Nicolas (Éric Caravaca) vive con sus abuelos y padres en la granja familiar, el duro trabajo, poco recompensado económicamente, más enfermedades en los animales, va mermando el ambiente familiar que da un trágico resultado, donde el protagonista tendrá que sentar cabeza y ponerse a trabajar para salir adelante.

Ganadora del premio a Mejor actor y la Concha de oro en el Festival de San Sebastián de 1999, el largometraje es un evidente drama familiar ambientado en una zona rural, que tiene como trasfondo una historia de amor que no está bien desarrollada, mostrándose como un complemento que se encamina sobre el final de forma un tanto forzada.

Tetsuo Nagata, nipón afincado en Francia, fue el encargado de la dirección de fotografía, es importante recalcar este apartado debido al estilo que se le busca dar a la película, llenando siempre la pantalla de un filtro amarilloso, lo que le da un color bastante particular, además Dupeyron opta por filmar varios amaneceres y atardeceres, con sus particulares tonalidades.

Esto le imprime a la película una sensación de lejanía y nostalgia, pero también hay siempre una sensación visual incómoda de suciedad que claramente va con la línea dramática de la trama. Es curiosa esta forma de presentar el filme, como contraparte de un aspecto más realista que es lo que por lo general se da en una obra de este tipo.

Funciona y es un ejercicio muy interesante, el guion escrito por el propio director, da muestras de sensibilidad y conciencia social, tratada de forma sutil, se precipita un poco en su último tercio, pero continúa manteniendo los ideales que fueron desarrollando, un trabajo correcto, pero nada deslumbrante y probablemente olvidable.