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Polonia Polonia · Galitzia
Críticas de Valkiria
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Críticas 240
Críticas ordenadas por utilidad
8
29 de octubre de 2008
58 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas de su vida veo a Marilyn cabreada y asqueada de lucir palmito e interpretar por activa y por pasiva a la eterna rubia bobalicona. Vidas Rebeldes fue un revulsivo en su carrera, pero quizás llegó demasiado tarde. Tanto que el sempiterno personaje de “la corista” que le enguiñaron desde que la apodaran “tentación”, trascendió al cine y se la comió. Pero en un momento de lucidez, antes de que ocurriera lo inevitable, la Monroe demostró su altura como intérprete en esta cinta de Huston.

Hay tres escenas de la rubia infravalorada que pueden pasar lo mejor que hizo esta mujer delante de una cámara, muy probablemente, en el papel de su vida junto a Niebla en el Alma:

- Marilyn marcándose una cumbia con Eli Wallach
- Marilyn marcándose un record consigo misma, con una pala y una pelota y alborotando a los tres gallos del corral.
- Marilyn mentando a los muertos de los tres protagonistas masculinos (Gable mal, Clift regular, Wallach bien).

No creo que esté sobrevalorada esta película. La que está infravalorada es ella.

- Vidas Rebeldes no dice más que una obviedad (poetizada con las imágenes espléndidas de los caballos de Huston); obviedad tan clara como que la mujer engendra y alumbra vida: ¿quién mejor que ella para defender la suerte de un potrillo si su madre resulta sacrificada y aún a costa de enfrentarse a estos tres hombretones? Es gracioso comprobar cómo los tres vaqueros muestran su flaqueza, su debilidad humana y cómo sólo parecen superar esa frustración alimentando sus egos cuando someten a un animal. Gable y Clift buscan el afecto que necesitan y Marilyn da rienda suelta a su instinto de madre protectora (Clift), aunque ni se de cuenta. Por otra parte Huston, paternalista, no dejará que eso prospere.

La traducción al castellano de esta película es absurda.
No nos están mostrando los más y los menos de unas vidas rebeldes sino de unos pobres hombres inadaptados al entorno y sobre todo perdidos, porque lo suyo es deambular más que caminar con paso firme y decidido. Sólo saben hacia donde van cuando les guía un caballo o hacia dónde deben ir cuando Marilyn les canta las cuarenta.

Muy recomendable.
Valkiria
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1
25 de marzo de 2011
65 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabé la licenciatura hace años coincidiendo con los inicios del pajillero este. En último curso de carrera con el catedrático de historia del cine de la facultad de historia, asignatura optativa, asistí a una conferencia entre cientos de estudiantes de Compostela, Galicia y allende para supuestamente aprender del hombre de moda. Supongo que corrían los tiempos de la bestia del gran Alex de la Iglesia.

Estaban en el paraninfo de la Universidad Amenábar, Icíar Bollaín y Santiago Segura; los tres, casi por estrenarse en público.

Santiago Segura hizo pasar vergüenza a Alejandro e Iciar por su insolente respuesta ante un estudiante, apenas adolescente, que se preguntaba sobre el porqué de las tetas y culos en toda peli española y sin pretexto. Por cierto, a lo cual, Segura, no dio respuesta. Únicamente insultó, despreció y humilló -al chaval- revelándose como un tipo inseguro, receloso, mezquino y con mucha mala baba. Es cierto que era joven; pero más jóvenes éramos nosotros.

Algún estudiante, recuerdo, le ofreció un bozal.

Las preguntas de las butacas de los estudiantes se dirigieron entonces hacia Amenábar y Bollaín. Ninguna más hacia el tal Santiago, que iba menguando y menguando cada vez más, despreciado por todos nosotros, hasta que se hizo... algo chiquitito ou ou ou...

Y ya nadie le prestó atención al sujeto en cuestión.

Sin embargo... ahí lo tenéis. Número 1 en el taquillazo.

Gracioso o no, para gustos, el tipejo este es un sátrapa. Estaría bien tenerlo en cuenta.
Y el tonadillero calvo ese, hijo de Paquirri y la EsPantoja es para ya renunciar a la vida y tirarse de un puto puente o solicitar asilo donde se pueda. Lo que sea con tal de no verlos y además juntos.

Perdón! una arcada...
Valkiria
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9
22 de julio de 2009
50 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
- Estéticamente ni Bergman ni su director de fotografía, Nykvist merecen reproche alguno.
- Las localizaciones (psiquiátrico y playa), se incorporan a la trama como un personaje más.
- El dueto interpretativo, a muerte, entre sus dos musas es de quilates.
- El guión narrativo funciona a base de planos detalle; primeros planos en la morgue; primerísimos planos (las dos actrices), fundidos a negro, espectrales planos secuencia en los que Ullman se aparece en las ensoñaciones de Andersson y ese espectacular travelling, en la playa, cuando una corre detrás de la otra.
- Los diálogos (corrijo, monólogos de la enfermera Alma) alcanzan el clímax (nunca mejor dicho) cuando ésta narra el episodio orgiástico de la playa.

