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Críticas de Chris Jiménez
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Críticas 2.204
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
7 de mayo de 2024
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Tal vez "Bahía de Sangre", de mejor título original "Reazione a Catena", fue lo más lejos y a lo más violento que el sr. Mario Bava pudo llegar en su carrera.

Aquella desconcertante obra que significó el germen para la mayoría de futuros "slashers", que se desarrolló en el caos por culpa de una producción con múltiples impedimentos (el presupuesto, como siempre, el más importante de todos) y que se ganó la repulsión de la mayoría de críticos se mantiene igual de fascinante en su irrefrenable locura, y su manera de amoldarse a lo que demandaba el horror moderno no pudo ser mejor. Pero volvió a recibir una oferta de Alfredo Leone que le haría dar un paso atrás, y la razón fue regresar a un género, el terror gótico, que en esos comienzos de los '70 estaba un tanto desfasado.
Por supuesto Bava no aceptó de buena gana aquel guión llegado a las manos del productor de puro rebote gracias a otro productor americano, y es que si de algo estaba harto era de las historias dentro de grandes castillos. Sin embargo puede que nunca volviera a tener una oferta mejor, y la oportunidad de rodar en localizaciones reales y no en estudio terminó de convencerle para aceptar viajar a la baja Austria...por desgracia un escenario no lo es todo a veces, y en el caso de "Gli Orrori del Castello di Norimberga" aún menos. Dicho escenario es el bonito castillo medieval de Kreuzenstein, donde va a parar Peter, el anodino protagonista de esta aventura en cuyo comienzo ya se empiezan a reunir todos y cada uno de los estereotipos del género.

Ya tenemos un castillo, un barón que aterrorizó a toda la población siglos atrás, un joven interesado en saber más de él, un empresario restaurador del lugar, una jovencita de muy buen ver (y tanto, es Elke Sommer), un cabeza hueca que cuida el castillo y, cómo no, un conjuro que sirve para despertar a los muertos y del que está claro que Peter y Eva harán uso...cuando podrían irse a hacer otras cosas, pero si algo bueno (y también malo) tiene la película es que en absoluto se preocupa por desarrollar a sus personajes ni por usar una trama secundaria como subterfugio, todo avanza muy rápido y se dirige de frente a la problemática de que despertar a un chiflado que torturaba a un montón de gente y además quemó a una bruja no es muy buena idea...
Pero el imbécil del protagonista considera que es interesante jugar con los hechizos. Esta primera parte, a pesar de las tonterías que desata el guión y de algunas ocurrencias de Bava fuera de lugar ("zooms" descontrolados, tomas en mano horrorosas), posee esa atmósfera extraña y ese estilo del terror clásico. Parece que en efecto vayamos a asistir al conocido espectáculo de apariciones, pesadillas, fantasmas y maldiciones en la línea de aquellas geniales adaptaciones que Roger Corman hizo de los relatos de Allan Poe...pero la magia, la poca que había, se rompe cuando el cadáver del barón Von Kleist sale de debajo de la tierra...

De un agujero en el suelo, no de un féretro ni nada parecido, escena que debería ser inquietante y acaba siendo cutre y ridícula...y sólo llevamos unos 25 minutos. A partir de aquí lo único que sentí fue una desconexión total con la trama, que toma a ese muerto viviente y lo lleva de aquí para allá cumpliendo con la norma del asesino del "slasher". Por estos cauces se mueve la historia, entre el "slasher" de toda la vida y una pizca del terror que aún se mantiene de forma muy endeble, añadiendo a la típica médium que tampoco puede faltar (Rada Rassimov) y que ocupa unos pocos minutos para no volver a aparecer; así, la incoherencia argumental deriva en el caos.
Bava podría haberse apegado a un horror más onírico de atmósferas elaboradas, algo en lo que era un experto, y en lugar de eso tiene al barón correteando por los pasillos del castillo, desmembrando al que se le cruce y acosando a la pobre Sommer, quien protagoniza algunos de los momentos más ridículos de toda su carrera, en particular una larga secuencia en la que el barón la acorrala en el castillo y lo único que hace ella (se supone que es una chica inteligente) es dar gritos durante un tiempo excesivo para mi gusto; pero, y para colmo de lo inexplicable, Peter no sólo llega a tiempo al lugar...¡sino que la volverá a dejar sola, perfecto para que vuelva a caer en las garras del muerto viviente asesino! (¿y cómo ha llegado de un punto a otro sin ser visto?)

