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Voto de Benze:
8
2011
David Benioff (Creador), D.B. Weiss (Creador) ...
8,5
114.223
Serie de TV. Aventuras. Drama. Fantástico. Acción. Intriga
Serie de TV (2011-2019). 8 temporadas. 73 episodios. La historia se desarrolla en un mundo ficticio de carácter medieval donde hay Siete Reinos. Hay tres líneas argumentales principales: la crónica de la guerra civil dinástica por el control de Poniente entre varias familias nobles que aspiran al Trono de Hierro; la creciente amenaza de "los otros", seres desconocidos que viven al otro lado de un inmenso muro de hielo que protege el ... [+]
5 de junio de 2019
37 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
A las últimas temporadas de GOT les ha pasado como al final de otras sagas: han dividido a los seguidores. Aun así, parece haber consenso sobre que la serie había bajado de calidad. Pero es necesario colocar todo lo que sabemos en un contexto para entender en qué ha fallado la serie estas últimas temporadas. No se trata de enfadarse como los de la petición de change.org, sino de criticar y valorar.
Las primeras temporadas contaron no solo con los libros de base, sino con la implicación George RR Martin en el guión y en la producción. Al principio era evidente que los creadores no sabían muy bien cómo iba a funcionar y el show no contó con un gran presupuesto, descartando la espectacularidad gráfica y centrándose en contar una buena historia.
Acertaron de lleno, con un guión que apenas mostraba fisuras y con el cual cada personaje, cada conversación, cada plano y cada composición cumplía su función. Nada sobraba. Todo ello, unido a una trama política compleja y realista que se inspira en la historia medieval británica y en la guerra de las dos rosas, que enfrentó a dos casas.
Si no era suficiente con el respeto a la obra original y con un gran guión, también había giros inesperados. Pero bien construidos y cimentados, que hacían pensar que ningún bando estaba a salvo. Fue también lo que terminó de encandilar a crítica y público, no solamente la posibilidad de empatizar con los personajes y sentirse representado por sus experiencias y su evolución.
La paradoja es que esto también es lo que ha estropeado la serie, pues ha acabado siendo un recurso imprescindible y más importante que el sentido de los hechos que se narraban. Conseguir la sorpresa del espectador ha acabado rebasando como prioridad a la verosimilitud del relato. Se ha interpretado mal lo que funcionó en un inicio.
De las conspiraciones en los pasillos pasamos a las conversaciones multitudinarias. De los diálogos inteligentes a las conversaciones refritas. De la astucia de algunos personajes a la ingenuidad de los mismos. De los matices al blanco y el negro. De las sorpresas bien construidas a las sorpresas por conveniencia del guión. De las batallas humildes y certeras también pasamos a la espectacularidad y los efectos especiales. De la trama política adulta a las soluciones rápidas y fáciles. De las traiciones fuera de cámara a las traiciones escupidas a la cara. De dejar que hable la imagen a encomendar ese papel a conversaciones superfluas y sin sustancia.
Hubo escenas que no habíamos leído en los libros. Otras, viceversa. Incluso hubo modificaciones en las decisiones y los actos de ciertos personajes. Pero la serie marchaba bien, quizá porque estaba Martin en el proyecto o porque los showrunners sí adaptaron bien al principio. Lo cierto es que la serie entendía a sus personajes y respetaba la esencia de la obra original.
Ya en el final de la temporada 4 hubo errores de guión, tal vez por el distanciamiento de Martin de la ficción televisiva. Entonces Benioff y Weiss se quedaron solos ante el peligro. Pero fue solo un preludio de lo que vendría. Cuando tocaba adaptar el cuarto y el quinto libro para la temporada 5, los showrunners decidieron desechar muchas tramas y personajes de la obra original para encaminar la historia a su final.
Dorne, las Islas del Hierro, Mance Rayder, Barristan Selmy, los Tyrrel, Lady Corazón de Piedra (Catelyn Stark), el Pez Negro, la Hermandad sin Estandartes, el destino de Brienne, el viaje de Tyrion, el valonqar, la teoría de las 3 cabezas del dragón, el príncipe prometido… Todo desechado o radicalmente cambiado. La decadencia se había instalado con dos temporadas irregulares que aún mantenían la serie con cierta dignidad y reminiscencias de lo que fue. Pero aún quedaba lo peor.
