The new Pope (Sorrentino, 2020)

Cuando se habla de que las series son cada vez más películas y que las películas son cada vez más series, hablamos de casos como este. Son series como the new Pope o la 3a temporada de Twin peaks las que marcan el camino cinematográfico de las series. Y no quiero decir que por ejemplo juego de tronos no tenga cine dentro de si misma, pero decide tener por temporada un par de capítulos dirigidos con ambición cinematográfica. Está irregularidad es muy común en series, y si algo demuestran the young Pope y the new Pope, es una visión artística constante, por encima de todo lo demás.

Por encima, incluso del propio argumento. Esta estética tan apabullante, muestra por contraste lo profano y lo sagrado, lo transcendental y lo pop. El montaje y la fotografía ayudan a la creación de un clima tranquilo de largos paneos en 360° o insertos de primerísimos primeros planos a la cara de los personajes. La música realiza una función de contraste, como muchos de los componentes en la serie, desmitificando momentos litúrgicos, o acentuando la transcendencia de otros.
Esta puesta en escena hace que el propio desarrollo de los acontecimientos no sea convencional y que haya una falta de cohesión entre capítulos. Esto se ejemplifica en la trama del personaje de Esther, que es completamente independiente y obviable.

En su momento, the new Pope me ganó con la misma propuesta, por su contención a la irreverencia y proponer una reflexión. En the new Pope la cosa cambia ligeramente. Se permite el lujo de soltarse más, sugiriendo y mostrando a la vez. Pierde un poco de esa sutileza religiosa maravillosa, porque materializa lo intangible. Sigue existiendo una metafísica importantísima, pero se remarca e incluso se explica, como la metáfora de los bichos. Me da la sensación de que es en este punto provocativo donde Sorrentino esta más cómodo, independientemente de que me guste.

Este redoble en la apuesta es tanto en la temática, como en los personajes. Silvio Orlando (Voiello) se convierte elemento vehicular en la primera parte de la temporada. Es, sin duda, mi personaje favorito por la forma tan pura en la que se le muestra. Venía de un carácter antagónico, pero se le muestra como una mal necesario que mueve todos los hilos. Además de tener un carisma arrollador, tiene un trasfondo secundario pero conmovedor.
John Malkovich como nuevo Papa, atrapa desde el primer momento, con una construcción contraria a la que tuvo Jude Law, pero desde la misma base. Es valiosísimo, porque lleva la introspección en la misma dirección pero en sentido contrario, siendo más frágil y reposado. Este contraste se traslada hasta el vestuario, siendo más pomposo.

La participación de Jude Law es a la par relevante, y extraña de definir porque la temporada juega con su aparición. La segunda parte de la temporada (capítulos 7, 8 y 9) sumerge a la serie en un tono aún más onírico con su "vuelta". Nuevamente, hay a quien le ha molestado, pero materializa lo que ya estaba entre bambalinas desde el principio. La evolución del personaje es más notoria y funciona para reforzar las ideas que ya venían de la temporada pasada.

Está segunda temporada acierta a la par que falla, pero es un placer poder decir esto con una vara de medir tan alta. Se nota las exuberantes ideas que llevaron a retomar la serie, aunque nuevamente, la conclusión es lo poco relevante.
Y como reflexión cristiana, me toca en lo personal, viendo la fe desde un ángulo nuevo que en mi educación católica nunca se me había mostrado.