Los cazafantasmas

Ghostbusters es una película mediocre, y al mismo tiempo un título paradigma e imprescindible de la comedia ochentera. Inocente, cursi, cercana. Es entretenimiento familiar con una batidora de géneros (comedia, romance, terror y fantástico) no especialmente ingeniosa, pero pegajosamente nostálgica como un ectoplasma blandito. Lo mismo que la famosa -y no menos pegadiza- canción de Ray Parker Jr. (Ghoooostbusters!). Desconozco qué impresión causa el film a los espectadores jóvenes del siglo XXI; seguramente encuentren razones para criticar su éxito incomprensible. Intentar rebatirles sería tan díficil como estéril. Simplemente decir que para los que la vimos en plena adolescencia en el cine trasciende más allá del valor artístico y comercial -fue un taquillazo mundial-. Forma parte de nuestra vida, y verla supone un viaje a una época de películas comerciales pero maravillosas sensaciones, a un tiempo adolescente lleno de fantasmas que ahuyentar con sonrisas.