Un gran piloto y mejor persona. Así denifiría al que fue un ídolo de masas en su país y en el mundo entero tanto por sus logros profesionales como por la humanidad que desprendía.

Yo por desgracia cuando murió Ayrton tan sólo tenía 9 años pero gracias a la era digital he podido disfrutar de aquellas carreras memorables que hizo tanto en agua como en seco. Un ejemplo para mí de que con constancia, esfuerzo, voluntad y sacrificio se pueden lograr todas aquellas metas que te propusiste y que de no conseguirlas, al menos te queda la tranquilidad de que lo has dado todo.

Recuerdo una entrevista que le hicieron a su hermana hace algunos años sobre Senna en la que decía que tras perder una carrera con lluvia, estuvo varios días intentando conducir en esas condiciones, e incluso sin pasar por casa para comer, hasta convencerse a sí mismo de que estaba en condiciones de afrontar una nueva carrera así.

¡ Qué gran espíritu de superación tenía este hombre !

Con respecto al documental me ha parecido fascinante y muestra lo injusto que es a veces el gran CIRCO cuando hay intereses de por medio.

Tal y como titulo mi crítica, estoy convencido que si se le hubiera preguntado a Ayrton de qué forma querría morir, él hubiera contestado que yendo primero en carrera por delante de sus competidores. Y así fue como nos dejó, siendo el número uno tanto dentro como fuera de las pistas.

Esta serie me ha parecido un gran descubrimiento. Después de haber visto The Wire no esperaba encontrarme algo de un nivel parecido. Caracterización de los personajes, fotografía, BSO... qué decir de la BSO... sublime. Retrata con una fidelidad pasmosa la crueldad y frialdad que imperan en el mundo del narcotráfico.

Me habría gustado que el bueno fuera más bueno o que el malo fuera más malo, pero es que esta serie no pretende empatizar con el espectador de esa manera como hacen la mayor parte de las series o películas que nos encontramos hoy en día. No busca que simpatizes con el protagonista, con el personaje, simplemente que te sobrecojas y reflexiones sobre la capacidad que tiene el ser humano para hacer de la ambición y la codicia su señal de identidad.

Lo dicho, de lo mejor que he visto en mucho tiempo.

Esta es de las películas en las que no dejas de mirar el reloj, no dejas de mirarlo porque no quieres que se termine nunca. Conforme van pasando los minutos te vas adentrando en un mundo en el que es muy difícil querer salir, te ves sólo ante el mundo, te ves retratado en esos personajes tan excelentemente interpretados por el grandioso Bill y por la gran Scarlett.

Una humanidad deslumbrante la que exteriorizan a través de la pantalla estos actores y es que, a decir verdad, con una mirada o un sólo gesto ya intuyes lo que va a suceder. Hombre y mujer con un espíritu vacío por las circunstancias y que te va desgarrando porque sientes que están predestinados a ese primer encuentro en el ascensor. Un primer encuentro que era preciso y que es el detonante para que tanto uno como otro expongan la historia de su vida.

Lost in Translation no es la historia de mi vida pero sí que puedo decir que me he sentido identificado con mucha de las situaciones que se exponen en ella:

Esa mirada al mundo a través de la ventana que te hace pensar quién eres y qué es lo que realmente necesitas en tu vida para ser feliz. Esas aventuras y desventuras con la persona que te hace ver la vida de distinta forma y que le da un sentido a la misma escapando de la agria rutina del día a día. Y por último, esa despedida susurrando al oído lo bonito que ha sido la experiencia pasada mientras la urbe continúa con su trasiego ajeno a cuanto le rodea.