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Camino a la escuela

6,7
1.008
Documental Documental que narra la historia real y extraordinaria de cuatro niños, Jackson, Carlitos, Zahira y Samuel, que deben enfrentarse diariamente a numerosas dificultades y peligros para llegar a la escuela. Los niños viven en cuatro zonas muy alejadas entre sí, pero comparten las mismas ganas de aprender y saben perfectamente que sólo la educación les abrirá las puertas de un futuro mejor. (FILMAFFINITY)
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
25 de enero de 2015
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ocasión perdida por Gaspar Pilsson (Massai, Los guerreros de la lluvia) para profundizar en las causas y las vidas de estos abnegados niños, entre 6 y 11 años. Algunos se desplazan 22 km. , como Zahira, la niña marroquí, 4 horas de ida y que por suerte pernocta en la escuela hasta el viernes. También Carlitos, 18 km . a caballo por la Patagonia y Samuel, un niño minusválido en una precaria silla de ruedas en la India, arrastrado por su dos hermanos durante 4 km. Como se lava el y su vestido con agua enfangada ,Jackson, un niño keniata a l'alba para ir a la escuela con su hermana durante 15 km. a pie, jugandose la vida en el desierto y sorteando elefantes no muy amigables. A este muchacho fue al que se encontró el director rodando Safari y le dio la idea soportada por la Unesco y la Unicef. Sin caer en la penuria sensiblera como algunos anuncios contra el hambre ni en la xenofobia, se centra en las expresiones entregadas de estos jóvenes héroes. Su cámara se pierde en los magníficos paisajes del mundo, cuya belleza disimula el sacrificio inmenso de las caminatas. Los cuatro protagonistas son el ejemplo de sinceridad, lucha y deseos de saber y llegar a algo en la vida. Les acompañamos en su largo caminar hasta el final en que llegados a su destino argumentan perfectamente sus razones para estudiar a cualquier precio. Un sensible documental, Cesar 2014, magnifico para llegar a los otros millones de jóvenes que en la misma u otra condición social ni se plantean aprender y mucho menos estudiar. La escuela es un honor y nunca un castigo. El documental, una emoción profunda. Y una lección al mundo.
joan salvany balada
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22 de marzo de 2015
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que Jordi Costa lo ha clavado: "Nada que reprochar a su discurso sobre la importancia de la escolarización, pero tanto planteamiento narrativo como estrategia formal lo invalidan todo"

Efectivamente estoy de acuerdo. El casting está muy logrado. Los cuatro casos bien escogidos en lugares remotos de países lejanos. Pero el planteamiento es completamente impostado. Los niños actúan. El director planifica. El documental, perdonen, no existe.

Ya pasó con "la plaga" de Neus Ballús, que empezó como un documental en el certamen de Málaga y acabó como una ficción en los premios Gaudí de la academia de cine catalana. Es un caso de mutación genética que creo que se asemeja a esta película de Pascal Plisson, él lo debía de pensar como filme de denuncia con actores amateur y su puesta en escena tan natural le hizo recapacitar para presentarlo finalmente como un documental y así conseguir más repercusión.
No porque diga todo esto no valoro la sensibilidad y las buenas composiciones fotográficas que consigue. Por eso, nada que reprochar.
waldeker
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15 de marzo de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como el fin justifica los medios a veces, diré que el film merece la pena por lo que narra, ese proyecto de escolarización de niños en zonas no urbanas. Pero no me gustan varios aspectos fílmicos: diálogos forzados en exceso, puesta en escena muy estética, el chovinismo de que hablen francés hasta en la India o en la Patagónica. Y además me viene a la cabeza otro film canadiense también con niños, "I'am eleven", que me pareció maravilloso y más emotivo. Por desgracia no se ha estrenado, lo vi en la Semini de Valladolid.
floro
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31 de enero de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba ¿Recordamos el poema, verdad? Se trata de un fragmento de La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Vamos a citarlo con mayor extensión:

Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.

Quejoso de mi fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?
Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.

Bueno, pues parece que es precisamente el mensaje que quiere transmitirnos Camino a la escuela, de Pascal Plisson, Oscar al Mejor documental en la edición de 2014, que además se inicia con estas palabras, que transcribo de memoria: A veces nos olvidamos de la suerte que tenemos de poder ir a la escuela.

La película se construye sobre cuatro historias de niños que tardan varias horas en llegar a la escuela, pero no por los atascos en la autovía, sino por las enormes distancias que les separan de ella, o por las discapacidades físicas. Se trata, pues, de las vivencias de Jackson y su hermana en el corazón de la sabana keniata, de Zahira y sus amigas en el Alto Atlas de Marruecos, de Carlitos y su hermana en la Patagonia argentina, y de Samuel y sus hermanos en el golfo de Bengala.

