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España España · almeria
Críticas de TOM REGAN
Críticas 5.233
Críticas ordenadas por utilidad
8
9 de noviembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
371/24(22/10/21) Conmovedor film romántico mezclado con dosis de cine bélico que he revisionado con motivo del 25 aniversario de su estreno (01/Octubre/1996). Dirigido por el británico Anthony Minghella con gran sentido épico, de efluvios a “Lawrence de Arabia” (por lo del manejo de imágenes del desierto) y sobre a “Memorias de África” (por tener el continente africano de marco, hay un amor adúltero como epicentro, e incluso hay un lavado de cabello, aquí alterados los géneros). El propio realizador guioniza basándose en la novela homónima del canadiense Michael Ondaatje, para un relato dual, alterna el escenario del presente en una casa en la Toscana italiana, habitada por una enfermera militar y un moribundo con su cuerpo quemado, y en el pasado centrados en el desierto del Sahara, donde se produce un amor obsesivo entre un noble húngaro (el hombre quemado del presente) que se dedica a la arqueología y una bella mujer casada. Es en esta parte donde la película crece en su belleza arrolladora ya desde esa preciosa enigmática secuencia de inicio con un biplano surcando las hipnóticas dunas del Sahara, dejando su sombra sobre las arenas que se asemejan a océanos interminables con sus olas doradas. Y es que la beldad de la cinta es por momentos subyugante, gracias en gran parte a la sensacional labor del DP John Seale (con sus marcados y deslumbrantes dorados y ocres), en mezcolanza con la febril música compuesta por el libanés Gabriel Yared. Ello para una película que trata temas como el sin sentido de las guerras, el honor, la traición, la expiación de las culpas, el sentido de la vida, la sombra de la muerte, pero sobre todo el carácter indomable del amor. Filmada al estilo clásico, con sutilezas, pasión, lirismo, hace que todo lo bueno la eleve a una notable obra, que evoca al Amor con mayúsculas.

Ralph Fiennes como el paciente enigmático que toman por inglés, y hombre atormentado, el conde Almásy, enamorado perdidamente de una mujer. Tipo arrollado por el destino y su tiempo, lacónico y culto, se siente atraído por una bella mujer casada, pero su relación está abocada al fatalismo al estar ella casada con un hombre al que ama y no quiere dejar. Mientras los acontecimientos macro-mundiales en modo Guerra Mundial le pasan por encima, pero él no se siente más que leal a su amor, en este sentido es formidable la disertación que hay sobre el concepto de patriotismo (asociado a raza o nación). Su precioso rostro se torna en un amasijo de piel distorsionada cual recuerdo de su potencial culpa, cual marca eterna de su dolor mental. Fiennes encarna al rol con un carisma impresionante, dota a su rol en el pasado de matices, sutilidad, grandiosa expresividad que te cala en su amor por ella, ves su arco de emociones, desde sus miradas con esos enamorables ojos verdes, su caricias, su tímida sonrisa, su lujuria, su dolor, desesperación y por último su padecimiento, teniendo aquí una gran y entrañable química con la Thomas. Para en la parte de paciente ser tremendo como con pequeños gestos y con una voz débil se puede decir tanto, maravilloso, además de tener una excelente compenetración con la Binoche, una actuación cargada de intensidad inmensa; Kristin Scott Thomas da vida a Katherine, radiante de beldad, luminosa, de sonrisa hipnótica derrochando encanto, difícil no sentirse atraído por ella., inunda la pantalla con su naturalidad; Juliette Binoche es otra que encandila con su frescura y sensualidad, impregnando a su rol de melancolía y a la vez ilusión, teniendo una tierna relación con ‘el paciente inglés’, con el que parece quedarse a cuidarlo como especie de expiación de su dolor. Amén de un dulce amor con un artificiero, con el hándicap de que ella se cree gafe para sus amores; Naveen Andrews da bien con un personaje complejo como este sij que vive al borde de la muerte, aunque le falta fondo para alejarse del cliché, para un romance algo idealizado; Colin Firth coomo el esposo de K, dota a su rol de simpatía, así como un viraje veraz; Willem Dafoe es una presencia agradecida, lástima que su personaje resulte como metido con calzador, su subtrama se siente un tanto discordante.

