Sandra Kogut ha querido hablar por una minoría invisibilizada: los trabajadores de aquellos que lo tienen todo y no se preocupan por nada. Ganó el premio a mejor actriz (ex-aequo) y mejor montaje en la edición de 2019 del Festival de Málaga, así como el premio de la crítica en el Festival de La Habana en 2020.

A pesar de ser un film con poca acción y a ratos difusa, gracias a la interpretación de Regina Casé (quien encarna maravillosamente a Madá), la historia de este grupo de personas toma fuerza y emotividad, de manera que celebras con ellos sus victorias, pero también lamentas sus derrotas.

Además, de alguna forma, se asemeja a la aclamada producción surcoreana Parásitos por su paralelismo en la temática, las enormes casas y el sobresaliente lujo. Sin embargo, la propuesta de Kogut destaca y emociona gracias a los personajes y sus experiencias, la banda sonora y la representación de un Río de Janeiro vivo y enérgico.

También destaca la función que se le da a la puesta en escena: llegado el segundo verano, cuando ya no hay presencia de la familia, vemos un gran contraste entre el espacio –luminoso, amplio, ostentoso– y sus habitantes. Se trata de un contrapunto sutil y bien utilizado que pone en evidencia la humildad y el origen de cada uno, sin necesidad de verbalizarlo.

En su conjunto, Tres veranos logra traspasar la pantalla porque sus protagonistas, tienen poco y, no obstante, muestran una vitalidad, alegría y perseverancia dignas de abrazar. Estamos ante película de lo más tierna, aunque también crítica y reflexiva con esa parte rica y privilegiada de la sociedad.

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