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Voto de McCunninghum:
6
7,6
8.907
Cine negro. Thriller
La historia de un hermético y frío asesino a sueldo. Jeff Costello es un perfeccionista que siempre planea cuidadosamente sus asesinatos y al que nunca han atrapado. Sin embargo una noche, tras liquidar al dueño de un club nocturno, queda a la vista de varios testigos. Sus esfuerzos por construir una coartada fallan y poco a poco es acorralado, tanto por la policía como los clientes que le han traicionado. (FILMAFFINITY)
1 de abril de 2010
14 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es conocida la anécdota según la cual el primer film de Jean-Luc Godard es la continuación voluntaria y consciente del “Buenos días, tristeza”, de Otto Preminger, más allá de que compartan protagonista femenina. En este gesto repetitivo-compulso JLG da comienzo a una nueva modernidad que no es la de Bazin y Rossellini, aquella en la que el cine funciona como una “ventana abierta al mundo” y que lo convierte, no en un modo de representación, sino en un modo de ver: no una imagen construida, sino una imagen encontrada, aparecida y epifánica. La modernidad de la Nouvelle Vague, sin embargo, no se centra en la mirada diáfana sobre la realidad. Dando lugar al prefijo post-, la modernidad de Godard y otros adláteres del Cahiers es la modernidad líquida de la reescritura y el palimpsesto. Un contexto abierto al paroxismo y a la dialéctica deleuziana de la fuga: la repetición con variaciones. Todo este grupo de huérfanos capitidisminuidos encuentra a su Padre (A)sombroso en el cine americano, auténtico Gran Texto sobre el que volcar sus filias. Así, allende el existencialismo noir encontramos la hermenéutica vampírica, la abismación y el goce en este objeto moderno que es el cine (el gran invento del siglo 20 junto con el psicoanálisis y la bomba atómica). Contemporáneos de Barthes y de Ricoeur, los “jóvenes turcos” se lanzan desnudos a la piscina mitológica de Hollywood, consiguiendo, al fin, lo que Canudo anunciara en 1914: que el cine era un arte, o, en términos de JLG, “una idea que toma cuerpo tanto como una forma que permite pensar”. O también, se diría, un territorio habitable (cuando ahí afuera sólo hay ruinas). En un más allá de Bazin, germina esta nueva religión sin dioses que es la cinefilia, otro mundo posible.Existencialismo blue.
En este contexto textofílico, caníbal y onanista, la figura de J.P. Melville aparece como una de las primeras en producir un filme que es ya una reescritura: Bob le flambeur (1955) es un filme noir que quiere ser como los de Huston o Lang, con detectives, coches y pistolas. Antecede en varios años a los artefactos de JLG, que raudamente llevarían la práctica a su momento cenital y reflexivo, a su propia parodia autoconsciente. Y que, desde luego, son indudablemente más divertidos.
(sigue en spoiler)
En este contexto textofílico, caníbal y onanista, la figura de J.P. Melville aparece como una de las primeras en producir un filme que es ya una reescritura: Bob le flambeur (1955) es un filme noir que quiere ser como los de Huston o Lang, con detectives, coches y pistolas. Antecede en varios años a los artefactos de JLG, que raudamente llevarían la práctica a su momento cenital y reflexivo, a su propia parodia autoconsciente. Y que, desde luego, son indudablemente más divertidos.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La Forma. Una formada pensada o una forma que piensa. El cine de JLG, que sí empezó siendo como una intrusión sobre el cine de género yanqui (desde su primer film hasta “Pierrot le fou” (1965)), se hizo, de un salto magnífico, totalmente político. Y así como sus primeros filmes ya eran poderosamente paródicos, increíbles y sarcásticos, estaban transidos por la realidad del espacio y el tiempo: ésta es la máxima baziniana que Melville parece olvidar por completo. “El silencio de un hombre” es un film atemporal, pura forma vacía como la cáscara de un huevo.
En la primera mitad del film, casi con exactitud matemática, se nos presentan ambos antagonistas. Cada uno de los bloques se finiquita con una frase-lápida que, en su reunión, nos ayuda a conocer al Personaje (la suma de los dos): “No pierdo jamás / No pienso jamás”. El amanerado (en resonancia con las maneras de Melvilla) Alain Dellon y el eficiente policía son dos caras de un mismo rostro: el del Capital Encarnado. Ambos actúan de forma automática y sistémica, por inercia y de forma irreflexiva. Sin emoción y sin sangre: un Cuerpo sin órganos.