La puesta en escena es brillante ya desde su gran diseño de producción del 11 veces nominado al Oscar y tres veces ganador (“Gandhi”, “Las amistades peligrosas” y esta “El paciente inglés”), Stuart Craig, rodando para las escenas del desierto en Túnez, destacando las oníricas escenas en las Cuevas de los Nadadores de Gache, así como las lisérgicas del inicio con el biplano sobre las dunas del Sahara, también resultan evocadoras las secuencias en la Toscana; Todo esto realzado por la fenomenal fotografía de John Seale (cinco veces nominado al Oscar, ganándolo solo por esta), siendo extraordinaria tanto para proyectar estos paisajes bucólicos, como para acariciar los rostros y cuerpos de los enamorados, jugando dramáticamente con lo velado, con la semi-luz, con las sombras, creando momentos de calidad pictórica de exacerbado romanticismo (ejemplo epicúreo es ver al conde llevare en brazos a K por un camino en la montaña mientras su envoltura es mecida por el viento); A resaltar la fenomenal edición de Walter Murch (“Apocalypse Now” o “El padrino III”), manteniendo cual equilibrista los tiempos y la coherencia narrativa ágil y fluida, dosificando la información; Y todo esto envuelto puntualmente en la deliciosa partitura del compositor Gabriel Yared (“Elññ talento de Mr. Ripley” o “La vida de los otros”), de resonancias épicas, dotando de etnicismo oriental sus bellas notas que en miscelánea con las imágenes magnetizan. Además hay algunos temas singulares, como la canción húngara "Szerelem, Szerelem" (amor, amor) que habla de los orígenes húngaros del protagonista, el aria de las "Variaciones Goldberg" de Bach que toca la enfermera en el piano del monasterio porque es la "pieza que más le conmueve en el mundo", música de jazz propia de la época como el mítico "Cheek to cheek", "One o'clock jump" o "Where or when".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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6
10 de octubre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
359/05(06/10/21) Entretenida comedia británica dirigida y producida por el estadounidense Stanley Donen, afincado en esa época en Inglaterra, donde este mismo año estrenó la sublime “Dos en la carretera”, siendo esta que ocupa la hermana fea de la pareja. Esta ligera comedia está escrita por el comediante Peter Cook, que también protagoniza como el Diablo/George, teniendo a su lado a su compañero de binomio de comediantes que trabajaban en tv (tras aparecer en la revista "Beyond the Fringe", protagonizaron la serie tv "Not Only ... But Also" en la televisión británica y la siguieron con otros programas), ambos escribieron o improvisaron la mayor parte de la película, ello en un relato ‘faustico’ (un hombre vendiendo su alma al Diablo) mezclado con el estilo visual Swinging London/mod de la década de 1960, que tan a gala llevaban por ejemplo Los Beatles. Un relato que mezcla todo tipo de humor, aunque de modo desigual, con slapsticks, frases, cultura popular (como el modo de entrar en los Deseos al grito de ‘Julie Andrews’), cinismo, comedia negra, MUssollini, surrealismo (el modo de salir d ellos Deseos haciendo pedorretas), erótico, el Paraíso (un pantano pantanoso al sur de Croydon), haciendo chanzas sobre el racismo, la homofobia, el sexismo, el catolicismo, el matrimonio, el capitalismo o el materialismo. Fluyendo de la historia una inherente misoginia por el modo de tratar a la mujer, o bien como una mujer sin carácter en el objeto de obsesión del protagonista o como La Lujuria, muy sexy Rachel Welch.

