Comentan algunas crónicas de la época, que la noche antes en la que John F. Kennedy, el presidente modelo, fuera asesinado en Dallas, los miembros de su servicio secreto andaban distraídos en una inoportuna fiesta, regada con alcohol y chicas de compañía, hecho que seguramente, no sirvió para preparar una mejor estrategia de seguridad, que quizá, hubiera servido para evitar el magnicidio.

Con un exceso de euforia similar, y sabedor de su importancia capital para el cine de superhéroes, tal y como hoy lo conocemos, el norteamericano Bryan Singer parece haber cometido ese error fatal de hedonismo, provocado por el éxito de un producto tan contundente como eran aquellos Días del Futuro Pasado, candidata a ser elegida, con todo merecimiento, como una de las películas mejor realizadas, en este cada vez más omnipresente universo de fantasía.

La salida del proyecto de Matthew Vaughn, el verdadero motor de esta segunda trilogía, comenzada en 2011 con la muy estimable Primera Generación, parece haber afectado a la calidad formal de un trabajo, que presenta evidentes signos de agotamiento narrativo, e incluso visual, expresado todo ello en un montaje bastante caótico, que no encuentra ese consistente punto de equilibrio alcanzado en las anteriores entregas.

A Singer le falta el entusiasmo de Vaughn para convertir Apocalipsis en un trabajo Pulp, el sentido del humor brilla por su ausencia, a pesar de los pretendidos momentos de gracia, entregados a la suerte de unos personajes más bien planos, que fracasan en hacer creíble esa mirada retro hacia la década de los ochenta, algo que indudablemente, hubiera requerido de un mayor encanto y consistencia, más allá de las cuatro lineas de diálogo insertadas con calzador, para contentar a esa generación, ya algo entrada en años, a la que verdaderamente va destinado su mensaje.

Pese a todo lo dicho, también hay aspectos positivos que señalar, el arranque resulta realmente espectacular, el desarrollo posterior no decae, mostrando siempre ese saludable entretenimiento marca de la casa, y respecto a ese temor previo, generado por la figura del personaje que da nombre al film, que ciertamente, parece compartir una estética cercana a alguno de aquellos engendros trasnochados, surgidos de la televisiva serie Power Rangers, queda disipado gracias al carisma de un semidiós que refleja, de manera convincente, todo ese poder y maldad que siempre deben acompañar a un villano que se precie.

En los apartados técnicos, John Ottman mejora bastante su registro, en esa doble faceta como editor y encargado de la banda sonora, con un enfoque musical meritorio y reconocible, muy en la linea de su acostumbrada aportación para la saga, desde que se hiciera cargo del producto a principios del nuevo milenio.

Finalmente, este más que evidente fin de ciclo, cierra uno o varios capítulos personales en tan deseado collage mutante, sobre los jóvenes hombros de actores como Tye Sheridan o Sophie Turner, parece descansar el futuro de una franquicia, para la que es más que seguro que Marvel y Fox ya tienen bastantes planes a corto y largo plazo.

Bastará con seguir atentos a su sintonía.



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