Muy cuidada producción que carga las tintas en las comunidades cristianas usamericanas. Años después de que un asesino en serie dejara de matar, aún se siguen recordando a las víctimas en un pequeño pueblo con fuertes lazos comunitarios. Pero un incidente sin importancia hará sospechar a un adolescente que el asesino aún está acechando.

Como apuntaba al principio, lo más remarcable es el jarro de agua fría que se le echa a esas comunidades pequeñas tan de la América profunda. En ellas, el apoyo familiar es fundamental. Fuera del círculo familiar este vínculo se refuerza en la visita dominical a la iglesia, donde todos coinciden en un interés común, y mediante grupos de jóvenes exploradores que refuerzan aún más la amistad entre familias. La sola idea de que un hecho aciago y deplorable pueda salpicar la normal convivencia común es el foco en el que se centra la película. Porque la respuesta no es en absoluto lo que uno esperaría de una comunidad sana.

Entrando más en factores cinematográficos, la película luce una factura notable, aunque arrastra un progresar demasiado lento. Se echa en falta algo (bastante) de intensidad, incluso el visionado de las escenas más tensas apenas llevan a arquear una ceja. Se nos está contando una historia muy turbia pero no vemos asomo de suciedad en el modo de contarla. Es tal la pulcritud que podrían proyectarla en TV un domingo después del telediario y pasaría como otra más de psicópatas. Entiéndanme, es un producto muy superior a un telefilm de tarde, pero sigue resultando bastante inocuo en su forma de presentar unos hechos escabrosos que no provocan ni un asomo de estrés. Entre eso y unas licencias de guión bastante gratuitas (el periplo detectivesco del final es, en fin, risible) nos la dejan en algo interesante sin más.