Por estas y muchas otras razones, “Persona” es la película con la que Bergman creyó haber llegado al límite de sus posibilidades. Si es cierto que el peso de su obra maestra recae sobre sus dos actrices protagonistas, también lo es que la intervención clave entra en la película con el monólogo que la doctora le dirige a la silente actriz, Elizabet Vogler (Ullmann): “Puedes quedarte en silencio. Por lo menos así no mentirás. Así no tendrás ni que desempeñar roles, ni poner caras, ni falsos gestos”.

Elizabet se impone no volver a pronunciar palabra desde que una noche interpreta sobre el escenario a Electra. Quizás prorrumpa en una carcajada en esa ocasión al percatarse de que su hijo, en etapa pregenital, experimente eso que Freud y escuela, describieron como complejo de Edipo. El absurdo que supone que una madre, Electra en el teatro, rehuya de su hijo no deseado y en fase edípica (un niño acaricia el rostro de Ullmann y Andersson al comienzo de la película) es razón suficiente para desternillarse de la risa y no volver a pronunciar palabra = falsedad.

Finalmente, la revelación de Elizabet, por medio de una carta que a la postre desatará la ira de Alma (su enfermera), sintetiza en apenas un renglón el sinsentido vital de quien “se queja de que sus conceptos de la vida no concuerden con sus acciones”.

Absurdo y falsedad. Tabúes sexuales. Maternidad no deseada. Abortos. Rechazo al hijo. Y a las palabras, que no expresan sino conformidad con la vida segura (seguramente falsa) que exige Alma para sí, pero con la que la discrepa, en el fondo y sin quererlo, al encontrarse con la horma de su zapato: Elizabet. Volvemos a la disección que la doctora hace de la personalidad de la actriz al principio... “¿Crées que no lo entiendo? Cada palabra una mentira, cada gesto una falsedad, cada sonrisa una mueca”.

Por fuerza (a hostiazo limpio), Alma y sus convencionalismos sociales se imponen sobre Elizabet. Pero la razón y coherencia le asisten a Elizabet, que se sabe ganadora en esta guerra con la enfermera a la que acaba por succionar, literalmente, la sangre y la persona.
Valkiria
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1
7 de junio de 2010
50 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Me encanta cómo visten las mujeres árabes ricas... ¿cómo hará esa de ahí para comerse las patatas fritas por debajo del chador? ¡Ya tiene que gustarle la comida rápida!".

Es toda la carne en el asador que ha puesto el guionista de esta secuela, no cinematográfica, sino física por la dolorosa autolesión que durante dos horas y media se infringe sobre aquella entretenida serie, herida mortal de necesidad.

Asombroso.
Valkiria
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6
27 de julio de 2009
59 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me pregunto si, cruzándose por la calle, Nina Pens, la inerte y letárgica albina dama, de melena rubia escarchada que protagoniza esta cinta reconocería a alguno de los actores con los que comparte cartel en esta singular película con cierta dosis de narcótico ritmo y soporífera cadencia. No cruza miradas con ellos en hora y media. No necesita hacerlo; sólo se escuchan, unos a otros, pero sin mirarse de frente. Supongo que porque el mayor mérito de la película se concentra en los diálogos.

Y en la espectral apariencia de esta mujer: una muñeca de porcelana, una figura de mármol. La expresión inalterable y somnolienta de Gertrud, asedia durante todos los largos planos secuencia en los que se empeña Dreyer.

Gertrud, una melómana aristócrata, orgullosa, no por su condición social sino orgullosa de alma, como le reprocha su joven amante, aparece rodeada de su particular colección de amoríos en secuencias larguísimas que protagoniza la dama, (siempre de perfil hacia ellos, de frente hacia nosotros). Diserta sobre sentimientos, amores, pasiones, recuerdos y añoranzas con su marido, (al que rechaza), su amante, (que no la quiere) y uno de sus amores de juventud, (que le ruega y suplica que regrese con él).

Lo insólito de la película, es que entre todo este batiburrillo de pasiones contenidas, todos se comportan, incluso brindando con champagne como si estuvieran velando a un muerto.

Los diálogos, pausados, contribuyen a la somnolencia.

Gertrud sólo se digna a mirar a los ojos de un amigo, brevemente, 40 años después, cuando ya divaga sobre la muerte, después de comprar su sepultura e imaginándose con un pie en la tumba.

Es espectral. Es una aparición brumosa ante el espejo. Es una mujer embalsamada.

No voy a discutir la calidad técnica o estética de la obra de Dreyer. Tampoco la guionización de los diálogos, que por veces son soberbios. Pero no haré apología de "Gertrud", por muy danesa que sea.

Sencillamente la creo interesante (6), porque creo que no había asistido a una propuesta tan arriesgada antes. Y para el año 64, digamos que tal osadía tiene su mérito.

Pero lo dicho: lo más emocionante de la película es el fuego de la chimenea.
Valkiria
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