Celine Sciamma nos relata una historia de amor entre mujeres en la Bretaña del siglo dieciocho que, de tratarse de un romance heterosexual convencional, hubiera destacado por su simpleza y por algunas inverosimilitudes (¡eso de que la pintora pueda ocultar que está pintando a alguien que vive en la misma casa, con lo que huele y mancha la pintura!), pero que en la época actual se convierte en una, hasta cierto punto, refrescante, mirada a la condición de la mujer en el dieciocho. El planteamiento es muy interesante: Noemie Merlant es la pintora hija de pintor reconocido que recibe el encargo de una dama acomodada de realizar el retrato de su hija, Adele Haenel, para enviárselo a su futuro marido, labor que tendrá que realizar a escondidas, fingiéndose dama de compañía, dado que la muchacha no desea casarse y se niega a posar. A partir de ahí, el guión no destaca por su imaginación (pese al premio en Cannes), deja algún punto importante sin explicar (por qué la retratada cambia de opinión respecto al matrimonio) y peca de algunas extravagancias e incluso de algún detalle de cursilería (excesivo énfasis en los buenos recuerdos que les quedan a las dos chicas), pero el interés se mantiene gracias a la ambientación y a las buenas líneas trazadas en el inicio. Además de resaltar la inteligencia oculta de la mujer de épocas pasadas, la película ofrece unas deliciosas muestras de solidaridad y camaradería femenina, por encima de las clases sociales, no sabemos hasta qué punto realistas o idealizadas, pero que contribuyen a dar su peculiaridad a esta obra.