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San Marino San Marino · Ladera del Monte Titano
Voto de Fej Delvahe:
8
Drama Una pareja de ancianos viaja a Tokio para visitar a sus hijos, pero ninguno de ellos tiene tiempo para atenderlos, por lo que deciden enviarlos a un balneario. Cuando regresan, la madre pasa una noche en la casa de una nuera, viuda de uno de sus hijos. A diferencia de sus cuñados, Noriko muestra afecto por sus suegros y conforta a la anciana. (FILMAFFINITY)
2 de junio de 2008
59 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película está considerada en algunas listas de afamados expertos en cine, como una de las mejores cien películas del siglo XX.

Probablemente merezca tan distinción, pues es una película excelsa para el año en que está filmada. Y si desde luego no fuera de las mejores cien, sin duda sí es de las mejores 200 películas realizadas en el siglo XX.

La historia es triste como la realidad de nuestras existencias, es decir, llegar a viejos es llegar al nivel donde nos constituimos en un estorbo para los demás (incluso para la propia familia o mejor dicho, los hijos), en sobrantes, en personas que ya no merecen la centralidad en este mundo sino sólo apartarse a un lado y tratar de morirse sin molestar a nadie, lo antes posible. Es el caso de un matrimonio de sesenta y tantos años que van a visitar a sus hijos y notan como a pesar de que aún le guardan respeto, ya no son verdaderamente importantes ni cruciales ni imprescindibles para ellos, pues los hijos e hijas ya son mayores, crearon sus propias familias, vidas y problemas, de manera que la llegada de los progenitores, luego de que pasan unos días, ya se convierten en una carga que unos tratan de quitarse de encima echandósela a otros.

La tesis de Yasujiro Ozu en este filme es: CON FRECUENCIA, LA VIDA ES DECEPCIONANTE, PERO SOBRE TODO CUANDO LLEGAMOS A VIEJOS. Y da en la diana de la realidad, pues cuando se llega a viejo, por más que uno haya tenido muchos hijos, al final nadie puede evitar sentirse solo, experimentar la más terrible soledad, verse echado a un lado, inservible y estorbando.

Toda esta atmósfera familiar, existencial, sociológica, humana, la expone Yasujiro Ozu de manera serena, sencillamente brillante, haciéndonos ver que sólo cabe asumirla, porque no hay remedio para tales circunstancias, es ley de vida, como ley natural es la intensificación de la oscuridad previa a la aurora: siempre fue más o menos lo mismo y continuará siéndolo.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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