Para el que no lo sepa, Lost está "basada" en una novela de Adolfo Bioy Casares llamada "La invención de Morel". Entrecomillo la palabra "basada" por la terrible ironía que esconde la contraposición de la serie y la novela. Me explico.

La novela de Bioy Casares, a grandes rasgos, trata de un fugitivo que huye a una isla en la cual suceden multitud de acontecimientos inverosímiles. La trama los relata elegantemente, pero el guión es sólido como una rosa y no deja ningún cabo suelto. Cabe destacar que la novela no pasa de las cien páginas, se lee tranquilamente en una tarde. Ahora bien, Lost no deja de abrir puertas que nunca va a cerrar, su guión es de risa, el final pudo haber salvado esta serie de sinsentidos desorganizados, pero los guionistas no debieron entender que una serie de misterio con final abierto deja al espectador crítico muy muy decepcionado.

No cuesta imaginar cómo fue escrita esta serie. Simplemente añaden tensión y más tensión como el que añade leña a una caldera de vapor. Cuando tanta tensión no se sostiene, se escribe un final (el que sea, no importa) y se cuentan los billetes. Si les gustan los argumentos sin fundamento y los guiones llenos de agujeros y además aman perder el tiempo, esta es su serie.

Este episodio va directo al grano, no hay tiempo que perder. Charlie Brooker nos tiene que narrar una de sus delirantes excentricidades tecnológicas, pero será mejor entender lo que sucede al compás de las vivencias de la amnésica protagonista. Es un guión trepidante, lleno de giros y de acción que desemboca en una resolución con un transfondo moral aterrador, sin tapujos ni moralina. Probablemente a mitad del episodio el espectador se encuentre mareado a causa de tanta tensión, pero es tremendamente meritorio que en apenas cuarenta y cinco minutos podamos entender cómo se siente el personaje. El guión es tan sólido que si alguien me hubiera contado que este capítulo está basado en algún cuento del genial J. L. Borges, lo hubiera creído sin dudar. Escalofriantes las escenas que se cuelan entre los créditos y que pulen magistralmente el concepto global del capítulo. Muy bueno.

Este tercer y último episodio de la segunda temporada de Black Mirror desgraciadamente deja un regusto amargo. Trata sobre un humorista del montón que da vida a un dibujo digital y socarrón llamado Waldo, el cual comienza su trayectoria política tras burlarse de un político de "carne y hueso" en un programa de televisión. El transfondo democrático-tecnológico llama la atención, pero no te deja pegado al sofá.

Esta serie es una serie arriesgada. Es todo un reto ubicarte, estremecerte y sorprenderte de nuevo en cada capítulo, manteniendo las señas de identidad, pero cambiando la ubicación, los personajes, el transfondo...

Charlie Brooker puso el listón muy muy alto en la primera temporada, y en los dos primeros capítulos de la segunda mantiene dignamente cierto nivel cualitativo, pero este tercero no está tan conseguido. No engancha, la historia de Waldo es fría, la dicotomía humano - oso azul no acaba de convencer y el concepto de MEME (véase el ensayo de Richard Dawkins llamado "El gen egoísta") ni esta muy trabajado ni llega a ser secundario. El guión no deja de ser tan sólido como siempre, pero la solidez por si sola no sirve para mantener la genialidad a la que hemos sido acostumbrados. Esperemos que este patinazo sea compensado con creces en la tercera temporada.

Los americanos tienen una manera muy personal de entender el audiovisual. En el cine suelen tener protagonistas brabucones y muy borricos en la acción, sutiles y efectivos rompebragas en la comedia y casi siempre grandes presupuestos para realizar espectaculares efectos especiales.
Ahora bien, en los guiones de las series también tienen su huella de identidad. Me explico: La primera temporada es entretenida, pero llegando a la segunda los capítulos se vuelven lentos y tediosos, la acción se ralentiza y lo único que merece un poco la pena son los comienzos y los finales. Si eligen cautelosamente, pueden ver de corrido tres o cuatro capítulos en los que verán cientos de zombies mientras la trama se estanca soporíferamente. Eso si, en los últimos cinco minutos de cada capítulo se suele crear una tensión tremenda como aliciente para que consuman otros cuarenta y cinco minutos de auténtica basura americana.