El austriaco Stefan Ruzowitzky debuta en Hollywood con “La huida (Deadfall)”, un drama con estructura de thriller bastante imperfecto, para que negarlo, pero de agradable visionado.
“La huida (Deadfall)” nos narra la historia de dos hermanos que, tras perpetrar un robo, y en plena huida a Canadá, tienen un accidente. Tras dicho percance el objetivo sigue siendo el mismo, cruzar la frontera, pero ahora lo harán por separado para ser más difíciles de atrapar. El bueno de Eric Bana huye sembrando el caos a su paso y sirviendo de cebo a la policía mientras su hermana, Olivia Wilde, intenta beneficiarse de ello en una huida más silenciosa, mientras utiliza al bueno de Charlie Hunnam para su causa. Mi principal problema con la cinta es que toda la historia resulta muy forzada, todo sucede de forma muy artificiosa. Y quienes se llevan la palma de esa excesiva falsedad son la pareja compuesta por Wilde y Hunnam, su historia de amor no hay quien se la crea, y si tenemos en cuenta que el amor es lo que mueve esa parte de la trama, mal vamos con el resto. Igual parte del problema resida en la falta de química entre los dos interpretes, ¡quién sabe!, pero lo que tengo claro es que no me han funcionado. La parte de Bana resulta más creíble y convincente, a pesar de la vorágine de locura que la preside; también seguramente porque el actor tiene bastante más carisma.
“La huida (Deadfall)” es claramente un film que va de menos a más. Alrededor de nuestro triangulo protagonista circulan una serie de personajes que el guionista Zach Dean va situando en el tablero de tal forma con una única finalidad, desembocar en la tan esperada como anunciada eclosión final. Dicho clímax, dentro de lo que cabe, no está mal, pero me queda la sensación de que a la película le han faltado unos últimos cinco minutos que cierren en condiciones la historia, todo queda como cortado a tajo, muy brusco.
En definitiva, “La huida (Deadfall)” no descubre nada nuevo, eso es más que evidente, pero posee un reparto que ya quisieran muchas películas, y una trama que, pudiendo, no se entrega a la acción fácil. Cosillas que al final equilibran la balanza no dejando tan mal sabor de boca.