F.W. Murnau, el gran maestro del expresionismo alemán nos relata a su manera la historia del Drácula de Bram Stoker. Realmente no nos importa si es más o menos fiel a la novela, la tensión que se genera a lo largo de toda la película con el personaje de Max Schreck es verdadero, esa angustia es palpable en el espectador. No hacen falta planos cortos ni música de ambiente, simplemente con la presencia de Nosferatu en la pantalla ya sobrecoge.

Alrededor de este personaje se entremezcla la historia de amor del matrimonio entre Hutter y Ellen. Un amor puro que se pone en peligro por Nosferatu, por el poder de las tinieblas, de la noche, incluso de la enfermedad que arrastra tras de sí. Realmente el personaje es tan siniestro que lleva consigo incluso a las ratas, la peste le persigue, arrasa con todo a su paso, dejando solamente muerte.

A partir de esta película se han generado las demás hechas posteriormente, todas las películas de terror posteriores han bebido de ella; además los directores se han visto influenciados por Murnau, los estereotipos que generó Nosferatu han quedado marcados a fuego en los subconscientes de la gente y creo que ese es el legado más importante para definir esta película. Un hito del séptimo arte.