El tema principal del relato es aquello de "Ten cuidado con lo que deseas… se puede convertirse en realidad”, donde nos viene a decir que es mejor que las cosas sucedan al libre albedrio. Ello para una comedia a la que le falta garra e impulso, pero aun con sus irregularidades (quizás porque tenía bajas las expectativas), con sus dejes de la época (los zooms), con algunos gags desequilibrados, donde algunos se estiran perdiendo su inicial gracia, con algunos momentos zafios, hay una Eleonor Bron que es de traca que se sienta magnetizado el protagonista por ella (con ese rostro con más pintura que una puerta), pero tiene sus momentos divertidos, algunos gags ingeniosos, algunos giros delirantes, una escena de striptease de ‘El Cuerpo’ (como era conocida la actriz de ascendencia española Rachel Welch), unos entreactos entre Deseos desternillantes en la maldad traviesa del Diablo, y además hay una sabrosa química entre Cook (encarnado de modo formidable a este gamberro Diablo, elegante larguirucho, simpático, ingenioso y picarón) y Moore (con un papel menos aprovechado cumple con su rol). Ah, y en la puesta en escena también tiene buenas bazas, con la cinematografía de Austin Dempster en tonos fulgentes propios de una comedia distendida, o jugando con lo velado en varias escenas, como esa primera charla entre Charles y Stanley vista entre cristales sucios, o la escena de seducción de La Lujuria (Welch) vista a través del visillo de las cortinas; también está la irónica canción “Bedazzled”, interpretada aquí por Cook y que sería versionada por Anita Lane y un Nick Cave.

El tímido protagonista Stanley (Dudley Moore) es un cocinero fast-food enamorado en secreto de una camarera, Margaret Spencer (Eleonor Bron), que tras pasar por un momento bajo de autoestima (no quiero spoilear), entra en contacto con un singular Diablo, George Spiggott (Peter Cook), este le ofrece 7 deseos a cambio de venderle su alma (está en su búsqueda de tener el favor de Dios obteniendo 100.000 millones de almas), esto lo utilizará el cocinero para poder ‘conquistar’ a su amada, pero el Diablo ejercerá de eso para ir saboteando los deseos.

-Primer deseo: Stanley desea ser culto en el habla y locuaz. George Spiggott lo convierte en un intelectual hablador y pretencioso con un marcado acento galés. Margaret se convierte en un personaje igualmente pretencioso, que está de acuerdo con todas las creencias de Stanley con entusiasmo; Se critica a los culturetas y la represión sexual
-Segundo deseo: Stanley desea ser multimillonario con Margaret como su esposa "muy libidinosa"; Se critica el hedonismo y al superficialidad de los snobs millonarios.
-Tercer deseo: Stanley desea ser una estrella de rock; Se adentra en lo efímero de la fama en un mundo que machaca éxitos para colocar otros en su lugar.
-Cuarto deseo: Stanley sin pretender comenta algo que deriva en deseo, y esto lo lleva a ser "una mosca en la pared". Se convierte en mosca en la pared de una morgue, donde el inspector de policía le muestra a Margaret varios cadáveres, con la esperanza de que identifique a uno como Stanley. Cuando el inspector invita a Margaret a una fiesta del escuadrón antivicio, Stanley lanza un ataque contra él; Muy imaginativo segmento meclando la animación con lo real. Se ataca el abuso del poder.
-Quinto deseo: Stanley desea una vida tranquila en el campo con Margaret y con niños, y Margaret prepara la cena de aniversario. Sin embargo, pronto se hace evidente que Margaret es la esposa de otro hombre; Se aborda con cinismo la hipócrita vida bucólica en el campo, así como los supuestos matrimonios felices.
-Sexto deseo: Stanley intenta enmarcar un sexto deseo que George no pueda arruinar. Desea que Margaret y él se amen, que sean buenas personas, cariñosas, que vivan lejos de la gran ciudad y estén siempre juntos. Esto, este particular Diablo le da una solución perversa, que me recuerda al chiste del ‘negro’ sediento en el desierto que encuentra la Lampara maravillosa y pide al Genio los tres deseos, ‘No tener falta de agua ser blanco, ver muchos culos’ y el Genio lo convierte en inodoro.
-Hay un séptimo deseo, pero quiero spoilear.
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TOM REGAN
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7
10 de octubre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
352/30(29/09/21) Sugerente distopía británica dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón, thriller dramático, visualmente sensacional en su recreación de un mundo al borde del Apocalipsis (cruce entre “1984” y “Brazil”), mundo sombrío, áspero, mugriento, feista, con varios planos-secuencia homéricos (el gran DP Emmanuel Lubezki es gran culpable), con un hilo argumental que te engancha, ritmo ágil, cuando no trepidante, escenas de acción arrolladoras, personajes maravillosamente retratados, y con rush final punzante. Cuarón utilizó la película La batalla de Argel como modelo para la reconstrucción social en preparación para la producción, presentándole la película a Clive Owen como un ejemplo de su visión para Hijos de los hombres. Para crear un marco filosófico y social para la película, el director leyó literatura de Slavoj Žižek, así como obras similares. La película Sunrise también fue influyente, como también “La naranja mecánica” fue una de las inspiraciones de la pátina futurista pero maltratada del Londres de 2027.

