El más allá

El terror en el cine suele estar buscado a través del temor o la angustia.

Yo lo vinculo más a una sensación de vacío. Al horror intangible de las pesadillas.

Las pesadillas suelen imponer una deformación perversa de lo cotidiano. No es el miedo a lo desconocido, sino la mueca enferma en lo "nuestro". Y estos monstruos nacen en uno. No vienen del exterior.

La traslación a la pantalla del ambiente asfixiante de las pesadillas es el ejercicio más difícil del cine. Kobayashi echa mano de la ilusión nítida y el desfase entre imagen y sonido para conseguirlo.

En el primer cuento.

1) Pelillos a la mar (puntuación: 8,5)

El uso casi obsesivo del plano picado, que nos hurta el horizonte. El control milimétrico de los recursos cinematográficos. La morosidad enfermiza en el 'reencuentro'.

Los travellings nos hacen bucear por un espacio de ensueño o pesadilla.

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2) Nieve en polvo (puntuación: 7,5)

Estética surrealista, perecedera. Lamento haberla visto con retraso. Tal vez quince años antes…

Y, sin embargo, en una tercera revisión su estética me llega. El secreto germina y, en el momento culminante, el delicado hechizo queda al descubierto. El recurso cromático es brillante, así como la forma de filmar el movimiento de la dama de la nieve.

De nuevo, la melena oscura, interminable y sinuosa. Un lento escalofrío.

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3) Homero (puntuación: 7,5)

“En el sonido de la campana del monasterio de Gion resuena la caducidad de todas las cosas.”

Con esta espléndida frase comienza el Heike monogatari, que contiene, en su libro undécimo, el episodio en que se basa el tercer fragmento del film: la batalla naval de Dan-no-ura y el 'suicidio' del Emperador-niño (no desvelo nada, la historia empieza con una narración completa de esa parte de la gesta). Esa obra ocupa en la cultura japonesa un lugar similar al de la Ilíada en occidente.

La idea literaria es, sencillamente, milagrosa.

Héctor, domador de caballos, regresando del mundo de las sombras, se acerca al biwa-hôshi (cantor e intérprete de biwa, instrumento tradicional de cuerda japonés) y, mirándole a los ojos muy de cerca, le suplica:

“Hoichi, Hoichi, Hoichi. Cántame de nuevo la caída de Troya. Cuéntame otra vez la historia de mi muerte.”

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4) Sed de alma (puntuación: 7,5)

Aguántate la sed, no vaya a ser que te atragantes con un alma. [Proverbio japonés]

Una pequeña pieza de orfebrería. Relato dentro de un relato. El plano final, no por esperado resulta menos inquietante.

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5) Juicios de valor

- La puesta en escena: teatral, brillante, no siempre convincente. La casa del inicio, la casa del final: fascinan sus espacios interiores.
- La luz: un instrumento para la búsqueda incesante de expresividad, para la transmisión de emociones fantasmales. Crea, junto al sonido, atmósferas enrarecidas y esculpe el tono visual y narrativo. Kobayashi no teme asumir riesgos.
- La música: especial y sugerente. A cargo de Toru Takemitsu, uno de los grandes compositores contemporáneos.
- Un plano, un mito: el texto sagrado estampado en el rostro de Hoichi.
- Recomiendo leer a Lafcadio Hearn (Yakumo Koizumi), autor de los relatos en los que se basa la película.

¿Cine de terror esta película? "Terror" es el que producen y realizan los terroristas; pero este cine de Masaki Kobayashi es pura estética y delicadeza. De cine de terror o de miedo, nada de nada. Hay más miedo en cualquiera de los partidos de futbol que se ven constantemente en las televisiones, ahí si que hay miedo del de la peor especie.

En realidad, de lo que trata esta película es de espíritus, en concreto de los espíritus de las personas muertas. Mas las cuatro historias que la integran son a cual más deslumbrante y hermosa. Preferentemente me quedo con las dos centrales: "La mujer de la nieve" y "Hoichi". En ambas los espíritus tienen piedad, son considerados e incluso pagan la generosidad de relacionarse con ellos ya con inmenso amor ya con riqueza.

Genial y magistral, no se puede decir menos de Masaki Kobayashi, después de haber visto sus obras: LA CONDICIÓN HUMANA (I,II y III), HARAKIRI, EL MÁS ALLÁ y SAMURAI REBELLION donde borda el no va más del mito y la tradición japonesa. Magnífico director, menos conocido de Akira Kurosawa, entre otras cosas porque no llegó a filmar tantas películas como Akira, pero de la misma talla excepcional que él.

