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Voto de Cinema Fulgor:
10
8,1
28.562
Drama. Bélico
En el Japón medieval, el poderoso señor Hidetora decide abdicar y repartir sus dominios entre sus tres hijos. El menor considera que la idea es absurda y sólo servirá para causar problemas. Su padre, enfurecido, lo deshereda. Muy pronto descubrirá su error: la ambición hará que sus hijos mayores se enfrenten por el poder en una cruenta guerra. Se inspira en el drama de Shakespeare "El rey Lear". (FILMAFFINITY)
18 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Hermoso y blanco el huevo de la serpiente. Sucio y gris el huevo del gorrión. El gorrión decidió empollar el huevo blanco. El huevo se rompe y sale una serpiente. La serpiente devora al pájaro. ¡Pájaro estúpido!”
Un anciano señor feudal, que ha sido un sanguinario durante toda su vida, un auténtico jinete del apocalipsis, cuando cree que ha pacificado su feudo porque ha aplastado a sus enemigos, decide retirarse y repartir su señorío entre sus hijos, de quienes espera una convivencia pacífica, porque el mundo que necesita su ancianidad debe tener pocos sobresaltos. Desde el primer momento comprobará que las cosas no habrán de resultar como él, llevado por un ciego orgullo, había creído. La ancianidad no trae consigo la sabiduría, nos viene a decir el anciano Akira Kurosawa. El orgullo es más fuerte que la experiencia y uno ha de pagar más tarde o más temprano por todo el mal que ha causado. Si él ha sido ambicioso y cruel, la ambición de sus hijos habrá de ser más fuerte que el respeto a su padre, a quien acabarán humillando y tratando con crueldad, una vez privado de poder material por su voluntaria, optimista y negligente renuncia. El poder no solo corrompe, sino que también ciega y el bien no puede edificarse sobre el mal.
Alrededor de esta historia, inspirada solo en parte en El Rey Lear, y a sus setenta y cinco años, Kurosawa, como en cada una de sus películas, se reinventa a sí mismo de nuevo, hace una obra de arte y aporta todo un rosario de novedades, cuidando, en esta superproducción, como si fuese una película intimista, de cada detalle. El resultado es un prodigio y un regalo, considerado por el propio Kurosawa como la mejor de sus películas.
Todo encaja, todo armoniza. La belleza de las imágenes, a veces muy duras, la exquisita elección del vestuario y del atrezzo, la fuerza del guión, la grandeza de los personajes, en sus bondades y en sus maldades, en sus miedos y en sus valores. El tiempo es algo muy subjetivo. Un spot publicitario de menos de un minuto puede hacerse eterno y una película de más de dos horas y media puede pasar en un suspiro. Por otra parte el bufón Kyoami, inspirado también en el de El rey Lear, es esencial, tanto como válvula de escape, que libera tensiones, como en su función de pequeño orificio de entrada a la luz de la verdad, y aun de las reflexiones que los acontecimientos van provocando, y la escena en la que se plantea abandonar al anciano es soberbia
Un anciano señor feudal, que ha sido un sanguinario durante toda su vida, un auténtico jinete del apocalipsis, cuando cree que ha pacificado su feudo porque ha aplastado a sus enemigos, decide retirarse y repartir su señorío entre sus hijos, de quienes espera una convivencia pacífica, porque el mundo que necesita su ancianidad debe tener pocos sobresaltos. Desde el primer momento comprobará que las cosas no habrán de resultar como él, llevado por un ciego orgullo, había creído. La ancianidad no trae consigo la sabiduría, nos viene a decir el anciano Akira Kurosawa. El orgullo es más fuerte que la experiencia y uno ha de pagar más tarde o más temprano por todo el mal que ha causado. Si él ha sido ambicioso y cruel, la ambición de sus hijos habrá de ser más fuerte que el respeto a su padre, a quien acabarán humillando y tratando con crueldad, una vez privado de poder material por su voluntaria, optimista y negligente renuncia. El poder no solo corrompe, sino que también ciega y el bien no puede edificarse sobre el mal.
Alrededor de esta historia, inspirada solo en parte en El Rey Lear, y a sus setenta y cinco años, Kurosawa, como en cada una de sus películas, se reinventa a sí mismo de nuevo, hace una obra de arte y aporta todo un rosario de novedades, cuidando, en esta superproducción, como si fuese una película intimista, de cada detalle. El resultado es un prodigio y un regalo, considerado por el propio Kurosawa como la mejor de sus películas.
