María Galante

Un rapto, inexplicable e inexplicado, abre un film que no sabe nunca hacia dónde va. Con una protagonista tan ingenua tan ingenua que, a ratos, parece lela. Espías. Un puerto exótico que huele a tramoya de estudio. Aventurillas que se querrían aventuras. Canciones deshilachadas que se sueñan parte de un musical con olor a trópico. Una peli a la deriva que se ve entre la indiferencia, el sopor y, en ocasiones, con algo de simpatía originada por la mala costura de sus múltiples remiendos.

Una chica que reparte correo, se encarga de llevarlo hasta el capitán de un barco que está atracado en el puerto. En contra de su voluntad, queda encerrada y sólo consigue escapar cuando el navío hace escala en Centroamérica. Mientras, un peligroso terrorista del que sólo se conoce su nombre, Reyner, intentará provocar un gran atentado.
La chica se verá inmiscuída en esta trama, aunque su mayor anhelo será volver a casa.

Lástima que un argumento que prometía no sea llevado a buen puerto.
El film es una coctelera en donde los principales ingredientes son drama, romance e intriga de espías, todos ellos muy mezclados. El resultante es una copa insulsa con demasiadas variables para un recipiente tan pequeño.
Todos los personajes juegan al despiste debido a que nadie confía en nadie. Desgraciadamente, esto no se traduce en un clima de tensión sino en un ambiente enrarecido y todo ello provoca cierta confusión en el espectador. Por tanto, el film es muy embrollado, se confunden a menudo los personajes y avanza a trompicones de tal manera que se hace difícil seguirla.

A su favor, decir que tiene escenas atrevidas, la mayoría con Marie como epicentro (por ejemplo, cuando sube al barco, con el marino que no le quita el ojo de encima), cuya conducta parece haber sido suavizada para no escandalizar al público. La actriz, un proyecto de estrella de los estudios de Hollywood, por lo visto no llegó a cuajar y se quedó en el camino, como tantas otras (sí hizo varios films en Francia).

En definitiva, una película curiosa, ingenua aunque manifiestamente mejorable, como el propio King se encargaría de demostrar posteriormente.

Veamos... En esta película, basada en una novela, hay cosas que juegan a su favor y otras en su contra. A su favor, la buena dirección de Henry King, uno de los directores católicos del Hollywood clásico (de ahí la secuencia en el interior de una iglesia panameña), la presencia de un joven Spencer Tracy, el cuidado esteticismo de algunos planos, el buen ritmo narrativo, y una acción que no decae casi nunca, y ofrece una sensación permanente de aventura y peligro. Panamá y su canal ofrecen un ambiente tropical y cosmopolita muy atrayente, al menos para el público de la época.

En fin, esta historia de espionaje, contraespionaje, saboteadores y sospechas es prometedora, aunque sea como un tebeo de Tintín. Lo que resta interés al film es su coprotagonista, la actriz francesa Ketti Gallian, no porque no dé una oportuna y previsible imagen de ingenua en un mundo bastante turbio, que la da, sino porque me parece sosa, aburrida y mala actriz. Y es una pena, porque el resto del reparto es bastante bueno: Helen Morgan, Ned Sparks, Sig Ruman, el extravagante Stepin Fetchit...Y luego hay detalles de la historia que no son creíbles (que la desventurada cartera francesa desembarque en el Yucatán, México, y luego llegue andando hasta Panamá, que está bien lejos) o que no se explican nunca (¿para qué quiere secuestrar a esta mujer el desaprensivo capitán del barco, si no es para violarla?).

En resumen, este film es interesante, pero queda malogrado por una protagonista femenina que no debería haberlo protagonizado, y por un guión manifiestamente mejorable.

El principio parece interesante, con María Galante (Ketti Gallian, proyecto de estrella estrellada) en bicicleta entregando telegramas. Y ahí se acaba el mencionado interés. El resto es un Panamá de estudio, Spencer Tracy con su sombrero y su mano en el bolsillo, secundarios que van y vienen y una protagonista, la tal María, que de ingenua es tonta suprema. Incluso el guion de Reginald Barkeley, basado en una novela, que la chiquilla se dedica a la mala vida, dada su facilidad para invitar a cualquiera a su habitación y para aceptar los regalos más estúpidos. En medio, una trama de espionaje proyanqui, con panameños y negros poco menos que subnormales y desarrollo plomizo.