Forma pensada y huera que, en su reiteración, sólo remite a sí misma de manera inane. El único plano “real” es el primero, en el que la cámara, tras la inserción de los títulos de crédito, observa fumar a Dellon, y se mueve ostentosamente. Este desencuadre visible que nos anuncia que todo lo que veremos a continuación está “controlado”, es lo único verdadero en el film, junto con las llegadas y salidas del coche al/del taller donde el propio J.P. Melville le cambia la matrícula, al comienzo y al final del film. El resto, un espectáculo, representación de un mundo invertido que responde a la lógica del simulacro. A saber: realizar copias de algo de lo que no se guarda original ninguno.
Lo arcaico del film de Melville (en cuanto a la política de autores y a la realización política de las películas) no ha impedido que éste se haga un lugar en el canon de la cinematografía posmoderna. Y si bien Melville era reacio a admitir la influencia bressoniana en su película (cuando es evidente su parecido con “Pickpocket”), no así han hecho los herederos de este conspicuo y gélido samurai. Descendientes como John Woo o Quentin Tarantino, que tenían un poster de Alain Dellon en su cuarto adolescente. O, más modernos aún, que recogen su estética de la desaparición y el vacío, ya fuera de cualquier género codificado, como pueden ser Allan Clarke, Gus Van Sant, Tsai Ming-liang, Lisandro Alonso o Bruno Dumont. Pero ésa es otra historia, la de la comunidad inconfesable (la comunidad de los sin comunidad) y la de las espumas.
Una Forma pensada y fría y muerta, no una Forma que piensa, viva y caliente. “El arte es como el incendio, nace de lo que él quema”, por última vez, JLG.
¿Forma Caliente? Resolución del palíndromo (forma que piensa): En la noche giramos, y en el fuego nos consumimos.
En la primera mitad del film, casi con exactitud matemática, se nos presentan ambos antagonistas. Cada uno de los bloques se finiquita con una frase-lápida que, en su reunión, nos ayuda a conocer al Personaje (la suma de los dos): “No pierdo jamás / No pienso jamás”. El amanerado (en resonancia con las maneras de Melvilla) Alain Dellon y el eficiente policía son dos caras de un mismo rostro: el del Capital Encarnado. Ambos actúan de forma automática y sistémica, por inercia y de forma irreflexiva. Sin emoción y sin sangre: un Cuerpo sin órganos.
Forma pensada y huera que, en su reiteración, sólo remite a sí misma de manera inane. El único plano “real” es el primero, en el que la cámara, tras la inserción de los títulos de crédito, observa fumar a Dellon, y se mueve ostentosamente. Este desencuadre visible que nos anuncia que todo lo que veremos a continuación está “controlado”, es lo único verdadero en el film, junto con las llegadas y salidas del coche al/del taller donde el propio J.P. Melville le cambia la matrícula, al comienzo y al final del film. El resto, un espectáculo, representación de un mundo invertido que responde a la lógica del simulacro. A saber: realizar copias de algo de lo que no se guarda original ninguno.
Lo arcaico del film de Melville (en cuanto a la política de autores y a la realización política de las películas) no ha impedido que éste se haga un lugar en el canon de la cinematografía posmoderna. Y si bien Melville era reacio a admitir la influencia bressoniana en su película (cuando es evidente su parecido con “Pickpocket”), no así han hecho los herederos de este conspicuo y gélido samurai. Descendientes como John Woo o Quentin Tarantino, que tenían un poster de Alain Dellon en su cuarto adolescente. O, más modernos aún, que recogen su estética de la desaparición y el vacío, ya fuera de cualquier género codificado, como pueden ser Allan Clarke, Gus Van Sant, Tsai Ming-liang, Lisandro Alonso o Bruno Dumont. Pero ésa es otra historia, la de la comunidad inconfesable (la comunidad de los sin comunidad) y la de las espumas.
Una Forma pensada y fría y muerta, no una Forma que piensa, viva y caliente. “El arte es como el incendio, nace de lo que él quema”, por última vez, JLG.
¿Forma Caliente? Resolución del palíndromo (forma que piensa): En la noche giramos, y en el fuego nos consumimos.