Tres hechos verídicos me impiden valorar esta película en su justa medida. Pero como ni soy justo y no me adapto a las medidas vamos allá.

Los dos primeros son subjetivos y casi idénticos:

1) "Gilbertito, vete a la cama que es tarde". "Pero mamá, si ponen una de Polniuman en la tele". "¿A ver cuál es? Sí, ésta la puedes ver". Así que me acurrequé en el sofá. Va de un tipo, el Polniuman, que llevan a una de esas prisiones amercianas que hay en medio de la nada. Como si aquí las pusiesen en Los Monegros, vaya. Hace calor, yo también tengo calor. Sudan, empiezo a sudar. Polniuman es más chulo que un ocho y se traga chorrocientos huevos duros. No recuerdo a santo de qué, porque yo ya estaba tiritando y con fiebre. Aguanté sólo por orgullo ante el inaudito permiso materno. Resultado: una semana encamado con fiebre, y vago recuerdo del filme.

2) Años más tarde, no sin cierto temor, me dispongo a verla de nuevo. Vuelven los calores a la pantalla y a mi cuerpo. Jopé, que estamos en invierno. Los sudores también me contagian, mierda. Hago trabajos forzados para aguantar estoicamente. Pero llega la escena huevera y no puedo más. Voy al baño echar la raba. Resultado: otra semana encamado, y pesadillesco recuerdo del filme.

Eso sí, el tercero es totalmente objetivo:

3) El Polniuman leyenda. A ver, es un grandísimo actor. Y no tengo ni puñetera idea de si aquí actúa bien o mal, para mí está vomitivo por lo que cuento arriba. Pero tiene una cualidad especial: tiene un físico que encandila a mujeres y hombres. A las mujeres porque es guapetón, sufientemente varonil pero con cierto aire achuchable. Mezcla explosiva para ellas. Pero nunca entendí porqué gustaba también a los hombres. Ya lo tengo. Aparte cierta rudeza que a todo macho nos encanta, tiene algo que se nos mete en el inconsciente: sus andares. Fíjense como anda. No en el movimiento de las piernas, que es normal y no mueve el culo como Yongüein, no. En el movimiento del cuerpo de cintura para arriba. Fíjense bien... ¿no cae?...