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Voto de Benjamín Reyes:
5
Animación. Comedia. Aventuras ¿Qué hubiera pasado si el asteroide que cambió para siempre la vida en la Tierra hubiera esquivado el planeta y los dinosaurios no se hubieran extinguido nunca? Un viaje al mundo de los dinosaurios donde un Apatosaurus llamado Arlo se hace amigo de un humano, aunque resulte asombroso. Mientras viaja por un paisaje desolado y misterioso, Arlo aprende a enfrentarse a sus temores y descubre de lo que es capaz. (FILMAFFINITY)
15 de diciembre de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El viaje de Arlo” es la nueva apuesta del binomio que conforman Disney y Pixar (conviene recordar que la primera compró a la segunda en 2006) y la moneda se decanta del lado de Disney, por lo que desde la escena inicial queda claro que el filme está dirigido exclusivamente a los infantes.
La historia de “El viaje de Arlo” es naif y repetitiva: la iniciación a la edad adulta, en la que los hijos deben de seguir su propio camino a través del aprendizaje que proporciona la propia vida. Aunque también es la historia de una enemistad que se torna en amistad. Todo en la cinta está concebido, desde el aspecto endeble y frágil de Arlo, para que el espectador se meta en la piel del entrañable dinosaurio. La historia es puro Disney (el fantasma de “Bambi” planea en todo el metraje) y la animación es Pixar.
Y precisamente ahí, en la animación radica el principal valor de “El viaje de Arlo”, cuyos paisajes deslumbrantes casi parecen reales. De hecho, la naturaleza es la gran protagonista de la película: el embravecido mar, las imponentes montañas, la impetuosa tormenta de arena… De tal manera que el impresionante paisaje desempeña un papel crucial en la historia ya que el filme catapulta a Arlo a un lugar salvaje que le obliga a enfrentarse a sus miedos atávicos (“a veces pequeño, solo resistiendo el miedo hallarás la belleza en el otro lado”, le espeta su progenitor al principio del metraje). Por el camino, Arlo se encontrará con personalidades muy distintas que contribuirán a su desarrollo personal, voluntariamente o no. La amistad con el niño humano Spot es la que más le influirá para enfrentarse a sus miedos, plasmados en las fuerzas de la naturaleza.
El equipo de animación ha capturado en toda su magnitud los parajes naturales del noroeste estadounidense, zona que atesora una gran variedad de paisajes que van de Jackson Valley y los Teton a los géiseres y cascadas de Yellowstone. Para lo cual emplearon la base de datos del Servicio Geológico de Estados y configuraron un programa informático para diferenciar los colores de los kilómetros de terreno. El derroche de belleza y fuerza arrolladora de la naturaleza ha servido de inspiración a los realizadores para convertirla en un protagonista más y no un simple escenario para la historia de Arlo y Spot. Otro detalle singular es que las nubes del filme son cien por cien volumétricas, lo que ha supuesto un cambio considerable en la técnica de Pixar.
“El viaje de Arlo” se sustenta además en la fascinación que crean los dinosaurios entre los infantes. Al margen del “apatosaurus” llamado Arlo, también veremos desfilar por la pantalla a una familia de T-Rex, inspirados en gran medida en una familia del noroeste estadounidense.
El mensaje de “El viaje de Arlo” es diáfano: si los churumbeles están sobreprotegidos y se educan en un entorno aséptico nunca se convertirán en adultos sino en “niños grandes”. Eso sí, títulos más aconsejables, y menos ñoños, sobre el proceso de aprendizaje los encontraremos en “El rey león” (1994, Disney) y “Buscando a Nemo” (2003, Pixar).
Benjamín Reyes
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