriz lleve a cabo una desgracia en redes sociales, el propio Panahi y la actriz Behnaz Jaffari se suben al coche con una cámara y se dirigen al pueblo de la muchacha en un valle montañoso para averiguar que ha sido de ella. Un viaje que le permite retratar una dura realidad social y elaborar una sutil pero certera crítica desde la observación. Una ficción documentalizada, de estilo realista y personajes a los que se les da rienda suelta para expresarse. Un dispositivo sencillo y directo, de cámara que apenas se mueve con panorámicas circulares pero que no se halla rígida ni apresada en un lugar concreto. Y un tono que pese a tratar temas muy duros lo hace sin cargar las tintas, y también con mucho humor. Emotiva, hermosa y cínica, sin atisbo de frivolidad. Ficción que denuncia injusticias con mayor fuerza que un panfleto o un mitin. Cine de las costumbres, cine que deja que sus mundos pueblen la cámara sin forzar el discurso desde la posición de narrador. Excelente secuencia inicial, y bellísimo plano final. Una de las grandes películas del año, absolutamente recomendable.
Néstor Juez
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29 de octubre de 2018
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director de cine Jafar Panahi la veterana actriz Behnaz Jafari (que también se interpreta a sí misma) viajan a la región de Azerbaiyán de habla turca de Irán en una búsqueda para encontrar a Marziyeh (Marziyeh Rezaei) quien le envió a Behnaz un mensaje de video desesperado en el que plantea su suicidio.

En principio parecería el guión de una película de suspense, pero se torna en una reflexión sobre los valores de las tradiciones sofocantes en pueblos remotos, así como el poder de las redes sociales.

Es el cuarto largometraje que ha realizado Panahi desde que se le prohibió oficialmente dirigir películas por las autoridades iraníes, pero aunque su pasaporte haya sido confiscado por las autoridades, se dirige a sí mismo y aparece en la película conduciendo su furgoneta. 

Una inteligente película que te tiene intrigado hasta el final de este cineasta humilde, con un gran respeto hacia las mujeres que sabe llevar a buen puerto esta película tan pequeña, pero hermosa a la vez.
Destino Arrakis.com
videorecord
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26 de noviembre de 2018
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director iraní Jafar Panahi, uno de los cineastas de mayor talento de su país, vuelve a triunfar con su nuevo estreno en un festival europeo, en esta ocasión en Cannes, ya que la película se estrenó en el pasado festival de cine de Cannes en donde fue premiado su guion, ex aequo con el de "Lazzaro feliz ( 2018 )", y posteriormente se presentó en el pasado festival de cine de San Sebastián ya que formó parte de la sección Perlas. El cineasta que tiene prohibido abandonar su país y que vuelve a estar presente en una película como en gran parte de sus proyectos anteriores, para adentrase en diferentes pueblos de su país, en el noroeste de Irán en una zona de habla azerí ( turco azerbaiyano ). Esas tres localidades que aparecen en la película son muy conocidas por el director, ya que son el pueblo natal de su madre, el de su padre y de sus abuelos, y en esos lugares vuelve a sus orígenes con una historia que pretende mostrar la realidad de esas personas que tienen dificultades para sobrevivir, en la fina línea entre la ficción y el documental, que recuerda mucho a los inicios de su carrera y a los trabajos de su compatriota Abbas Kiarostami.

La película tiene un buen arranque con una escena en el interior de un coche en donde se provoca la tensión e incertidumbre de la protagonista, la actriz Behnaz Jafari que se interpreta a sí mismo y que se encontraba con el propio Panahi en ese vehículo en un recorrido hasta el lugar de rodaje de una película, pero ese vídeo que provoca una pequeña discusión será el responsable de ese giro en los planes del director y la intérprete para presentarse en la localidad natal de la chica, y así descubrir si de verdad cumplió sus amenazas. En ese magnífico prólogo, muy bien filmado por el director, y gracias también a la fotografía de Amin Jaferi durante esa noche logra generar la incertidumbre, y apoyándose también en el gran trabajo interpretativo de Jafari, que hace creíble su dolor en el momento de visionar ese documento de la joven, cuya mayor ilusión es poder ser actriz y triunfar como la actriz a la que idolatra, la protagonista de esta película, y que amenaza suicidarse.

Después de ese magnífico inicio la película prometía mucho más de lo que acaba dando ya que, después de un interesante recorrido con el debate entre Panahi y Jafari, una vez que aterrizan en la localidad natal de la joven aspirante a artista todo se vuelve rutinario y parece que esas mismas escenas ya las hemos visto varias veces en otras películas, pero en esta ocasión el desarrollo del tema central se hace bastante monótono, y no conecté a nivel emocional con los lugareños que aparecen en la película, con lo que el proyecto, cuya idea inicial me interesa termina siendo pesado y repetitivo. Se plantea una situación enigmática que pronto quedará resuelta y el final es previsible, además de ser una copia exacta al de otra película de la misma nacionalidad.
Mantiene el interés por el gran trabajo interpretativo de su protagonista y por la dirección de Panahi, que en ese aspecto me parece irreprochable, pero cuestiono el premio al mejor guion en Cannes, ya que en ese inicio sí me parece acertado, pero en su segunda mitad no encuentro las virtudes para que esta película fuera premiada en ese apartado, y por ejemplo no me parecería injusto un premio a la dirección o a la interpretación femenina protagonista.

La idea surgió cuando el director leyó unos artículos de una joven de su país que se suicidó por no poder cumplir su sueño de ser actriz, y a partir de aquí decidió que podía ser un buen tema para su siguiente proyecto. Me gusta mucho, además del prólogo inicial con el visionado del vídeo, el recorrido de los protagonistas por esas carreteras estrechas y tortuosas, que en la actualidad apenas no son transitadas por existir ora más ancha y moderna para un recorrido similar, pero que se aleja de esos núcleos urbanos y rurales, en el que dialogan y discuten sobre temas de actualidad y el miedo por no saber la realidad de lo sucedido con esa joven que amenazó con suicidarse.
Una película interesante que va de más a menos, y que tendrá su público sobre todo los aficionados al cine social cercano al neorrealismo, y a los primeros trabajos del director o al cine de su compatriota Abbas Kiarostami. No creo que guste al público medio por su ritmo y por emplear elementos que no son atractivos para ese tipo de espectadores.

LO MEJOR: Los minutos iniciales. La actuación de Behnaz Jaffari.
LO PEOR: En la segunda mitad se vuelve bastante rutinaria.

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net y en http://habladecine.com
WILLY74
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