Pues así, a este nivel de estupidez, llega Bava, que no repara en mostrarse muy cansado tras la cámara, y por otro lado vemos a Joseph Cotten aún más cansado frente a ella. Sin saber muy bien qué pinta en este desaguisado e imagino que preguntándose cómo de bajo había caído en su carrera, el pobre encarna a un misterioso personaje que quiere adquirir el castillo; la pareja protagonista le relacionará con el barón según unas deducciones un tanto idiotas (lo peor de todo es que tendrán razón, haciendo honor el guión al sinsentido total). ¿Y los policías que dan vueltas sin ayudar a resolver nada?, ¿y la médium, que podría haber tenido más escenas?
¿Y esas soluciones peregrinas que se va sacando el guión de la manga para desvelar la identidad y la debilidad del barón?, ¿y por qué los protagonistas aparecen y desaparecen porque sí cuando son evidentemente necesarios? Muchas preguntas sin respuesta, y cientos más que hay (como por ejemplo, ¿tiene alguna función la niña además de decir obviedades?). A Bava no se le nota nada inspirado, ni siquiera es capaz de regalarnos lo que la traducción al castellano sugiere; en ningún sitio hay orgía de sangre, a lo sumo un par de asesinatos cruentos.

Así que la película, pese a ciertos instantes interesantes (la invocación de la bruja, lo mejor) no funciona ni dentro del "slasher" ni del horror gótico...y eso que al parecer funcionó moderadamente bien en taquilla, en especial en Norteamérica, donde A.I.P., como de costumbre, la estrenó en una versión un tanto "maquillada".
Chris Jiménez
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7
6 de mayo de 2024
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Un monstruo de más de 30 toneladas, armado con tres cañones y tres ametralladoras, capaz de dirigirse a más de 40 km/h en campo abierto y ocupado por cinco hombres protegidos por un blindaje de 90 mm. de espesor con un único objetivo: hacer pedazos al enemigo alemán.
Sin concesiones y sin reparos, porque esto es la invasión.

Aunque en la producción de David Ayer destaquen sobre todo películas de acción intensas, crudas y adrenalínicas, siempre ha estado ligado al género bélico, que consumía desde su infancia; además viene de tradición militar y sirvió en la marina en la época de Ronald Reagan, así que de algún modo "Fury" sirve de tributo a todo lo que aprendió y le enseñaron, inspirado principalmente por el algo controvertido libro de Belton Cooper "Death Traps", donde narraba sus memorias de la 2.ª Guerra Mundial como soldado de la división blindada.
Este puede ser el mayor aliciente para los que somos fans del bélico, porque un servidor al menos nunca ha visto una historia enfocada en dicha división, en la vida de aquellos hombres que a bordo de carros como el M4-A2 Sherman tenían que abrirse camino a través de las filas enemigas, en sus vidas dentro de semejante armatoste. Y Ayer, sin dejar de ofrecer espectáculo al público como buen cineasta de códigos hollywoodienses que es, quería ante todo realismo y originalidad (difícil de conseguir esto) mientras obligaba a su elenco de estrellas a realizar duros entrenamientos para representar el combate ante la cámara de la manera más fiel posible.

Se nos sitúa en los estertores de la contienda, cuando las tropas aliadas asedian ciudades a lo largo del territorio alemán y supuestamente respetando el lema de la Proclamación de Eisenhower "Llegamos como un ejército, no como opresores", con un protocolo establecido para desalojar a los habitantes de manera pacífica...aunque una cosa es lo que los papeles decían y lo que aquellos militares hastiados, sin suficiente suministro, ni preparación ni siquiera munición, hacían en realidad. Desde el primer plano sabemos que esta es una lucha de buenos y malos, y el malo es el tipo que acaba con el ojo apuñalado por un Brad Pitt que sin miramientos se lanza sobre él.
El tanque es un hogar para los soldados "Coon-ass" (repelente Jon Bernthal), "Gordo" (Michael Peña, por eso de añadir color al grupo) y "Bible" (Shia LaBeouf, quien, en su línea, no se llevó bien con nadie durante el rodaje), comandados por el veterano "Wardaddy", mientras fuera la campiña de Oxforshire simula la Alemania en plena ocupación de 1.945. Pero claro, hay que pasar por clichés, y Ayer usa el que menos me gusta: que la historia se cuente desde los ojos de un recién llegado al escenario; el joven Logan Lerman como el mecanógrafo Ellison nos guía a través de esta tierra extraña donde hay que asesinar o ser asesinado y nos presenta a los no muy educados ni sensibles veteranos.

