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Voto de Benjamín Reyes:
5
Acción. Thriller Lydia, una joven de 16 años, es acusada de haber robado una fortuna a un cártel, pero en realidad es una trampa fraguada por su novio traficante. La chica tiene que escapar con el único aliado que tiene en el mundo: su padre, John Link, un eterno fracasado, antiguo motero rebelde y ex presidiario, que se verá en la obligación de vincularse nuevamente con un pasado del que huía para poder salvarla. (FILMAFFINITY)
18 de noviembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que Mel Gibson protagonizara “Mad Mad” en 1978 su rostro se ha convertido en uno de los más fácilmente reconocibles por el público. Casi 40 años después sigue protagonizando películas en el rol de “action hero”. Si en la seminal “Mad Max” vindicaba la muerte de su familia, aquí protege con uñas y dientes a su descarriada hija. Hasta aquí las comparaciones.
“Blood Father” está a años luz de esa filigrana fílmica que es la primera parte de “Mad Max”, que marcara a toda una generación de cineastas como los hermanos Coen (“Arizona Baby”) o James Wan (“Saw”, la escena de la sierra está extraída de aquí). Sin embargo, tampoco es un filme desdeñable. Vamos que no está en la línea de la infecta “El protector”, en la que Jason Statham y Winona Ryder, ahora recuperada gracias a la magnífica serie “Stranger Things”) hacían el panoli.
“Blood Father” es una cinta correcta, que se ve de forma ágil a pesar de una trama tan trillada: el exconvicto que se ve obligado a volver a las andadas muy a su pesar por defender a un familiar. Y es que la sangre es la sangre. Lo más interesante de “Blood Father” es la exploración del vínculo afectivo entre padre e hija, dos balas perdidas, que hacen reflexionar sobre ese tipo de gente marginal que deambula por la vida y que ha tenido su reflejo en el celuloide con títulos emblemáticos como “El buscavidas” (1961).

Este tipo de personas que vagan por la vida sin rumbo fijo siguen dando juego en el cine y televisión con variedad de registros como, por ejemplo, en la tronchante serie cómica “Me llamo Earl” (cuya prostituta casquivana aparece en “Blood Father”) o en el reciente drama “Green Room”, en la que una banda musical se enfrenta a un grupo de neonazis (cuchipanda ideológica que aparece de refilón en la película que nos atañe) con funestas consecuencias.

Su director, Jean François Richet, no es un desconocido, ya que dirigió el remake de “Asalto a la cmisaría del distrito 13” (2005) y la reciente comedia “Una semana en Córcega” (2015). Sobre el reparto, reseñar que Mel Gibson actúa de forma mecánica. Diego Luna ofrece un papel convincente como asesino de poca monta. Y la pujante Erin Moriarty (lo más destacado de su carrera es su aparición en la serie “True Detective”) mantiene el tipo. En definitiva, el relato crepuscular de este antihéroe tiene la acción justa, espaciada en la trama, y unos respetable diálogos, que pueden saciar el apetito de cine de diferentes tipos de público.
Benjamín Reyes
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