Las experiencias de África (Kenia y Marruecos) y el Cono Sur se nutren sobre la soledad de unas vidas que transcurren en sus respectivos espacios físicos. El caso de la India es diferente: sería muy difícil sentirse sólo en este inmenso país superpoblado, pero el problema de Samuel es su incapacidad para andar, por lo que sus hermanos han de tirar de un tosco carro de fabricación casera a través de unas zonas donde las infraestructuras, por decirlo de la manera más optimista posible, son manifiestamente mejorables. Pero sus hermanos consiguen llevarle a la escuela y mantener en él la vocación para el aprendizaje.

De la Patagonia conozco la inmensa soledad de unas regiones desérticas, por lo que Carlitos y su hermana han de trasladarse a la escuela a lomos de caballo, sin más ayuda que su propia pericia, según hacen otros niños. El Atlas es para mí apenas una referencia paisajística contemplada de desde ciudades con mejores opciones de vida, como es Marrakech. Admito mi carencia en este aspecto. Aunque lo verdaderamente importante es el esfuerzo que han de realizar Zahira y sus amigas para recorrer más de veinte kilómetros a través de riscos inhóspitos para llegar a la escuela.

Conozco sí un poco más la realidad africana, y es que las cosas funcionan tal y como se ven en la película: si un niño tiene que recorrer veinte kilómetros ida, y otros veinte vuelta, para llenar una garrafa de agua, las famosas garrafas amarillas que tanto se ven por allí, recorre esos veinte kilómetros, cuarenta en total, para llevar agua a su casa; si una persona tiene que recorrer una distancia similar para vender abalorios en un mercado, los recorre, etc. Recuerdo, además, el inmenso valor que posee en el sur de Etiopía, por ejemplo, un simple bolígrafo, que en las micro-tiendas que se ven por allí, cuesta cinco céntimos de euro al cambio, pero es que muchas familias en esa zona del mundo no disponen de cinco céntimos para comprar un bolígrafo. Jackson y su hermana, además, en Camino a la escuela han de protegerse de los elefantes por sus propios medios, así se lo avisa el padre, cuyos consejos no son los estándares que se escuchan en el mundo occidental, sino cómo eludir a los paquidermos. Así lo reconoce el profesor de la escuelita en la sabana, quien da gracias a dios de que todos los niños hayan podido llegar ese día a la escuela.

En cuanto a la estructura narrativa de la película, cabe destacar que se van intercalando las cuatro historias de tal manera que se ofrece una imagen diacrónica de las respectivas experiencias. Un efecto de simultaneidad. Y me ha llamado también la atención la textura fílmica del documental, es decir, que no hay voces en off, ni entrevistas ad hoc a personas que pueden ilustrar lo que se pretende documentar, sino que se deja que los personajes desplieguen sus respectivas vivencias, que el espectador vea cómo son las circunstancias que rodean a cada uno de los niños y que el espectador saque sus propias consecuencias. Y lo cierto es que se consigue la impresión de un filme con argumento, cuando tan sólo se trata de abrir la cámara y grabar historias reales. Obviamente, nada es improvisado e imagino que cada una de las escenas está minuciosamente tratada y concebida para conseguir el efecto deseado.

Hombre, el toque Disney, cuya rama francesa es la que acomete la producción, se nota en el sentido de que a pesar de los pesares hay un cierto optimismo, que desde luego Emilio Zola no habría firmado, por mencionar a un autor francés. Las escenas se eligen de modo que no hieran ninguna sensibilidad. Todos los buenos son muy buenos, que son casi todos los intervinientes. Ni tampoco hay un análisis profundo de las situaciones. Incluso yo diría que hay un cierto sentimiento de felicidad en la penuria.

Pero, bueno, en todo caso, se trata de una producción muy ilustrativa a la hora de comprender que no todos los mundos son como el nuestro, que realmente los países desarrollados representamos una minoría privilegiada y que el mero hecho de llegar a una escuela rural, con unas aulas que carecen de todo, constituye una hazaña cotidiana.
Fco Javier Rodríguez Barranco
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10 de febrero de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, admito que no será el "documental" más realista del mundo (se veía a la legua que muchas partes estaban super actuadas y exageradas) pero no deja de retratar realmente el camino, las distancias y obstáculos a los que se enfrentan 4 niños de distintos continentes para ir a la escuela.
Que tal vez los elefantes no se le crucen en el camino a diario al niño de Kenia, que no será habitual que al pequeño niño gaucho Carlitos su hermana le esté comiendo la oreja para que la deje llevar el caballo, que no tendrán que esperar un montón siempre las niñas marroquíes para que las lleven a la escuela y no acabarán cada los niños indios con la silla de ruedas en medio de un río, pero esas distancias y esos obstáculos están ahí.
Sobre todo veo que sería de tremenda utilidad para 2 cosas, hacer que niños de nuestro país que a lo mejor se sienten un poco desencantados con ir al colegio y que no les apetezca, valoren la educación que tienen y lo fácil que lo tienen frente a los niños de otros lugares y que los gobernantes de esos países se pongan un poco las pilas para ponerles a esos niños el camino a la escuela más fácil o por lo menos más llevadero.
kileskus
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