Esta es una maniobra innecesaria y repetida hasta la saciedad unida a una mentalidad muy hollywoodiense: dar al espectador alguien con quien identificarse, cuando sería mucho mejor dejar que por su propia cuenta se identificara con los personajes que considere oportuno, sin verse forzado a ello. Por otro lado, y a pesar de que los alemanes son un enemigo algo impersonal, no existe esa tan criticada propaganda por ningún sitio en "Fury" porque no se esboza a soldados piadosos ni de moral intachable (puede que "Bible" hable de religión cristiana pero, mientras, el sargento (Pitt parece recién llegado de "Malditos Bastardos") obliga al inexperto muchacho a acribillar sin compasión a un alemán arrodillado...).
Lo que hay son hombres hartos de luchar y de morir, que un día estuvieron en la piel de Ellison mientras otro sargento les ordenaba matar; no hay blancos y negros aquí (pero tampoco hacía falta que Ayer me lo justificara por medio de esa escena tan larga, tan incómoda y repulsiva en la que "Wardaddy" y Ellison encuentran a dos mujeres en un edificio y se ponen cómodos en su casa cuando de repente son abordados por los del resto del grupo; suceden muchas cosas durante este corto tramo, se exponen multitud de personalidades, y resulta ser un añadido sin pies ni cabeza porque no guarda ninguna relación con el resto del film).

La trama se construye de una manera casi episódica, hilvanando situaciones, pero dicha escena pareciera que surgió durante el rodaje y el efecto es horrible y desorganizado (no estaría mal que el chico recordara a la pobre Emma al final, pero no, qué más da...) y si Bernthal ya caía mal ahora sólo deseas verle convertido en gravilla por un obús alemán. El último acto (que podría haber abarcado toda la película si se hubiera escrito mejor el guión) se centra en el quinteto y olvida a los demás secundarios: basándose en una de las experiencias descritas en la novela de Cooper, Ayer regresa al bélico menos realista y más aventurero manteniendo en el Sherman a los protagonistas contra una oleada de soldados nazis.
El espíritu de "Doce del Patíbulo", "Hell is for Heroes" o "La Colina de la Hamburguesa" (hay mucho de Vietnam en esta 2.ª Guerra Mundial) lleva el tono y la violencia a cotas casi surrealistas, pero en pantalla esto se traduce en un ruidoso disfrute de cuerpos volando por los aires, proyectiles que iluminan la noche como lásers de "Star Wars" y fuego, carne, humo, metralla y tierra por doquier. Esto es una delicia para todo aquel que sepa apreciar el género en su más espectacular forma; el de Illinois no se anda por las ramas, su estilo es crudo y su ritmo rápido, un digno heredero de artesanos como Siegel o Fuller, que muestra la violencia de frente, sin hacer ascos a la brutalidad.

Por otro lado, al igual que Ford, nos enseña lo que significa la camaradería masculina, la sensación de hermandad en situaciones de pesadilla e inhumanidad.
Al final no hay quien crea que "Fury" pudiera representar un episodio real en ningún momento de la guerra, pero tampoco pierde su mérito de entretenimiento de primera clase.
Chris Jiménez
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7
5 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La prosperidad de una nación en progreso. Tantos ignorantes que depositan su fe en aquellos que tienen el poder sobre el suelo que pisan.
Pero dentro del universo de Akira Kurosawa el suelo que pisa el villano acaba resquebrajándose y hundiéndose. A las espaldas de la corrupción, la calumnia y la traición él siempre intentaba que acabase cayendo la justicia...