Todo se agravó a partir de la temporada 7. Si ya en la sexta la trama avanzó atropellada, con suma rapidez, tal situación se acrecentó en los 13 capítulos finales. Ciertos personajes y tramas les sobraban para desarrollar el final que se habían marcado. Por ello vimos cómo borraban del mapa familias enteras, separándose del quinto libro de forma definitiva.
Resulta obvio que la conclusión merecía de más desarrollo y, por ende, de más capítulos. ‘Juego de Tronos’ ha pagado el precio de querer terminar rápido su historia. Una trama que ha tenido dos ritmos: uno calmado, en el que las tramas maduraban poco a poco; y otro precipitado, lastrado por el cansancio de los showrunners en el proyecto.
Llegados a este punto, cabe preguntarse si todo lo que nos contaron durante 8 temporadas ha sido para nada. ¿Ha merecido la pena realmente la serie? ¿Cómo es posible que hayan quedado tantas incógnitas tras el final? ¿Cuántas tramas hay en las últimas dos temporadas que no se adhieren a la verosimilitud? Donde había un cómo y un porqué nítidos acabó imperando lo inexplicable y la regla del “todo vale”. Claro, es que “es fantasía, ¿qué te esperabas?"
Menos mal que la serie ha vuelto a contar en esta última temporada con buenos directores como Miguel Sapochnik o David Nutter. Menos mal que Ramin Djawadi ha continuado componiendo una Banda Sonora extraordinaria. Menos mal que HBO ha invertido más que nunca en efectos especiales, sonoros y visuales. Menos mal que Lena Headey ha vuelto a interpretar fantásticamente a Cersei Lannister.
Menos mal, también, que actores tan inexpresivos como Kit Harington o Emilia Clarke han interpretado como nunca. Menos mal que la fotografía ha sido impecable. Menos mal que la decoración y el maquillaje han sido nuevamente fabulosos. Porque si no, nada tendríamos de esta temporada de calidad. Tampoco en las dos anteriores.
Los encargados de todos esos departamentos y de otros muchos pequeños detalles no tienen culpa de un guión desastroso. Únicamente a Benioff y Weiss les corresponde la culpa del mismo por su cansancio y sus ganas de terminar rápido y mal una obra que había logrado un gran reconocimiento.
Las primeras temporadas contaron no solo con los libros de base, sino con la implicación George RR Martin en el guión y en la producción. Al principio era evidente que los creadores no sabían muy bien cómo iba a funcionar y el show no contó con un gran presupuesto, descartando la espectacularidad gráfica y centrándose en contar una buena historia.
Acertaron de lleno, con un guión que apenas mostraba fisuras y con el cual cada personaje, cada conversación, cada plano y cada composición cumplía su función. Nada sobraba. Todo ello, unido a una trama política compleja y realista que se inspira en la historia medieval británica y en la guerra de las dos rosas, que enfrentó a dos casas.
Si no era suficiente con el respeto a la obra original y con un gran guión, también había giros inesperados. Pero bien construidos y cimentados, que hacían pensar que ningún bando estaba a salvo. Fue también lo que terminó de encandilar a crítica y público, no solamente la posibilidad de empatizar con los personajes y sentirse representado por sus experiencias y su evolución.
La paradoja es que esto también es lo que ha estropeado la serie, pues ha acabado siendo un recurso imprescindible y más importante que el sentido de los hechos que se narraban. Conseguir la sorpresa del espectador ha acabado rebasando como prioridad a la verosimilitud del relato. Se ha interpretado mal lo que funcionó en un inicio.
De las conspiraciones en los pasillos pasamos a las conversaciones multitudinarias. De los diálogos inteligentes a las conversaciones refritas. De la astucia de algunos personajes a la ingenuidad de los mismos. De los matices al blanco y el negro. De las sorpresas bien construidas a las sorpresas por conveniencia del guión. De las batallas humildes y certeras también pasamos a la espectacularidad y los efectos especiales. De la trama política adulta a las soluciones rápidas y fáciles. De las traiciones fuera de cámara a las traiciones escupidas a la cara. De dejar que hable la imagen a encomendar ese papel a conversaciones superfluas y sin sustancia.
