Podríamos estar ante la obra fundacional de los actuales telefilms de zumbados en las tardes de domingo. Un psicópata obsesionado con tener una vida al estilo tradicional se dedica a introducirse en familias sin padre para cumplir su sueño americano. Pero cuando las cosas no salen como espera las asesina.

A pesar de lo dicho en la primera frase, no estamos ante un producto de tan baja estofa. El nivel ha bajado mucho desde entonces. Es una cinta muy de su época y hay que entender el contexto del momento; hay algunas tomas, algunas escenas, algunos fundidos completamente pasados de moda. Pero me detengo en la banda sonora, que a día de hoy resulta anticlimática a más no poder, restando tensión a momentos que requerían de mayor gravedad. Son cosas que te pueden sacar de la película y que el paso del tiempo ha machacado.

Es el trabajo de Terry O'Quinn (John Locke en Lost) el que lleva todo el peso de la película, y es su interpretación la que consigue que no despeguemos la vista de la pantalla hasta el final. Su composición de psychokiller de costumbres tradicionales mantiene el tipo del film y hace que pasemos por alto esas pequeñas deficiencias señaladas. En su escena de presentación nos muestran el primer crimen, que tiene una puesta en escena bastante sórdida y morbosa. Luego la cinta no va por ahí (por desgracia) y tenemos un thriller de suspense con picos de terror que tiene su aquel, pero sin duda no llega tan lejos como hubieramos deseado. Aún así, al menos no cayó en el tan manido slasher de la época. Rescatable.