Así esta es una nueva incursión en el terreno de la problemática social, y sucede justo cuando se inicia esa curiosa etapa de su carrera tras el enorme éxito de "Hidden Fortress", que ha significado un arma de doble filo para Toho, pues la recaudación y los galardones compensaron una producción que pareció irse por la borda por culpa de los retrasos y los aumentos incluso ofensivos de presupuesto, imposibles en aquella época; nace entonces Kurosawa Productions de su asociación al 50% con Toho, permitiéndole mayor libertad para organizar sus proyectos con la condición de tener presente un obligatorio beneficio de taquilla...
Es decir, libertad según los estándares comerciales de la propia productora (la misma que antes, básicamente); una maniobra clásica de los ejecutivos donde si la mitad de la asociación fracasaba ellos no estaban directamente implicados y sus otros directores de contrato podían respirar un poco mejor. De alguna forma estos procederes alimentan una idea básica: tratar un tema interesante para el espectador medio, relacionado con la actualidad, tal vez el de la corrupción empresarial, idea que termina de fraguar su sobrino, Yoshio, periodista de investigación y a ratos guionista, gracias a su borrador sobre un asunto de escándalo real relacionado con la administración pública.

Su decisión de reunirse con cuatro guionistas más para armar una historia a partir de aquel planteamiento parece excesivo; están los colaboradores habituales, sí (Hideo Oguni, Ryuzo Kikushima, Shinobu Hashimoto...), pero son demasiados. Eso sí, el inicio de "Warui Yatsu hodo yoku Nemuru" es brillante, y permanece entre los momentos más memorables que haya filmado nunca: un complejo "set piece" de 20 minutos situado en una boda, la de Koichi con Yoshiko, hija de uno de los mandamases (Iwabuchi) de una gran compañía de propiedades públicas y terrenos.
Lo curioso de esta pomposa celebración donde la invalidez de la novia parece acaparar las miradas de todos es el papel que toman en ella un grupo de periodistas cuyas narices siguen el rastro de un caso de suicidio dentro de la empresa. Este es, una vez más en el cine del nipón, la clave de todo: la exposición de personajes y el deseo de contarnos los entresijos de la trama a través de la mirada de un tercero distante; esos periodistas, que van destripando a una serie de ejecutivos mientras se suceden las nupcias, sirven de narradores, la policía pulula por allí, los sudores recorren algunas frentes y los novios se mantienen en silencio con la ceremoniosidad de una representación noh.

Pero esta manera de proceder es otra arma de doble filo, ya que lo que debería permanecer oculto (la identidad de los conspiradores de ese suicidio tan sonado) se revela sin ningún pudor ante nuestros ojos gracias a la presencia de un pastel encargado con toda la mala intención para la boda; exposición que, adoptando otras formas, se irá repitiendo a lo largo de la película, dividida en actos según los villanos que son derrotados. Y quien se encarga de ello es, cómo no, un Toshiro Mifune de actuación estoica y lacónica en la piel de ese Koichi que, a poco que puede, también deja al descubierto sus tejemanejes para destruir la empresa del padre de su esposa.
Esta es la segunda gran exposición del guión y tal vez la peor, privándonos de emoción, intriga y misterio. Kurosawa sabe de sobras atraparnos en entornos asfixiantes dominados por la maldad, el cinismo y la inhumanidad (los viscosos abismos del mundo de los negocios que aquí se observan están muy heredados de las novelas sobre espionaje industrial y corrupción del genio Toshiyuki Kajiyama), pero en este caso, no sé el motivo, tiene muy poco respeto por el desarrollo de la trama, por la inteligencia de su público y en especial por sus propios personajes...

