Relato interesante muy del gusto del público lector de comienzo del siglo XX en que la pluma de A.C. Doyle acredita una prosa exquisita, una proverbial fantasía y un excelente sentido de la oportunidad.
Orientada por un atractivo guión, aunque algo convencional, la película resulta dinámica, interesante, efectista y está muy bien concebida como ejercicio brillante de aventuras que I. Allen maneja a la perfección.
Sencilla y de estilo narrativo directo, mantiene durante la proyección un apreciable nivel de intriga, la acción se desarrolla con fluidez, los personajes están bien definidos, la trama adquiere viveza a medida que la peripecia progresa e incluso un aleteo de romanticismo encuentra acomodo en la producción.
Aventura para disfrutar en familia y recordar esa impronta, a mitad de camino entre la audacia y la ingenuidad, que caracteriza al cine de 1960 contemplado sesenta años después.