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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
10
Fantástico. Terror. Drama Filme basado en cuatro historias del escritor Lafcadio Hearn. - "Pelo negro": Un samurái no soporta a su mujer y la abandona por una princesa; y años después vuelve a casa para realizar un terrible descubrimiento. - "La mujer en la nieve": Dos leñadores se refugian de una tormenta de nieve en una especie de cobertizo abandonado. - "Hoichi": El fantasma de un samurái le pide a un músico ciego que toque una balada en la tumba de su señor. ... [+]
9 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo el terror y el fantástico japonés sus géneros principales, también posee un carácter histórico a la hora de escenificar las diferentes edades de la cultura nipona con ligeros toques de chanbara que, aunque no constate el subgénero en sí, ayuda a crear una perfecta ambientación que ayuda sobremanera al tono de la película. Tiene también pequeños tintes de romance dramático en sus dos primeros episodios y de thriller en los consiguientes, entre los cuales crean una armonía perfecta que hace de esta una cinta tan redonda como versátil. Dentro del terror, obviamente, el subgénero de fantasmas es el que más honor la hace, muy asentado en el profundo folclore japonés.

Un filme claramente para todos los públicos, muy enfocado en el pueblo del Sol naciente, por su evasión de elementos explícitos o desagradables para ser una producción de terror, una narración fácil de entender e historias muy entretenidas e interesantes. Aunque a día de hoy no consiga incitar miedo en el rigor estricto de la palabra, se debe tener en cuenta el año de la película, 1964, y el acercamiento que hace el director de Samurai Rebellion a los elementos paranormales desde una percepción educadora y respetuosa, sin ser sanguinario en pantalla, cuya única comparación reside en Onibaba de Kaneto Shindô, precisamente del mismo año.

Los diálogos directos no tienen pérdida y no arrojan segundas intenciones, lo cual hace una narración agradable y suave, teniendo en consideración la cantidad de metraje que posee la película. A través de ellos se forjan las fases de cualquier relato de terror; incredulidad hacia lo desconocido, entendimiento y confrontación, haciendo unas muy interesantes interacciones entre el más allá y la humanidad. Las escaletas de cada narración están ligeramente diseccionadas por una voz en off que apoyan a la puesta en escena, poniéndonos ipso facto en antecedentes y otorgando un tono de historia de fantasmas, de las cuales se ejerce un carácter lineal a partir de su conclusión, manteniendo un ritmo medio en general y un pulso apropiado en los momentos de intriga.

El estilo de Kobayashi alcanza su optimización en El más allá, con una precisión inhumana a la hora de mostrarlo todo. La maestría que denota a la hora de utilizar planos largos y controlando la profundidad de campo como pocos, ya que el escenario es un elemento primordial para la película y la necesidad de mostrarlo en su máximo esplendor no se le pasa al genio japonés, auxiliando a un montaje analítico y sintético del entorno. Los planos estáticos, pero con gran variedad de formas acompañan constantemente a la película, haciendo uso de vez en cuando de travellings en plano subjetivo para que el espectador se adentre en las historias, y algunas panorámicas para captar el movimiento de los actores en espacios reducidos, con una gran concepción de ellos y utilizando grandes encuadres para que podamos observar la escenografía desde varios puntos de vista. Extreme close-up y planos detalle también son habituales en cuanto plasmar las emociones de los personajes y objetos con gran peso argumental (como son, por ejemplo, las sandalias de La mujer de las nieves o la taza de En la taza de té). La simetría, preciosa visualmente, y acompañada de esa gama de colores, es un deleite ocular que en sus más funciona como pequeño punto de aflojar la tensión del espectador mediante imágenes bellas y, a veces, poéticas.

Con la iluminación Kobayashi pone las cartas sobre la mesa, con cambios impecables que casan a la perfección con las escenas, focos de luz artificial intencionados para reflejar ese carácter teatral de kabuki tradicional, muy habitual en su filmografía y también empleado en Samurai Rebellion (1967), y muchos claroscuros para aumentar una estética plagada de colores térreos y gélidos, salpicada de vivaces generalmente púrpuras y rojos. Con todo ello, el director nos deleita con una ambientación magistral, e indispensable para tratar los cuentos. Los recursos neblinosos son una constante en toda la película y que, lejos de parecer artificiales, aumentan aún más el tono fantástico y dramático, contrastando a la perfección con los decorados, y recordando a películas de corte más clásico como Los Cuentos de la luna pálida (Kenji Mizoguchi, 1953).

Las interpretaciones son impecables en todas las partes, destacando unas cuantas del amplio reparto que tiene. Tatsuya Nakadai, actor fetiche del maestro, haciendo las delicias del público como Minokichi, compenetrado de manera sublime con una fría pero cercana Keiko Kishi haciendo de Yuki en el segundo relato. El legendario Takashi Shimura también tiene sus minutos en pantalla como mentor de Hoichi, este último siendo interpretado por un joven y talentoso Katsuo Nakamura.

En aspectos de sonido es uno de los mejores trabajos del cine, empezando por una edición de sonido abrumadora por parte de Tōru Takemitsu que marca los compases de la acción codeándose con el silencio y acoplándose a las imágenes. Su labor como compositor tampoco se queda atrás haciendo piezas impresionantes y fundamentales para el desarrollo de los episodios, teniendo un peso inexorable en el argumento y gravitando alrededor de la ambientación como si de un ente se tratara.

A nivel fotográfico y aún jugando en su contra por el uso de escenarios artificiales fabricados para la película, Yoshio Miyajima es un avezado sobretodo en el tercer episodio, cambiando en un inicio el tono tenebroso por uno apacible con una fotografía marítima en la introducción de la batalla de los dos clanes, optando más tarde por una más naturalista que oscurece según avanza la trama. En todos los episodios hace un trabajo impecable.

Me quedo muy corto con una obra tan inabarcable como esta, cuyo grado de culminación impacta como un golpe glacial y umbrío en el público. Masaki Kobayashi nos cuenta a su manera el libro de Lafcadio Hearn desenvainando todo su talento. Una obra maestra audiovisual.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tiggy
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