El guión podría, por ejemplo, haber aprovechado a Tatsuo (el joven hermano de Yoshiko) y convertirle en motivo de sospecha cuando está en marcha la conspiración para derrocar a Iwabuchi y los suyos, ya que, en sus propias palabras, no confía en su padre. Así se mantendría en incógnita, al menos durante un tiempo, quién es el verdadero conspirador.
¿Es Koichi?, ¿es Tatsuo?, ¿o ambos? Por desgracia, y no vamos ni por el principio de la historia, esto no sucede porque Koichi se delata ante la cámara cuando incrimina a otro ejecutivo mientras Tatsuo es desperdiciado sin piedad.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

En algunos aspectos "Warui Yatsu hodo yoku Nemuru" es un ejercicio interesante: su aspecto de "noir" clásico versando sobre temas de denuncia social siempre vigentes, su atractivo estilo, la labor del director de fotografía Yuzuru Aizawa, un increíble logro a nivel visual, cómo no las interpretaciones de un reparto donde confluyen la mitad de las grandes estrellas del cine japonés de la época (Chishu Ryu y Susumu Fujita por desgracia desaprovechados ya que los agentes de la ley y funcionarios casi no participan en la historia)...
Pero sus torpes revelaciones a destiempo y un desenlace que sin problemas se puede adivinar una hora antes echan por tierra las expectativas del gran "thriller" que pudo haber sido (no en vano fue un fracaso de taquilla), lo que ya lograría la posterior "High and Low". Eso sí, Kurosawa nos regala un instante memorable cuando Iwabuchi, victorioso, se metamorfosea ante nuestros ojos, durante una llamada telefónica, en futura víctima de los intereses de un superior invisible, como si esta cadena de violencia y sacrificio no tuviera fin...y resulta realmente desolador.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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5
4 de mayo de 2024
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esa peculiar ola de "remakes" de clásicos del cine negro que tanto se extendió durante los años '80 y '90, uno de los títulos posiblemente menos recordados sea la versión modernizada de la excelente "Kiss of Death" de Henry Hathaway.
Aunque hablar de "remake" es difícil en este caso.

Ni siquiera el sr. Barbet Schroeder lo tenía claro. Cuando se le mencionaban siempre decía que como mucho era una sombra del film de 1.947, al que incluso le pensaba cambiar el nombre para evitar la relación; también fue un proyecto soñado ya que siempre quiso colaborar con el gran autor y guionista Richard Price, quien por cierto había llevado a cabo la misma tarea unos años antes reescribiendo para Irwin Winkler otro clásico del género, "Noche en la Ciudad". Vuelven los delincuentes de poca monta, los malos barrios, los funcionarios corruptos, pero lo único que tal vez relacione esta obra con la de Hathaway es el logo de la Fox y algunos escenarios de rodaje en Queens.
Helen Hunt da vida a un personaje ausente en la original (sus secuencias se filmaron, pero terminaron tristemente eliminadas del montaje): la esposa del protagonista, que lucha para llevar una vida normal tras su puesta en libertad. La gran diferencia entre el Jimmy de David Caruso y el Nick que encarnó Victor Mature (además de tener una hija y no dos) es que el primero no quiere revivir sus tiempos de criminal, mientras el segundo no tenía más remedio debido a los duros problemas económicos; ahora es un tercero (Michael Rapaport) el que incita al protagonista a participar en un robo, y no de joyas, sino de coches.

Y este robo está organizado por el villano de la historia, "Little" Junior Brown, que básicamente es Nicolas Cage interpretándose de nuevo a sí mismo (en un mal fin de semana) y pretendiendo reemplazar al Tom Udo por el que Richard Widmark se alzó como uno de los villanos más espeluznantes de la Historia del cine. Los esquemas narrativos son casi los mismos, con el pobre protagonista dando con sus huesos en la cárcel por negarse a cooperar con la policía, pero los secundarios alrededor sufren algunos cambios drásticos, empezando por el fiscal que colabora con él.
Si antes D'Angelo sentía compasión por Nick por su delicada situación familiar y se entregaba en cuerpo y alma al cumplimiento del deber, el Zioli de Stanley Tucci es un cínico repulsivo que sólo desea poder y prestigio. Por su parte el guión de Price (que cuesta creer que lo haya escrito él) adolece de cosas como el mal uso de las elipsis, el trato de personajes y el confuso desarrollo de la trama, que se divide en dos partes: cuando Jimmy está en prisión y cuando es libre otra vez. Y en la 1.ª se nos presentan individuos cruciales que son borrados del mapa con toda frialdad y sin que le importe a nadie (para lo que hace aquí la srta. Hunt mejor que ni hubiese aparecido).

