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España España · malaga
Voto de alcaide:
6
Comedia La noche del 2 de marzo de 1953 murió un hombre. Ese hombre es Josef Stalin, dictador, tirano, carnicero y Secretario General de la URSS. Y si juegas tus cartas bien, el puesto ahora puede ser tuyo. Una sátira sobre los días previos al funeral del padre de la nación. Dos jornadas de duras peleas por el poder absoluto a través de manipulaciones, lujurias y traiciones.
9 de marzo de 2018
5 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los primeros días de marzo de 1953, fallecía Josef Stalin, Presidente del Consejo de Ministros de la URSS, Secretario General del Partido Comunista, y uno de los mayores tiranos que ha conocido la historia contemporánea, pese a que muchos aún le contemplen, quizá de de una forma tan romántica como errónea, como un líder capaz, con el paso del tiempo de van conociendo más detalles de su legado de terror, ocultos bajo la sombra de la censura soviética durante décadas, y que deja episodios tan espeluznantes, como el asesinato de algo más de 20.000 oficiales del ejercito polaco en el bosque de Katyn, en los albores de la II Guerra Mundial.

No resulta nada fácil contar hechos históricos, sobre todo cuando, y como se suele decir, la realidad supera con creces a la ficción, seguramente por eso, y tras asimilar el cómic de Fabien Nury, el realizador británico Armando Iannucci ha decidido abrazar la sátira como motor expositivo de una historia, que como bien indica su título, se centra en los días previos y posteriores a la muerte del dictador de origen georgiano.

Resulta imposible obviar, la relación que une esta Muerte de Stalin tiene con aquel Teléfono Rojo, que el maestro Stanley Kubrick descolgó en 1964, más por la forma que por el contenido, en un estilo de comedia complejo y depurado, que requiere cierta complicidad e interés, por parte de aquel espectador acostumbrado a productos de corte más bien convencional.

Parte de ese esfuerzo, será necesario para entrar de lleno en el film de Iannucci, su tablero se plantea con un notable exceso de personajes, un estilo cáustico en la narración, y cierto nivel de excentricidad, que por otra parte, son señas reconocibles del género al que se adscribe.

Tampoco viene mal conocer algunos de los personajes y parte de los historia que se narra, seguramente, los nombres de Vyacheslav Mólotov y Georgy Malenkov nos resultan más ajenos, pero forman parte de esa camada de lobos con piel de cordero, de entre los que destaca la lucha encarnizada que se produjo entre Lavrenti Beria y Nikita Khrushchev, que surgieron en dicho punto de inflexión, con el cadáver del dictador aún caliente, provocando un nuevo amanecer rojo, caracterizado por un acelerado proceso de desestalinización de la URSS.

Un trabajo coral, que puede presumir de contar con un reparto comprometido, protagonizado por un Steve Buscemi, que sin parecerse nada a Nikita Khrushchev, se las apaña para hacer suyo el personaje, bien acompañado por secundarios talentosos como Michael Palin, Simon Beale, o Jeffrey Tambor, todos ellos dotados con un físico ideal, para la caricaturización de esos hombrecillos tan ridículos y ebrios de poder.

Finalmente, es bastante probable que 'La Muerte de Stalin' pase algo desapercibida, absorbida por ese engranaje algo idiotizado que domina el universo cinematográfico, no se trata en ningún caso de un film memorable, pero resulta loable su empeño por resultar diferente, sabe manejar con habilidad su modesta economía, y deja detalles tan interesantes como ese último plano, en el que Leonidas Brézhnev observa a Khrushchev de manera sibilina, ambicionando un cargo de Secretario General que finalmente acabaría por ser suyo, algo que deja bastante claro la inexistente catadura moral de unos individuos, que dirigieron el destino del pueblo ruso y sus satélites limítrofes durante décadas.




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alcaide
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