Extraña co-producción, mezcla de muchas cosas, empezando por su reparto, en el que los bergmanianos Max Von Sydow y Liv Ullmann comparten cartel con Trevor Howard.
Si bien en la variedad está el gusto, no es menos cierto que quien mucho abarca poco aprieta, y precisamente ahí radica el principal problema de “El visitante nocturno”, que en su afán por integrar subgéneros sin decantarse del todo por ninguno, acaba resultando un batiburrillo de ardua digestión. A bote pronto y sin ánimo exhaustivo, sus responsables nos sirven un “thriller” nórdico “avant la lettre” entreverado de película de fugas carcelarias. Tenemos también el psicópata de turno y, por si fuera poco, ribetes de los dramas naturalistas de Strindberg.
Así, no extraña que el argumento carezca del menor sentido, lo cual no parece preocupar en exceso a su director, un Laslo Benedek que, al contrario, da la sensación de tirar por la calle de en medio sin parar mientes en las abracadabrantes situaciones a que se ven abocados unos personajes que tampoco entienden nada. El rictus perennemente dibujado en el rostro de Trevor Howard es especialmente ilustrativo a tal respecto: “¿Qué pinto yo aquí?”, debió de estar preguntándose durante todos y cada uno de los días que se prolongó el rodaje.
En fin, pese a que el elenco —insisto en que de indiscutible relumbrón— hace lo que puede con sus absurdos papeles, a la más que competente fotografía a cargo de Henning Christiansen —el paisaje sueco y las noches blancas de verano ayudan lo suyo—, y a que no ha envejecido tan mal como numerosas producciones coetáneas, “El visitante nocturno” es una cinta fallida; ello demuestra a las claras que, en el cine, sin un guion detrás, el resto es pirotecnia.