En la 2.ª parte prolifera el enredo, hasta extremos imposibles. Y es porque otros personajes que no aparecían en la original, y que no son necesarios de ninguna manera, se meten a hacer bulto; el de, por ejemplo, el policía de Samuel L. Jackson que resulta herido durante la detención de Jimmy y sus compañeros, sería en realidad la versión adecuada de D'Angelo, o el del traficante Omar, que sólo añade más locura a este manicomio, cuando se descubre su doble identidad. No hacen falta para nada porque lo importante es la relación entre Jimmy y Brown, más estrecha que la de Nick y Udo ya que aquí el primero cumple condena por él.
Las operaciones de los agentes son más explícitas al tiempo que la exageradísima caracterización de Cage echa por tierra toda la credibilidad de la trama; curiosamente con su volátil, brutal e inframental Brown el actor recuerda al villano de la novela original de Eleazar Lipsky en la que se basó la obra de Hathaway, pero con aún menos cerebro. El trato de personajes es bastante terrible e insisto en el patinazo de Price, porque las interacciones entre ellos se producen en tres niveles básicos: no hacer más que decir obviedades con respecto al argumento sin aportar nueva información, intercambiar algunos clichés dramáticos o bien enzarzarse en situaciones y conversaciones que resultan incomprensibles y absurdas.

Al final Jimmy demuestra mucha menos inteligencia que su doble anterior, Nick, cuando se trata de confrontar al villano, tal vez porque Schroeder hace mayor hincapié en estrechar el cerco alrededor de él. Y es que si esta "Kiss of Death" funciona a algún nivel es en el de mantener la tensión propia del "thriller" policíaco en la cual al espectador no le importa dejarse atrapar de la misma forma que los personajes, y sobre todo ese sufrido protagonista del cual sólo podemos sentir una creciente lástima y preguntarnos qué más le puede pasar.
Aquí esa sensación de opresión es mayor que en el film original ya que no cuenta con la gran ayuda que le brindaba el fiscal D'Angelo y en el potaje de traiciones y mentiras de Price toman parte otros agentes de la ley que juegan en su contra, por tanto la única salida que queda es lanzarse y arriesgar la vida como bien hace él, y de paso eso le sirve al director para desplegar más dosis (innecesarias) de acción, violencia y pirotecnia, pero Hathaway lo hizo mejor al dejarnos en la duda de si Nick había sobrevivido o no...
Chris Jiménez
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8
3 de mayo de 2024
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Es el instante antes de un encuentro decisivo. Victor Mature, en la piel de Nick Bianco, se sienta en un restaurante y se enciende un cigarro; sopesa qué está haciendo, qué hará, tal vez está repasando toda su vida...y mientras, de forma intermitente, dirige su mirada hacia una cortina al fondo, hasta tres veces.
Al parecer el Mal le acecha, le acorrala...

Son unos segundos, pero son vitales. Un paréntesis en la acción narrativa, una reflexión sobre presente y futuro, sobre la vida y la muerte que termina de corroborar la maestría de Henry Hathaway para crear un ambiente de tensión tal que el espectador pueda sentir esa ligera opresión en los pulmones que asfixia al personaje. Y la historia de Nick es realmente asfixiante, un tratado inspirado en hechos reales sobre lo que significa romper el código de honor del hampa e intentar volver limpio a la sociedad; "The Kiss of Death" fue escrito por el autor y fiscal Eleazar Lipsky al estilo de McGivern o Burnett, con una atención especial por lo trágico, lo fatalista.
Darryl Zanuck, presidente de la Fox, sabía que tenía un buen producto en las manos cuando se hizo con los derechos a poco de publicarse, aunque al principio sólo se pensase como un título más para lucimiento de Mature; y el sr. Hathaway no pudo rechazar el guión que le entregó, el mismo que vemos en primer plano durante esos originales créditos iniciales y que firma Ben Hecht, modificando, quitando y mejorando, eso sí, ciertos elementos del libro. Y uno de los mayores aciertos de esta adaptación es su utilización, como se menciona, de localizaciones reales.