La adaptación de la novela de la novela homónima de 1992 de PD James fue escrita originalmente por Paul Chart, y luego reescrita por Mark Fergus y Hawk Ostby (ambo de “Iron man”), Cuarón y el guionista Timothy J. Sexton (“Amores perros”) reescribieron el guión, incluso Clive Owen hizo contribuciones no acreditadas. Owen interpreta al funcionario Theo Faron, que debe ayudar a la refugiada Kee (Clare-Hope Ashitey) a escapar del caos. Children of Men también está protagonizada por Julianne Moore, Michael Caine, Chiwetel Ejiofor, Pam Ferris y Charlie Hunnam. Obra que nos habla de cómo nuestros desmanes nos pueden llevar a la autodestrucción, nos habla de los autoritarismos, de la xenofobia, del terrorismo, de la importancia de tener hijos, ello mostrando intensidad y fuerza emocional, haciéndote reflexionar, en lo que el director nos embarca en una especie de carrera contrarreloj, una cuesta abajo sin frenos, en la que nos atrapa, con una inteligente evolución del protagonista, él que lleva todo el peso dramático, no pasa nada en que no esté el presente. Film nominado a tres Oscar, Mejor Guión Adaptado, Mejor Fotografía y Mejor Montaje. En 2016 fue votada en el puesto 13 entre 100 películas consideradas las mejores del siglo XXI por 117 críticos de cine de todo el mundo.

El comienzo es una declaración de intenciones, con un aterrador plano-secuencia, cuando vemos un noticiero de televisión que informa que la persona más joven del mundo ha sido asesinada a puñaladas en Buenos Aires, porque se negó a dar un autógrafo. Theo Faron (Clive Owen), ve las noticias en un café y luego se va con su vaso de papel en la mano, se toma el café en la calle, cuando una bomba destruye el café. Con lo que el clima de terror queda establecido. Tras lo que Faron es secuestrado por un grupo terrorista, liderado por Julian Taylor (Julianne Moore), quien una vez fue su amante, con al que perdieron un hijo. Ahora le pide (por dinero) que lleve a una mujer a coger un barco en alta mar. A través de los ojos de Faron asistimos a este mundo al borde del caos, donde los refugiados son tratados como animales a enjaular, emparentando su situación con la de los judíos en los campos de concentración, esto se hace notorio cuando oímos la canción de The Libertines, "Arbeit macht frei", el lema de los campos de exterminio nazis.