Fej Delvahe

Me fascina su puesta en escena. Sus movimientos de cámara. Sus planos. Sus encuadres. Su estudiada utilización de la luz, del color y del sonido. Y, por supuesto, su impronta romántica y su espectral atmósfera. Pero, no sé, hay algo que me impide otorgarle mayor nota. Quizás porque, inevitablemente, tiendo a compararla con “Harakiri” o “Samurai Rebellion”, mis dos primeros (y sublimes) encuentros con Masaki Kobayashi. O quizás porque —como comenta Entrañable— su segmentada estructura aborta, de alguna manera u otra, mi total y absoluta inmersión en ella.

El caso es que, aún disfrutándola de buen grado, me ha parecido algo morosa en algunos tramos. Y más teniendo en cuenta que los cuatro capítulos independientes apenas sobrepasan los 40 minutos. Obviamente, la ‘culpa’ no es de Kobayashi. El maestro nipón se toma el tiempo necesario para que el poso de sus cuatro historias sedimente como es debido. Cuatro historias, por cierto, en las que el tono se mantiene sobrio y contenido en todo momento y en las que el ‘terror’ —lejos de manifestarse a borbotones, como suele ser habitual— va calando en el espectador de forma continua y uniforme. Sin prisa, pero sin pausa. Probablemente, de la forma más espeluznante posible. Pero aún así, como ya digo, me falta algo. Algo más de pálpito, de intensidad dramática, por ejemplo. Como en “Harakiri” o “Samurai Rebellion”. ¡Mierda, las he vuelto a comparar!

Siete dignísimas estrellitas, en cualquier caso, para una peli que vuelve a constatarme el incuestionable talento visual de Kobayashi y que contiene —por si fuera poco— uno de esos míticos planos del séptimo arte (la cara estampada de Hoichi) que, sin lugar a dudas, jamás se olvidan.

Magnífica y absolutamente genuina película japonesa de Kobayashi, ubicable en el género fantástico, de cuatro historias basadas en relatos de Lafcadio Hearn cuyo nexo común es la presencia del más allá, la aparición de seres espectrales y de fantasmas.
El primero y el mejor se titula "El cabello negro", y es la historia de un samurái que abandona a su esposa tras quedarse sin trabajo, casándose con la hija del gobernador solo para satisfacer su ambición y status social. Arrepentido, volverá al hogar creyendo ver que todo sigue igual pero ... (uso soberbio del "tempo" narrativo y del montaje, funcionalmente espléndido uso de los decorados y del color, en un relato poseído de un exhaustivo ritmo lleno de precisión milimétrica); el segundo es "La dama de nieve" y es la historia de 2 hombres que quedan atrapados en una tormenta de nieve, siendo uno de ellos visitado por una misteriosa y espectral dama blanca que viene a insuflarle su aliento nevado -la congelación, el frío, es el símbolo inequívoco de lo inerte-, a la vez que se dirige al otro haciéndole jurar que no dirá nada de lo que ha presenciado... ( magnífico, utiliza muy bien todos los decorados de estudio y artificiales para crear un contexto de gran irrealidad y fascinación, aparte de hermosura); el tercero, el más largo, casi una película propia, es "Hoichi, el hombre sin orejas", la historia de un muchacho ciego cuidado por sacerdotes, que es visitado por un fantasma medieval que lo lleva a un cementerio dónde reposa uno de los dos clanes de samuráis que se enfrentaron en una legendaria batalla naval, para que les cante sus hazañas, y que para intentar ser salvado le pintan todo el cuerpo salvo las orejas con un texto sagrado... ( el más complejo y rico de todos, bastante logrado en su comunión de lo épico y lo pictórico, así como en su mezcolanza de dos tiempos cinematográficos distintos); por último, "En una taza de té", historia de un hombre que ve reflejado en una taza de té el rostro de un hombre que acaba poseyéndole... ( breve y sencillo pero francamente fascinante).
Estamos, sin duda, ante un film casi único y absolutamente a contracorriente, de un cineasta que tiene una visión global del Cine, esto es, un ritmo lentísimo, montaje, color, trucos de estudio, dirección artística, influencias teatrales y culturales, el valor de todas las artes, la puesta en escena.
Es, además, no sólo una película sobre fantasmas, y una de las mejores y más hermosas, sino también un cuadro de fábulas morales guiado por un coro de espectros de los que se extraen varias moralejas útiles: la existencia del "otro lado", la importancia y el respeto de no molestar a los muertos y de que si ellos nos molestan debemos aprender de su sabiduría sobrenatural, las malas pistas que nos dejan las apariencias, el inexorable paso del tiempo, la creencia en una vida superior, el peaje que hay que pagar por nuestros pecados terrenales... Todo en un contexto surrealista de evidentes influencias dalinianas además.