Ahí está, la ciudad de New York de mitad de los '40, bajo la noche y en fechas de Navidad. Conmovedor. La tranquila voz de Coleen Gray nos relata los hechos, sobre cómo Nick se condena a sí mismo con tal de poder ofrecer a su familia algo que nunca tuvo: felicidad, y para eso hace falta dinero. Esta concisa y adecuada presentación del protagonista sustituye una gran parte del libro donde se nos introducía en su vida, desde su dura infancia, sus experiencias como delincuente e incluso su matrimonio; el guión, aunque nos siga dando información sobre él por medio de la narración omnisciente o de sus propias confesiones, prefiere ir al grano.
Pero Hathaway sabe estructurar la acción, controlar el ritmo y hacer al espectador parte del suspense; después de atracar una joyería en un edificio, Nick y sus compinches esperan en un ascensor lleno de gente mientras la alarma ya se ha dado...y esperan, y esperan, el sudor casi salpica la cámara, el aire se vuelve espeso y la espera se vuelve insoportable. Un poderoso dominio de las atmósferas que irá repitiéndose a lo largo del film, cuyo primer encuentro entre Nick y el fiscal D'Angelo muestra, igual que en las páginas, su tozudez a la hora de defender un código criminal inútil, pues en sus palabras los criminales son escoria inmunda sin código (puede que el tono sea reaccionario, pero eso no le quita la razón).

El uso indiscriminado de la elipsis también prevalece, pero el tiempo que se toma la cámara para desnudar las emociones de los personajes es muy valioso. Por desgracia nunca vemos a la esposa de Nick, quien ocupaba más páginas en el libro y el borrador pero acabó siendo desechada por cuestiones de censura (así que su adulterio (o violación) y muerte suceden mientras él está preso, y más temprano en la historia de lo que debiera...). A la segunda esposa la cambian por una dulce niñera, Nettie (que narra la película), pero donde Hecht acertó de pleno fue dando a Tom Udo una dimensión mayor, del matón ridículo que inventó Lipsky al astuto psicótico que interpretaría Richard Widmark en su primer papel para el cine.
Este Udo, con su perpetuo traje negro, sus ojos saltones y su malévola y asquerosa risa figura una forma de maldad del todo creíble y amenazante, en contra de Nick, el hombre arrepentido que sueña con la reinserción social, algo siempre difícil de creer, pero su personaje está creado para generar simpatía en el espectador, porque no es alguien malvado, sólo alguien que se equivocó de camino y cuyos actos están justificados por el hecho de tener una familia a la que mantener (tal vez la visión del lado humano del criminal sin necesidad de redención no llegaría hasta "La Jungla de Asfalto"; aquí aún persiste...).

Hecht también fue inteligente al presentar a un Nick más apegado a la familia y a su deseo de seguir adelante y vivir una vida decente al contrario que en el libro, donde le embargaba la culpa por haber traicionado el puñetero código de los criminales, hasta el punto de volverse un tanto irritante. Aquí Mature interpreta de forma brillante el papel de padre desesperado que si teme que sus actos de delator se vuelvan contra él sólo es por el daño a sus seres queridos; gracias a Dios el guión le ha sabido dar sabiamente la vuelta al gángster de Udo hasta hacer de él alguien de maldad omnipresente.
Una maldad que rodea por todos lados a Nick hasta penetrar en su hogar, y es que pocos villanos del cine negro clásico han resultado tan convincentes (baste recordar no sólo la brutal secuencia de asesinato con la que Widmark pasó a la Historia, sino aquel reencuentro entre su personaje y el de Mature en el restaurante, donde Udo saborea la idea de conocer a su familia; nunca le vemos hacerlo físicamente, pero la manera depravada en que fantasea con tener a la mujer y a las hijas del otro en sus manos es suficiente para hacernos pensar las peores atrocidades, y esa risa contraída tan distintiva que pone los pelos de punta termina de rematar su carácter infrahumano...).

Mientras Brian Donlevy da forma a un interesante D'Angelo, siempre dispuesto a ayudar a Nick pero también atado de pies y manos por los procedimientos de la ley, no estaría de más elogiar el trabajo del director de fotografía Norbert Brodine, por su capacidad para envolvernos en esos entornos opresivos llenos de claroscuros, casi de vena expresionista.
Chris Jiménez
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