Continúa la irreverencia de Paolo Sorrentino con esta secuela-continuación de The Young Pope (2016), serie de diez episodios que mostraba como Lenny Belardo (Jude Law) se convertía en Pío XIII trayendo consigo una completa revolución en el seno de la Iglesia Católica, enfrentándose a la burocracia propia de la institución religiosa, la lucha por el poder, los milagros y demás.

Tras esos hechos relatados y pensando en el nombre de esta nueva serie, es más que evidente que la búsqueda y presentación de un nuevo papa será el eje central, acá emerge la figura de Sir John Brannox (John Malkovich), que debe manejar su procesión interna -como pareciera ser con todos los personajes de la serie- y no le interesa el papado, mientras que al reconocido Cardenal Voiello (Silvio Orlando) pareciera le ha llegado el momento, hasta que una sombra se ciñe sobre él.

Mientras todo eso sucede, la sombra -y ahora- santidad de Pío XIII sigue presente a lo largo de los capítulos, su presencia que pareciera inerte sigue siendo igual de relevante. Su figura se ha convertido en una especie de mártir que continúa fortaleciendo la fe y la esperanza de las personas, y que mueve los hilos narrativos del filme.

Sorrentino sigue su camino ofreciendo una obra sumamente crítica de la institución religiosa, los intereses que mueven las decisiones más importantes para la comunidad católica que emergen igual que el juego político que se encuentra en las llamadas democracias del mundo, conflictos de intereses, traiciones y demás son parte de ello.

Visualmente la serie es deslumbrante, con un cuido detallado de los escenarios y del vestuario que transmite por completo la sensación de grandilocuencia que tiene la iglesia, sin olvidar los elementos ideológicos, de la fe de las personas que siguen las enseñanzas y lo que estipula la religión sin hacer una mayor introspección de lo que sucede en esta institución.

Blasfema y escandalosa, sin embargo, la historia narrada por Sorrentino es buena por propios méritos y no solo por alborotar las masas.