Clive Owen borda su papel de antihéroe sobrevenido, un cínico nihilista que en su odisea con la mujer embarazada sufre una transformación, la expresividad del actor resulta formidable para emitir toda una gama de emociones que nos hacen empatizar con él; La joven inglesa Clare-Hope Ashitey encarna con vigor a Kee, moderna bíblica María que con su hijo pretende traer la esperanza al mundo, teniendo muy buena química con Owen, muy buena; Julianne Moore da vida a la activista radical Julian, lo hace con gran simpatía y energía; Michael Caine embiste a una especie de conexión del espectador con nuestro presente, un octogenario especie de hippy adicto a la ‘María’ y a las bromas escatológicas, como no el actor da vitalidad a su alegre personaje; Peter Mullan también en un papel secundario escaso, demuestra que ni hay papeles pequeños, si no actores malos y buenos, él es sin duda de los segundos, aportando humor a su bélico rol; Danny Huston es otro que en una sola escena deja constancia de su poderío actoral con su personaje aparatchik, un funcionario pragmático que vive al día.

La puesta en escena es apabullante en su primordial función de proyectar un estado de ánimo, en este caso pesaroso y ambiente al filo del caos absoluto. Ello gracias a un gran diseño de producción de Jim Clay (“Asesinato en el orient Exprés”) y Geoffrey Kirkland (“Elegidos para la gloria”), creando un mundo deprimente, sucio, mugriento, cochambroso, triste; esto reforzado por la fenomenal cinematografía del tri-oscarizado Lubezki (“Birman”, “Gravity” y “Renacido”), imprimiendo tonalidades apagadas, con cielos grises donde nunca aparece el sol, haciéndonos llegar tristeza ambiental, la desesperanza, pero lo que la hace épica son los prodigiosos planos-secuencia de varios minutos, magistrales en como trasladan la tensión sin cortes, haciéndonos vivir con ello el terror en primera persona en cada una de estas secuencias. Hay varias secuencias largas de un solo plano en las que tienen lugar acciones extremadamente complejas. El más largo de ellos es un disparo en el que Kee da a luz (199 segundos; 3:19); una emboscada en un camino rural (247 segundos; 4:07); y una escena en la que Theo es capturado por los ‘Peces’, escapa y corre por una calle y atraviesa un edificio en medio de una batalla encarnizada (378 segundos; 6:18). Estas secuencias fueron extremadamente difíciles de filmar, aunque el efecto de continuidad es a veces una ilusión, con la ayuda de efectos CGI. Todo un prodigio de la planificación y de una coreografía sublime; todo esto adornado puntualmente por música clásica con resonancias sacras.
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TOM REGAN
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5
6 de octubre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
355/01(01/10/21) Insípido duodécimo episodio de la serie antológica creada y producida por Steven Spielberg entre 1985-1987 para la NBC, donde directores famosos (Scorsese, Zemeckis o el propio Spielberg)n dirigían episodios de apenas 25 minutos con fondo de fantasía, ello con claros efluvios a la mítica “La Dimensión Desconocida”. En este caso hay esperanzadores ingredientes para anhelar un buen rato, pues mi gozo en un pozo. Dirige el legendario Clint Eastwood adaptando un guión de Spielberg, Joshua Brand (“The Americans”), y John Falsey, para un relato de romanticismo mezclado con la fantasía, abordando el tema del dolor de la pérdida. Teniendo de protagonistas a los reconocidos Harvey Keitel, Sondra Locke (Pareja de Clint por ese tiempo, y a la que dio varios papeles ,mientras estuvo con él), y Beau Bridges ( de la saga Bridges) Esto desarrollado con un sin fin de tópicos, donde todo evoluciona de modo insípido, sin emocionarme, pues el protagonista, me resulta irritante en su arrogancia (quizás la raíz está en lo errado del casting), y tampoco es que la forma de mostrárnoslo todo el ‘entuerto’ del giro sorpresa fantasmagórico me sea original o impactante, surgiendo este porque sí. Si acaso destacar la preciosa ambientación, sustentada en una cinematografía de Robert M. Stevens en tonos pastel muy de lienzo pictórico, un diseño de producción grácil en su inmersión en el tiempo y lugar bohemio campestre del gran maestro en la materia Rick Carter (“Avatar” o “Lincoln”), también muy bonito el vestuario. Así como estupenda es la música clásica que eleva la simplista y artificiosa historia, la de Richard Wagner: "O du mein holder abendstern" (O estrella de la víspera) de su ópera Tannhäuser, escrita en 1843.

