No deja de sorprenderme la magnífica crítica de esta película. Parece evidente que no estamos ante ningún prodigio técnico, ni en su fotografía, ni en su banda sonora y, siendo así, la mayoría de cometarios alaban su magnífico mensaje y sus conversaciones.

Es innegable que los diálogos tienen ritmo pero lo que se espera como un tratamiento transgresor y moderno de la comedia romántica me parece mucho más cercano a una película de Disney sexualizada, con su exposición del caso, su sermón evangelizador y su final acorde incluidos. ¿No nos dice acaso Kevin Smith cual es la posición correcta cuando nos habla de Amy? ¿Dónde está acaso ese excelso romanticismo cuando la mayor preocupación de los protagonistas es, escena tras escena, el sexo? ¿Merece una película clasificarse como comedia por un par de gracias soltadas a tiempo?

Vamos, que ni comedia ni romántica y muy sobrevalorada por tener un Kevin Smith en el cartel. Prescindible.

Nadie me devolverá ya el tiempo que invertí en ver esta película. Esas 2 horas y media que podría haber pasado mejor haciendo y deshaciendo mi cama mil veces o repasando las juntas del alicatado del baño, porque es difícil hacerse a la idea de lo soberanamente aburrida que puede resultar. Si pasar de la primera media hora ya me pareció un camino tortuoso, qué decir de 144 minutos para una pelicula que apenas dice nada. Una película para ver con un reloj al lado para comprobar que no, no llevas 2 semanas viéndola y faltando al trabajo, y que sólo han pasado tres cuartos de hora. Un film que pasará directamente a las primeras posiciones de mi ranking de "películas-que-no-volveré-a-ver-jamás-y-que-deberían-ser-enterradas-en-un-bunker".

Quizás me falte sensibilidad o quizás no esté lo suficientemente versado en este tipo de cine de autor, pero donde otros escucharon una sobrecogedora banda sonora yo sólo pude captar unas cuerdas que debieron llorar al ser maltratadas de ese modo para generar un ambiente aun más tedioso del que la propia fotografía y argumentos ya tenían por sí solos. Donde otros vieron una excelente dirección yo sólo vi una ingente cantidad de escenas que no dicen absolutamente nada, que no logran generar ninguna expectación alrededor de la trama y que parecen una mera excusa para llevarnos a unas escenas finales que sólo compensarán a personas con unos niveles de mundo interior muy superiores a los recomendados por la Comunidad Europea.

Sin duda, admito la capacidad del señor Wenders para conseguir rellenar el largo metraje de la cinta sin contar absolutamente nada, pero lo dicho, si carecen de una sensibilidad que les permita llegar a llorar mirando una bolsa de patatas fritas, huyan lo más lejos que puedan de ella.

Un envoltorio de colores para un regalo vacío. Un musical que no aporta nada al género del cine ni al de la música y se limita a ofrecer hora y media de banalidades de digestión fácil utilizando como reclamo las canciones del cuarteto de Liverpool. El conjunto es, en definitiva, una sucesión de videoclips con un guión lleno de clichés que no deja de ser una mera excusa para justificar las canciones y que no llega a tener cuerpo propio, dejando una terrible sensación de desconexión entre escenas.

Marketing en su estado más puro para vendernos algo que el mundo no necesitaba. Un paradigma de lo que Lennon adoraba, vamos...

Sin embargo, lo más desagradable es la sensación de haber puesto demasiado cerca la genialidad de la música de los Beatles y la vulgaridad de las imágenes de la cinta, pues salvo alguna excepción, la interpretación de cada canción es tan literal que insulta. No se intenta sacar nada de jugo del fantástico material que se tenía entre manos. La estética utilizada es la que se podría esperar de la época, e incluso cuando intenta innovar, el aire psicodélico deja una sensación de deja vu, como si ya hubiéramos visto antes esos juegos de manos.

Mención aparte para la bochornosa actuación de Bono y el patético personaje con aires de Jimmy Hendrix, ambos gratuitos, prescindibles y lamentables a partes iguales. ¿Iguales? No, por favor, Bono tenía reputación.

En definitiva, la música de los Beatles en un largo anuncio de Coca-Cola. Un sacrilegio digno de tener su propio círculo en el infierno.

Agridulce es el sabor que me deja la película que pone fin a la trilogía de Bourne. Ésta, apartándose de las forzadas tramas de muchas de las terceras entregas desagas que solemos encontrar en cartelera, El ultimatum de Bourne nos lleva sin problemas a través de la historia del agente, con un guión coherente a ratos pero entretenido en conjunto.

La pena es que esta trama ocupa tan sólo el 20% de la película.

El resto del tiempo...acción, acción y acción.

Esto no debería suponer ningún problema. Al fin y al cabo, es lo que esperamos todos de este tipo de película y, por otra parte, algunas escenas dan muestra de que podrían haber sido realmente buenas, aunque nunca llegaremos a saberlo. Y nunca llegaremos a saberlo porque la pésima fotografía y montaje de la película nos hacen plantearnos si el cámara de la bruja de Blair tendría algún enchufe en el staff que realizó las tomas. ¿Acaso grababan las escenas de acción con el móvil? ¿Dejaron caer la cámara por una escalera? Se admiten apuestas, pero el resultado marea, y más en una enorme pantalla de cine. Varias personas (mayores y no tanto) salieron de la sala de cine con la impresión de haber pagado por pasar hora y media en una lavadora. El cine de acción no tiene por qué ser caótico hasta ese extremo.

En resumen, una película para ver en DVD en el televisor de casa, que no nos ocupará tanto campo de visión y podemos pararlo y descansar si es necesario.