Todo encaja, todo armoniza. La belleza de las imágenes, a veces muy duras, la exquisita elección del vestuario y del atrezzo, la fuerza del guión, la grandeza de los personajes, en sus bondades y en sus maldades, en sus miedos y en sus valores. El tiempo es algo muy subjetivo. Un spot publicitario de menos de un minuto puede hacerse eterno y una película de más de dos horas y media puede pasar en un suspiro. Por otra parte el bufón Kyoami, inspirado también en el de El rey Lear, es esencial, tanto como válvula de escape, que libera tensiones, como en su función de pequeño orificio de entrada a la luz de la verdad, y aun de las reflexiones que los acontecimientos van provocando, y la escena en la que se plantea abandonar al anciano es soberbia
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La transformación del anciano, que pasa de ser poderoso y temible a convertirse en un guiñapo harapiento, que inspira hasta lástima, a pesar de su pasado, proceso en el que Kurosawa no nos ahorra detalles, justifica que nos podamos sentir irritados por la evolución de su apariencia, pero es lo que quiere que sintamos el maestro, porque, a pesar de la belleza de cada imagen, no hemos venido a ver postales en movimiento, sino a apurar la historia de Hidetora hasta sus últimas consecuencias.
Para la memoria del arte del cine la batalla del tercer castillo. La eliminación del sonido de fondo, sustituído solo por una música, que inspira dolor y estupefacción ante esos “desastres de la guerra”, da a las imágenes una fuerza hipnótica. Impresionante el momento del doble suicidio de las concubinas. Para culminar, la salida de Hidetora, a un tiempo señor, vagabundo y loco, con el fondo del castillo en llamas, imagen de la vida que deja tras de sí. Les sugiero que, si pueden, paren ahí un momento la imagen.
Otro momento para el recuerdo es la escena de la cabeza, con su juego de miradas y el alegato de Kurogane (“hay muchas zorras por aquí…”) y, ya que hablamos de la cuñada, el sublime momento en que alza el puñal contra el verdugo de su esposo. O la tenebrista escena del refugio del hermano ciego de Sué, o la oración de ésta al atardecer….
O cuando el bufón, de nuevo el bufón, increpa a los dioses-”¿Tanto os aburrís por ahí arriba, que nos matáis como en un juego?
-Son ellos quienes lloran por la idiotez de los hombres, que creen sobrevivir matándose sin fin...Los hombres buscan el dolor. Prefieren el sufrimiento a la paz”
La música de la película es una maravilla siempre (Toru Takemitsu es uno de los genios de la música del siglo XX); no obstante me queda la duda, que dejo para quien entienda de estos temas, de si puede considerarse como plagio la impresionante marcha que acompaña al cortejo fúnebre, de la que abre el tercer movimiento de la primera sinfonía de Gustav Mahler; en cualquier caso este cortejo que marcha bajo las ruinas del castillo arrasado por la ferocidad de Hidetora es sencillamente sublime, en particular con esa música.
El final es bellísimo y duro y pone digno punto final a esta obra maestra del cine y del arte en general.
Para la memoria del arte del cine la batalla del tercer castillo. La eliminación del sonido de fondo, sustituído solo por una música, que inspira dolor y estupefacción ante esos “desastres de la guerra”, da a las imágenes una fuerza hipnótica. Impresionante el momento del doble suicidio de las concubinas. Para culminar, la salida de Hidetora, a un tiempo señor, vagabundo y loco, con el fondo del castillo en llamas, imagen de la vida que deja tras de sí. Les sugiero que, si pueden, paren ahí un momento la imagen.
Otro momento para el recuerdo es la escena de la cabeza, con su juego de miradas y el alegato de Kurogane (“hay muchas zorras por aquí…”) y, ya que hablamos de la cuñada, el sublime momento en que alza el puñal contra el verdugo de su esposo. O la tenebrista escena del refugio del hermano ciego de Sué, o la oración de ésta al atardecer….
O cuando el bufón, de nuevo el bufón, increpa a los dioses-”¿Tanto os aburrís por ahí arriba, que nos matáis como en un juego?
-Son ellos quienes lloran por la idiotez de los hombres, que creen sobrevivir matándose sin fin...Los hombres buscan el dolor. Prefieren el sufrimiento a la paz”
La música de la película es una maravilla siempre (Toru Takemitsu es uno de los genios de la música del siglo XX); no obstante me queda la duda, que dejo para quien entienda de estos temas, de si puede considerarse como plagio la impresionante marcha que acompaña al cortejo fúnebre, de la que abre el tercer movimiento de la primera sinfonía de Gustav Mahler; en cualquier caso este cortejo que marcha bajo las ruinas del castillo arrasado por la ferocidad de Hidetora es sencillamente sublime, en particular con esa música.
El final es bellísimo y duro y pone digno punto final a esta obra maestra del cine y del arte en general.