Ghostbusters es una gran comedia ochentera que fue rompedora en su momento. Con un argumento surrealista pero poco explotado y una melodía muy pegadiza se presentó una película muy divertida y que capturó a la generación de esa época y a la siguiente. Un impresionante merchandising en el que no se puede olvidar el mítico fantasma verde glotón y qué decir del hombre de malvavisco. Se cumplen 30 años y aún se habla de una tercera parte, pero la triste desaparición de Harold Ramis hace que ya no sea lo mismo.

En lo que afecta a la construcción de la obra, destacan los efectos especiales que en aquél momento aportaron importantes avances. Sobre todo la aplicación de esos inolvidables rayos con los que tratan de capturar a los espectros. El desarrollo de la historia es un progresivo crescendo en el que poco a poco nos va sorprendiendo más y no falta el humor en toda escena: protagonistas, fantasmas y un Rick Moranis que participa en breves momentos pero con unas actuaciones desternillantes. También son dignos de señalar un Bill Murray ligón y una Sigourney Weaver alejada del contexto de Alien para encarnar al personaje que a la postre resulta más efectivo.

En definitiva, una película para toda la familia aunque quizás la generación actual no sepa apreciarla. Pero toda película tiene un momento y situación y al margen del efecto nostálgico creo que está fuera de toda duda que fue un auténtico pelotazo original y comercial.