Prácticamente hay consenso en sostener que los 4 mejores westerns de Ford son La diligencia (1939), Pasión de los fuertes (1946), Centauros del desierto (1956) y El hombre que mató a Liberty Valance (1962). La diligencia ocuparía el puesto número 4 ya que, si bien tuvo el gran mérito de reflotar este género a través de un inusual desarrollo del perfil de los protagonistas y secundarios sumado a las tomas de Monument Valley, podríamos decir que, por el año de su realización, Ford no había llegado todavía al cenit de su talento. En el tercer puesto pondría a la canónica Centauros del Desierto que me parece de las tres del podio la menos redonda por fallas que a la fecha actual se presentan como muy disonantes (que el jefe Scar esté interpretado por un actor blanco de ojos celestes; que Debbie (Natalie Wood) presente un perfil muy cambiante; la falta de credibilidad de algunos tiroteos). En segundo lugar colocaría a La Pasión de los Fuertes que considero de un gran lirismo y bastante redonda. En el primer lugar, la mejor acabada en todos sus items: grandes actuaciones de los protagonistas (sobresale John Wayne con dos secundarios que la bordan: Lee Marvin como Valance y Edmond O"Brien como Peabody), escenas de un lirismo inolvidable, un guión rayano en la perfección, un argumento de una profundidad superior a las otras por la categoría con que se trata el final del far west, dos asambleas "democráticas" grandiosas (no se pierdan a John Carradine en la segunda), un giro sorpresivo reservado para los que la ven por primera vez. En fin, coincidiendo con la votación promedio de FA, coloco en el podio de los westerns de John Ford a esta película.

Este es uno de los pocos casos en que coincido plenamente con casi todos los críticos. En el libro "Las 1001 Películas que hay que ver antes de Morir" de Steven Jay Schneider; en "501 Películas que no puedes dejar de ver" (Autores Varios - Libros Cúpula); en el 2o. tomo de "Las Grandes Películas" de Roger Ebert; en "100 Clásicos de Cine de Taschen"; y en "Grandes Películas 100 años de Cine" de Andrew Heritage; todos ellos sitúan a esta como la mejor película de James Bond. Curiosamente, desde la primera vez que la ví, quedó grabada en mi memoria como la mejor. En primer lugar es en esta tercera entrega en que los productores y el director con la ayuda de un muy apropiado Connery logran delinear todos los "tips" que a partir de ahora acompañaran siempre a 007. El jefe "M" (nunca me convenció la excelente actriz que es Judi Dench haciendo ese papel); el "pocas pulgas" "Q" entregando el Aston Martin preparado que nunca olvidaremos; Monneypenny y su amor imposible; el excéntrico Goldfinger y su atemorizante ayudante. Esta película tiene la "magia" que genera el cine cuando logra escenas que nunca más olvidarás: la mujer bañada en oro; el sombrero decapitando la estatua; y otras más que no detallo para no caer en spoiler. Después de este pico más alto, las que más disfruté fueron las dos primeras "Dr.No" y "De Rusia con Amor"; "Vivir y dejar Morir" y "La espía que me amó" con Roger Moore, y finalmente "Casino Royale" sin dejar de destacar que en este último caso, estamos ante un Bond más realista y oscuro que se acerca más a Jason Bourne que al James Bond clásico que llegó su cenit con la película que comentamos.

Viendo esta película, y sobre todo sus últimos 15 minutos, se me vino a la memoria que alguna vez había leído que Sergei Eisenstein solía decir que frente al "Cine Ojo" que proponía Dziga Vertov, el prefería el "Cine Puño". Y digo esto porque las imágenes de este película tienen una gran potencia visual (resaltada como siempre por esa maestría para el montaje que tenía Eisentein), y fueron sin duda una auténtico "PUÑO" en la propagación de las ideas comunistas y en la reafirmación del supuesto destino inexorable de éxito que tendría la Revolución Rusa. Esos últimos 15 minutos, esa palabra final: "Recuerden", son un puñetazo al hígado de las generaciones rusas que vieron esta película como una incitación a profundizar los efectos de la Revolución de 1917. Una llamativa curiosidad: Así como la escena en la escalinata de Odesa ha sido imitada muchas veces (la más recordada en la película "Los Intocables" de Brian de Palma), al final de esta película podrán ver una escena con una llamativa similitud a otra muy schokeante de "Apocalipsis Now". Evidentemente, recorrer el cine del maestro ruso, es recorrer un camino que ya han transitado casi todos los grandes cineastas que le siguieron, lo cual, sin duda, demuestra hasta qué punto Eisenstein tiene muy merecido el sitial que se le ha otorgado entre los directores más influyentes de la historia del cine.

Al ver por segunda vez esta película me ha gustado mucho más que la primera porque he podido advertir muchas virtudes que antes me parecieron ocultas. En primer lugar, me sorprendió descubrir similitudes con películas como "Ladrón de bicicletas", "El limpiabotas" y "Obsesión". En segundo lugar, me parecieron muy sobrias todas las actuaciones destacándose Cochran, Valli, Gray y Shaw. Tanto la fotografía como la banda sonora están muy ajustadas y logran transmitir de manera incomparable el sentimiento triste y desesperanzado del relato. Advierto aquí un Antonioni mas cercano al clasicismo en la forma de relatar que al que aparecería a partir de "La aventura". La presencia desoladora del paisaje logra enmarcar de manera perfecta todo el sentimiento de desolación que acompaña en su viaje sin rumbo al protagonista. Un retrato muy interesante y duro de la Italia de posguerra.

Simpática película dentro del esquema habitual de la que fuera la estrella más taquillera de Hollywood en el año 1938, precisamente el año del estreno de "Little Miss Broadway". Para que los cinéfilos que lleguen a esta crítica puedan tener una medida del valor intemporal de las actuaciones y las películas de Shirley Temple, les cuento que la ví junto con mi hija Barbarita de 11 años de edad. Cuando al terminar le pregunto qué puntaje le ponía, ella me pregunta cuánto le ponía yo. Tímidamente le digo, "qué te parece un 6". Ella se enojó y me dijo: "Papá, por lo menos un 9." Es decir que, en la era del Direc TV, de la Play Station, I, II, III, IV y siguen saliendo nuevas versiones para tortura de los padres del Siglo XXI, la regordeta de rulos con hoyuelos en las mejillas y sonrisa compradora que cantaba y bailaba "tap dancing" emulando al gran Fred Astaire, los años no han pasado y sigue vigente.