A esas alturas de su carrera cinematográfica B. Keaton conocía bien su oficio y le sobraban recursos para contar una historia con soltura.
Se nota que se siente a gusto porque domina todos los elementos: escribe, dirige y actúa como un maestro.
Lo hace con naturalidad.
Combina lo dramático y lo cómico, lo divertido y lo peligroso, lo sórdido y lo hermoso en una panoplia de matices que no dejan indiferente al espectador.
Y no se puede dejar de mencionar la proliferación de escenas impresionantes por su enorme riesgo que llevan el espanto al patio de butacas.
Profesionalidad absoluta.