Un envoltorio de colores para un regalo vacío. Un musical que no aporta nada al género del cine ni al de la música y se limita a ofrecer hora y media de banalidades de digestión fácil utilizando como reclamo las canciones del cuarteto de Liverpool. El conjunto es, en definitiva, una sucesión de videoclips con un guión lleno de clichés que no deja de ser una mera excusa para justificar las canciones y que no llega a tener cuerpo propio, dejando una terrible sensación de desconexión entre escenas.

Marketing en su estado más puro para vendernos algo que el mundo no necesitaba. Un paradigma de lo que Lennon adoraba, vamos...

Sin embargo, lo más desagradable es la sensación de haber puesto demasiado cerca la genialidad de la música de los Beatles y la vulgaridad de las imágenes de la cinta, pues salvo alguna excepción, la interpretación de cada canción es tan literal que insulta. No se intenta sacar nada de jugo del fantástico material que se tenía entre manos. La estética utilizada es la que se podría esperar de la época, e incluso cuando intenta innovar, el aire psicodélico deja una sensación de deja vu, como si ya hubiéramos visto antes esos juegos de manos.

Mención aparte para la bochornosa actuación de Bono y el patético personaje con aires de Jimmy Hendrix, ambos gratuitos, prescindibles y lamentables a partes iguales. ¿Iguales? No, por favor, Bono tenía reputación.

En definitiva, la música de los Beatles en un largo anuncio de Coca-Cola. Un sacrilegio digno de tener su propio círculo en el infierno.