Tras dos largos años de espera, por fin ha regresado la saga por antonomasia de la Historia del celuloide. El despertar de la fuerza resultaba una cinta previsible y en exceso introductoria, pero era entretenida y dejaba todo dispuesto para que la trilogía diese el salto necesario en este octavo episodio. Y guste más o menos, lo cierto es que Los últimos Jedi da ese salto.
Rian Johnson logra lo que Abrams no pudo: construir una historia nueva y diferente. Es verdad que al igual que su predecesor toma prestados numerosos elementos de una de las cintas clásicas (en esta ocasión de El Imperio contraataca), pero los utiliza a su manera, sin caer en la simple copia. Johnson homenajea, pero también rompe con algunos cánones que los fans consideraban intocables. Y ahí es precisamente donde la criticas golpean con más dureza, pero también donde más acierta el director. Fiel al espíritu de George Lucas (no el multimillonario fabricante de merchandising, sino el audaz director), crea un nuevo imaginario en el que no se puede dar nada por sentado. Entiendo que para muchos sea difícil olvidar el pasado y lanzarse de nuevo al vacío. Hacerlo es casi un acto de fe. Pero de eso va precisamente Star Wars.
Creo que está fuera de toda duda la calidad de los efectos especiales, la banda sonora o la fotografía. La mayor parte de las críticas se centran en cuestiones de guión. Algunos critican a los nuevos personajes por falta de carisma, y otros a los clásicos por irrespetuosos. Es verdad que Finn o Kylo Ren no son los mejores personajes del mundo, pero mejoran bastante respecto a la entrega anterior, especialmente el hijo de Han Solo. Y Rey es una protagonista maravillosa. En cuanto a los clásicos, Carrie Fisher da un más que digno adiós a la legendaria princesa Leia (excepto por cierta escena que parece sacada de Superman), y Luke Skywalker vuelve por la puerta grande, demostrando ser un digno discípulo de Yoda. Tal vez no sea el Luke que todos esperaban, pero si el que la historia necesitaba.
El humor de la película es cosa aparte. Es verdad que no es el mismo que en la trilogía original y que algunos chistes pueden chirriar un poco (la escena inicial parece más propia de Guardianes de la galaxia), pero para nada rompen con el tono de la saga ni entorpecen la narración.
Nunca una película de Star Wars había generado tantas divisiones, y creo que en la presentación de Luke Skywalker está la clave. Entender o no su gesto inicial es la clave para amar o detestar este episodio. A partir de ahí, se podrán decir cosas buenas y malas de la película, pero yo creo que sólo una importa: es Star Wars. Y a quienes no son capaces de comprenderlo, les remito al título de mi crítica.