Gran película que refleja la vida rural de unos Estados Unidos bien distintos a los que todos imaginamos. Terrence Malik, guionista y director del filme, baña cada escena de una sensibilidad capaz de rozar el alma. Sus planos, las bellas vistas de las infinitas extensiones de trigo, la recreación del sistema cuasi esclavista de trabajo, la evocación de las costumbres, prácticas, fiestas y bailes de los trabajadores, revela unas tradiciones hermosas en su pobreza, sencillez y austeridad.

“Días del cielo” es, ante todo, una historia de amor y miseria. Bien narrada, Malick puede presumir de un dominio del ritmo que encaja a la perfección con la historia, donde nada sucede antes de tiempo y todo cuanto piensan y sienten los protagonistas guarda lógica y marca las pautas de sus comportamientos y actos. La trama es sencilla y su discurrir siempre enciende el espíritu, con algunas de las escenas más románticas que haya visto en muchos años y unos silencios que expresan multitud de matices que van del amor al reproche, de la decepción amorosa al sentimiento de libertad, de la privación al deseo.

Se exploran la bondad y maldad del ser humano como parte de la esencia misma de su espíritu. Su paisaje, un mar de trigo cuyas olas bañan los festejos y el frío de los trabajadores que han de dormir a la intemperie, presenta unos años de difícil supervivencia en la tierra de las oportunidades, donde lo único válido en el hombre es su fuerza del trabajo y su capacidad para resistir a condiciones de dureza extremas.

Imprescindible su visionado. Una maravillosa película.