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Voto de John Giraldo:
7
Ciencia ficción. Aventuras Tras vencer en los 74º Juegos del Hambre anuales, la joven Katniss Everdeen y su compañero Peeta Mellark regresan a casa. Atrás dejaron a sus amigos y su familia, teniendo ambos que participar en un 'tour de la victoria' por todos los distritos. Durante ese largo viaje, Katniss se da cuenta de que se está gestando una rebelión, pero en el Capitolio todo sigue igual y bajo estricto control del Presidente Snow, que está organizando los ... [+]
1 de diciembre de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: John Harold Giraldo Herrera
Docente universitario y periodista
[email protected]

Cuando nos cuentan una historia tenemos muchos caminos posibles para transitarla. El que la ve o la lee, querrá asumir ese camino como propio y empezar a recorrerlo. Con Los Juegos del Hambre en su segunda parte, nos conectamos con un camino imbricado, que de inmediato no lo advertimos y que habrá que hacer el viaje para reconocerlo, ese es el camino de la estrategia. Burlar al sistema que parece inquebrantable, sigue siendo la consigna de la bella Katnnis, quien ha dejado sembrada un arma entre los pobladores: la esperanza. Con esa se van a defender y por esa misma serán condenados y atacados. Ver esta versión resulta como jugar una partida de ajedrez: hay un campo de batalla y desde él se trazan las jugadas maestras.

Sabemos que Los Juegos del Hambre es un modo de control para la sociedad y es un ejemplo –bien irónico- del mundo que vivimos, gobernados por las plataformas mediáticas, aprovechadas por el poder supremo: el político. Es la demostración de la fuerza, engendrada en el miedo, en subyugar y aterrorizar a la población, una estrategia implacable y burlona de impedir que los otros –los más-, se rebelen. Pero los otros encontraron un modo de sopesar sus penas y cuentan con un plan, muy desafiante: desde el interior se combate.

En la primera parte asistimos a unos juegos donde son jóvenes matándose entre sí, esta versión no tiene nada de sangriento, y el pus sale es desde las entrañas. Veremos es cómo se ejecuta un plan y los costos que se deben asumir para desarrollarlo. Muchas intrigas componen a Los Juegos del Hambre, tantas que sólo hasta el fin de la película podemos comprender. El juego es una apuesta para los que deciden enfrentarlo y es todo un entretenimiento para Snow, el presidente, quien se deleita mientras los demás sufren. El espectáculo es la prenda de garantía del control, detrás del escenario todo es una simulación y al menor riesgo de encontrar salidas, el sistema se protege, mostrando la crueldad y asesinando las posibilidades de cualquier levantamiento. El reality es explotado en su máxima extensión, se juega para ganar y se gana dejando a un lado a los demás. El cinismo no tiene límites y la simulación luce implacable.

La película entonces es saborear la estrategia. Los ganadores de los 74 juegos: Katnnis y Peeta van de paseo por los distritos contando una historia de amor que no existe, y diciendo relatos que no corresponden, sólo porque sus familias corren el riesgo de muerte. Al estar presionados y recorriendo los distritos descubren algo poderoso: la gente tiene algo en qué confiar, esperan salir de sus yugos, y lo que se nota es que hay esperanza, una dinamita para hacer volar el sistema.

Jugar a morir es lo planteado. No hay como escapar, salvo contando con alguna expectativa. Recordemos que los libros que son trasladados a pantalla, dice su autora, toman como referencia el mito griego de Teseo y el Minotauro, de suerte que es una especie de juegos de atletas atenienses en nuestros días, y que han sido dispuestos en el mundo futurista de Panem.

Sigo en spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
John Giraldo
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