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Voto de Cinema Fulgor:
7
5,9
906
Ciencia ficción
Unos aliens invisibles llegan a la Tierra en una pequeña nave espacial en busca de heroína. Los extraterrestres aterrizan en la azotea de un apartamento de Nueva York habitado por una traficante de drogas y su amante, una modelo andrógina, bisexual y ninfómana. (FILMAFFINITY)
3 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película fue estrenada en 1982. Entonces la heroína, el cielo líquido, fluía por las venas de jóvenes de todos los países y clases sociales. Muchos murieron o se convirtieron el piltrafas humanas esclavizadas por su dependencia.
Margaret, joven modelo andrógina, que, gracias a la interesada intervención de un lisérgico alienígena, provoca la muerte de los hombres y mujeres que alcanzan el orgasmo cuando tienen una relación sexual, o, mejor dicho, cuando usan su cuerpo para satisfacerse, parece una metáfora de aquella realidad. Ella es la heroína.
Todo ello en un universo de vacío moral y de desengaño ante una multitud de mentiras y de promesas incumplidas. El desengaño nace cuando se comprueba, se vive, que la realidad es muy diferente de la que se nos vende. Como en el infierno de Dante, cualquier esperanza ha desaparecido. Adrian la camella que es compañera de Margaret, lo deja claro en esa declaración de principios que pronuncia a ritmo de rap ante el cadáver del Owen, el antiguo profesor de Margaret y viejo idealista hippy: al contrario que éste, ella sabe que irá de infierno a infierno:..”.Vivo en un laberinto de hormigón, piedras y cristal duros como mi corazón...sin ilusiones románticas de cambiar el mundo no me miento a mí misma con que el amor puede curar porque sé que estoy sola…”.
Estética punk y psicodélica, montaje abrupto , efectos especiales de barraca de feria e interpretaciones coherentes con el planteamiento de esta rara avis. Solo en parte la realidad social ha cambiado cuarenta años después y por ello la película sigue estando viva y sigue siendo moderna y válida como representación poética de la sociedad, también de la actual. Sigo en modo spoiler
Margaret, joven modelo andrógina, que, gracias a la interesada intervención de un lisérgico alienígena, provoca la muerte de los hombres y mujeres que alcanzan el orgasmo cuando tienen una relación sexual, o, mejor dicho, cuando usan su cuerpo para satisfacerse, parece una metáfora de aquella realidad. Ella es la heroína.
Todo ello en un universo de vacío moral y de desengaño ante una multitud de mentiras y de promesas incumplidas. El desengaño nace cuando se comprueba, se vive, que la realidad es muy diferente de la que se nos vende. Como en el infierno de Dante, cualquier esperanza ha desaparecido. Adrian la camella que es compañera de Margaret, lo deja claro en esa declaración de principios que pronuncia a ritmo de rap ante el cadáver del Owen, el antiguo profesor de Margaret y viejo idealista hippy: al contrario que éste, ella sabe que irá de infierno a infierno:..”.Vivo en un laberinto de hormigón, piedras y cristal duros como mi corazón...sin ilusiones románticas de cambiar el mundo no me miento a mí misma con que el amor puede curar porque sé que estoy sola…”.
Estética punk y psicodélica, montaje abrupto , efectos especiales de barraca de feria e interpretaciones coherentes con el planteamiento de esta rara avis. Solo en parte la realidad social ha cambiado cuarenta años después y por ello la película sigue estando viva y sigue siendo moderna y válida como representación poética de la sociedad, también de la actual. Sigo en modo spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Una máscara preside el apartamento de Adrian y Margaret. Es la primera imagen que vemos en la película. En ella Adrian guarda la heroína con la que trafica. Creo que la máscara, que es tanto para no ser vista como para no ver, representa la voluntad de no sentir una vida real insoportable e irremediable. Esta voluntad inspira la aparente extravagancia de los personajes y de la misma película. Parece que no hay otra escapatoria que dejar de pensar y de sentir, que dejar de vivir la vida real y refugiarse en el espectáculo morboso (la durísima escena del do it, do it, tan parecido el coro a los espectadores de telebasura ante caricatos que arrastran ostentosamente su dignidad y su intimidad), en la moda, como máscara que protege del exterior a los jóvenes narcisistas, en la droga, encomendándose a esa escala de Jacob con forma de jeringuilla, que es el edificio del Empire State, que lleva de las alcantarillas al cielo (líquido), y en el sexo, mientras que la música, o se reduce a un ritmo repetitivo que los jóvenes bailan como derviches en busca de la inconsciencia, o deforma melodías conocidas (Marin Marais, por ejemplo, en los créditos finales y cuando aparecen imágenes de la vida real representada por el tráfico de Nueva York) por medio de un sintetizador (del mismo modo que lo hizo Wendy Carlos para La naranja mecánica, estrenada once años antes), como expresión de esta voluntad de deformación de la percepción de la realidad. No ver, no sentir, no pensar, deformar la apariencia de una realidad absurda. Es significativo que la muerte de las víctimas se produce por medio de un ataque al cerebro (ese cristal con forma de puñal que aparece clavado en la cerviz).
En una escena memorable, a los sones deformados por el sintetizador del Laurel Waltz, música que entiendo que en la película representa el sueño americano, Margaret (“soy de Connecticut”) apaga las luces de neón y tira por los suelos la lámpara del fotógrafo para enfrentarse a la verdad, Se sienta entonces ante el espejo y comienza a maquillarse con las luces apagadas, de forma que, con un fondo tenebrista, sólo se ve de ella el maquillaje que poco a poco va cubriendo su rostro invisible. Mientras, relata ante sus visitantes las expectativas generadas en su infancia y su adolescencia y su rápido desengaño de todas ellas. Margaret, consciente de su capacidad para matar, se pinta como un indio se adorna con pintura para matar en la guerra. De este modo conocemos la mentira a través de la imagen y la verdad a través de la palabra de quien nos dice su verdad, que no es sino el conjunto de mentiras que le han contado, mientras se prepara para el engaño.
En una escena memorable, a los sones deformados por el sintetizador del Laurel Waltz, música que entiendo que en la película representa el sueño americano, Margaret (“soy de Connecticut”) apaga las luces de neón y tira por los suelos la lámpara del fotógrafo para enfrentarse a la verdad, Se sienta entonces ante el espejo y comienza a maquillarse con las luces apagadas, de forma que, con un fondo tenebrista, sólo se ve de ella el maquillaje que poco a poco va cubriendo su rostro invisible. Mientras, relata ante sus visitantes las expectativas generadas en su infancia y su adolescencia y su rápido desengaño de todas ellas. Margaret, consciente de su capacidad para matar, se pinta como un indio se adorna con pintura para matar en la guerra. De este modo conocemos la mentira a través de la imagen y la verdad a través de la palabra de quien nos dice su verdad, que no es sino el conjunto de mentiras que le han contado, mientras se prepara para el engaño.