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España España · Zaragoza
Voto de Peliculero2:
10
Drama Luke Jackson, un joven rebelde e impulsivo, es condenado a dos años de prisión tras causar graves destrozos estando borracho. En la cárcel, su indomable carácter chocará de frente con las rígidas normas de la institución, así como con el de otros presos, especialmente el brutal Dragline, que era el líder de los convictos hasta su llegada. Pero Luke es un veterano de guerra que no está dispuesto a ceder, y tendrá que pagar un alto precio ... [+]
3 de junio de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
“¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero negar no es renunciar: es también un hombre que dice sí desde su primer movimiento. (...) El rebelde (es decir, el que se vuelve o revuelve contra algo) da media vuelta. Marchaba bajo el látigo del amo y he aquí que hace frente. Opone lo que es preferible a lo que no lo es.”

Así empezaba Albert Camus una de sus obras cumbre, de título El Hombre Rebelde, que el autor argelino publicó en 1951. Y así podría definirse también a Luke Jackson, “El Frío”, interpretado por el Paul Newman de las grandes ocasiones. O tal vez no, ya que el personaje de Luke va más allá: no siempre opone lo que es preferible a lo que no lo es. Simplemente, dice no. Dice no a su rendición en esa pelea de boxeo en el patio de la cárcel que a ratos se llega a hacer realmente desagradable de ver, dice no a cualquier sombra de cordura al aceptar la apuesta de comer cincuenta huevos cocidos, y por supuesto, dice no a sus carceleros, un no casi sistemático, un no que va implícito incluso en el sí, como se nos muestra en las ocasiones en las que parece que el ánimo de Luke flaquea. El personaje de Newman dice no a la inseguridad en uno mismo. Dice no a la renuncia a la propia voluntad, sea ésta la que sea. Luke es un personaje que lo mismo que no desea pisar a los demás, aborrece ser pisado él mismo.

La película, aderezada por las excelentes interpretaciones de Newman y George Kennedy, es un alegato a favor de la rebeldía en sentido formal, no de fondo; no se trata en esta ocasión de poner en valor unos principios por los que rebelarse, sino que lo que se valora es la rebelión en sí misma, como acto de autoafirmación valiente en un entorno profundamente hostil. Una posible moraleja de esta historia podría ser que es imposible que exista la derrota sin la aceptación subjetiva del derrotado. Cuando alguien parece inapelablemente vencido pero se niega a aceptarlo, ni siquiera (y sobre todo) ante sí mismo, siempre dará la impresión de que todavía queda esperanza, de que guarda un as en la manga.

Centrándonos finalmente en la interpretación del actor protagonista (Newman), que merece mención aparte, su sonrisa sempiterna da con su sola expresión el necesario punto de sarcasmo que utiliza el rebelde para no hundirse ante una adversidad materialmente imposible de salvar. Es la sonrisa de la venganza, la sonrisa del “machacadme, hostigadme lo que queráis, acosadme física y emocionalmente, que pienso seguir en mis trece hasta mi último aliento”. Porque quienes quieren hundir a Luke, desean doblegarlo no sólo física sino también mentalmente, de ahí que su sonrisa sea, casi por sí sola, una victoria contra sus torturadores.

Película taumatúrgica cuando se ve en busca de ánimo para superar situaciones complicadas en las que uno se queda solo y rodeado. Lo que es un delito, es verla sin darle utilidad práctica en la vida personal de cada cual, sin tener una personalidad algo más fortalecida al término del filme.
Peliculero2
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