Byron Sullivan (Harvey Keitel), pintor, es un hombre feliz. Se casó con Vanessa (Sondra Locke) hace un año y ella se ha convertido en su mayor inspiración. El amigo y agente de Byron, Teddy (Beau Bridges), ha hecho arreglos para que sus pinturas se muestren en una conocida galería de Nueva York, por lo que probablemente Byron pronto se convertirá en un hombre famoso. Celebra la buena noticia en un restaurante junto con Vanessa. Cuando regresan en su carruaje, cae un rayo y hace que el caballo salga disparado. El carro se vuelca.

Me queda un capítulo pretencioso que no cubre las expectativas mínimas para permanecer en la memoria. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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7
2 de septiembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
322/32(31/08/21) Sugerente episodio 79 (décimo cuarto de la tercera temporada, el que se emitió con motivo de la Navidad) de la icónica serie de antología televisiva The Twilight Zone creada por Rod Serling para la CBS. Tiene un punto de partida intrigante, cargado de misterio, provocando interés en ver como se resolverá, teniendo un desarrollo cautivador, con personajes bien trazados (que al carecer de personalidad, se expresan por su vestimenta), sobre todo el protagonista militar (William Windom expone la negación a aceptar este presidio) y el payaso (Murray Matheson borda su papel con gran energía y vis ácida cómica), influenciando al film de culto canadiense de 1997 “Cube”. Tocando temas como la búsqueda de la identidad, el no rendirse nunca, o el saber trabajar en equipo para conseguir los objetivos.

Capítulo dirigido por Lamont Johnson, que de los ocho que capitaneó lo consideró su favorito. Lo malo es que su resolución resulta (para mi gusto) poco satisfactoria, casi una tomadura de pelo en lo absurdo que resulta. Aunque en su favor me ha gustado como los protagonistas juegan con descifrar con teorías el porqué de su ‘problema’, lo cual hace paradójicamente que todas ellas queden descartadas, este juego meta-catódico es muy mordaz.

Narración de apertura: Payaso, vagabundo, bailarín de ballet, gaitero y un comandante del ejército: colección de signos de interrogación. Cinco entidades improbables se pegaron juntas en un pozo de oscuridad. Sin lógica, sin razón, sin explicación; solo una prolongada pesadilla en la que el miedo, la soledad y lo inexplicable caminan de la mano entre las sombras. En un momento, comenzaremos a recopilar pistas sobre los por qué, los qué y los dónde. No acabaremos con la pesadilla, solo la explicaremos, porque esta es la dimensión desconocida.

Un uniformado del Ejército USA (William Windom) como mayor, se despierta atrapado dentro de un cilindro metálico de grandes dimensiones, donde se encuentra con un vagabundo (Kelton Garwood), una bailarina con tutu (Susan Harrison), un gaitero (Clark Allen) y un payaso (Murray Matheson), irónicamente, parece ser el que entre todos ellos que razona más. Todos tienen diferentes teorías sobre su presencia aquí, aunque admiten que ninguna es realista. Tampoco recuerdan quiénes son, o cómo quedaron atrapados, y no parecen tener necesidad de comida o agua. El mayor, siendo el más reciente, es el más decidido a escapar.

Posee el capítulo un aire absurdo en el comportamiento de los personajes, transmitiendo sensaciones lóbregas, con el gaitero tocando el instrumento, con la bailarina danzando, o con el payaso soltando comentarios cínicos a cada plan de escape del militar. Toda una travesía por diferentes etapas emocionales en este inquietante relato, donde solo el militar busca desesperadamente la salida, los otros cuatro parecen llevar mucho tiempo allí, tanto que parecen resignados a su cautiverio. El militar remueve las esperanzas del grupo. El angosto y diáfano escenario es aprovechado por el director para con la cámara emitir en sus tomas singulares zozobra, jugando con la iluminación para provocar sensaciones de niveles siniestros.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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