Bella película con bellos personajes y ese encanto del cine japonés en el que no pasa nada realmente importante. Acaba la película y no sabes muy bien si ha tenido un desenlace o simplemente has estado viviendo un trozo de la existencia de estas almas en pena, cada una con su problema.
El coche, ese magnífico y limpísimo Saab 900 rojo, es un personaje más de la película, con una fea belleza y que dan ganas de utilizar para recorrer la geografía nipona por las carreteras menos turísticas habidas.
Me gusta el cine japonés, no parece aportar nada pero te deja un remanso de paz y belleza. Una sincronía y un paralelismo y orden que te hace ver una vida diferente, tranquila y pausada.

No sabría decir como acabó la película, quizás tampoco importe.