Después de una amarga e insustituible primera temporada aquí nos llega la segunda, pero desgraciadamente la temporada no tiene carisma, se mire por donde se mire. Está bien hecha pero le falta todo lo que tenía la primera y que la hizo taaaan aclamada: unos buenos personajes (la trama principal, en realidad, permanecía en un segundo plano y servía únicamente para complementar de forma orgásmica a los enormes Rust y Martin).

A pesar de que se han esforzado en dar a cada uno su pasado y su vida, en esta todos los personajes tienen la misma cara, y por momentos (sobretodo hacia la mitad) parece demasiado impostada ese aura de dolor y tristeza que fluye por la serie, y así es imposible empatizar con la historia.

El tema de la banda sonora, espléndidamente resuelto otrora vez, aquí se queda en correcta. La intro no llega a alcanzar la iconicidad de la primera, y el empeño por enfatizar a la cantante Lera Lynn en cada encuentro entre Velcoro y Frank en el bar es bastante molesto.

Lo más destacable, aunque en un principio pareciera chocante, es Colin Farrell. Se come con patatas el resto de la serie, como se suele decir parece un personaje extraído de una serie mucho mejor.

Los creadores no han entendido que el éxito de la primera se basaba en la sutileza y riqueza de los detalles y la simplicidad de la historia. Más que un quiero y no puedo, un quiero y no se. Una pena, la verdad.