Hubo escenas que no habíamos leído en los libros. Otras, viceversa. Incluso hubo modificaciones en las decisiones y los actos de ciertos personajes. Pero la serie marchaba bien, quizá porque estaba Martin en el proyecto o porque los showrunners sí adaptaron bien al principio. Lo cierto es que la serie entendía a sus personajes y respetaba la esencia de la obra original.
Ya en el final de la temporada 4 hubo errores de guión, tal vez por el distanciamiento de Martin de la ficción televisiva. Entonces Benioff y Weiss se quedaron solos ante el peligro. Pero fue solo un preludio de lo que vendría. Cuando tocaba adaptar el cuarto y el quinto libro para la temporada 5, los showrunners decidieron desechar muchas tramas y personajes de la obra original para encaminar la historia a su final.
Dorne, las Islas del Hierro, Mance Rayder, Barristan Selmy, los Tyrrel, Lady Corazón de Piedra (Catelyn Stark), el Pez Negro, la Hermandad sin Estandartes, el destino de Brienne, el viaje de Tyrion, el valonqar, la teoría de las 3 cabezas del dragón, el príncipe prometido… Todo desechado o radicalmente cambiado. La decadencia se había instalado con dos temporadas irregulares que aún mantenían la serie con cierta dignidad y reminiscencias de lo que fue. Pero aún quedaba lo peor.
Todo se agravó a partir de la temporada 7. Si ya en la sexta la trama avanzó atropellada, con suma rapidez, tal situación se acrecentó en los 13 capítulos finales. Ciertos personajes y tramas les sobraban para desarrollar el final que se habían marcado. Por ello vimos cómo borraban del mapa familias enteras, separándose del quinto libro de forma definitiva.
Resulta obvio que la conclusión merecía de más desarrollo y, por ende, de más capítulos. ‘Juego de Tronos’ ha pagado el precio de querer terminar rápido su historia. Una trama que ha tenido dos ritmos: uno calmado, en el que las tramas maduraban poco a poco; y otro precipitado, lastrado por el cansancio de los showrunners en el proyecto.
Llegados a este punto, cabe preguntarse si todo lo que nos contaron durante 8 temporadas ha sido para nada. ¿Ha merecido la pena realmente la serie? ¿Cómo es posible que hayan quedado tantas incógnitas tras el final? ¿Cuántas tramas hay en las últimas dos temporadas que no se adhieren a la verosimilitud? Donde había un cómo y un porqué nítidos acabó imperando lo inexplicable y la regla del “todo vale”. Claro, es que “es fantasía, ¿qué te esperabas?"
Menos mal que la serie ha vuelto a contar en esta última temporada con buenos directores como Miguel Sapochnik o David Nutter. Menos mal que Ramin Djawadi ha continuado componiendo una Banda Sonora extraordinaria. Menos mal que HBO ha invertido más que nunca en efectos especiales, sonoros y visuales. Menos mal que Lena Headey ha vuelto a interpretar fantásticamente a Cersei Lannister.
Menos mal, también, que actores tan inexpresivos como Kit Harington o Emilia Clarke han interpretado como nunca. Menos mal que la fotografía ha sido impecable. Menos mal que la decoración y el maquillaje han sido nuevamente fabulosos. Porque si no, nada tendríamos de esta temporada de calidad. Tampoco en las dos anteriores.
Los encargados de todos esos departamentos y de otros muchos pequeños detalles no tienen culpa de un guión desastroso. Únicamente a Benioff y Weiss les corresponde la culpa del mismo por su cansancio y sus ganas de terminar rápido y mal una obra que había logrado un gran reconocimiento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Por otro lado, están los personajes. Algunos han pasado rápidamente de ser inteligentes a ser usuales y estúpidos. Un ejemplo es Tyrion, que desde de la temporada 5 fue desposeído de la inteligencia que le caracterizaba. Ni rastro tampoco de sus matices, perdiendo la malicia contra sus enemigos. Lo mismo se puede decir de Varys.
A Jon Snow le han arrebatado también todos los matices. En temporadas anteriores tomó decisiones complicadas y no siempre fue recto y honesto (ya que habría supuesto su fin o el de sus compañeros). Al final, se ha vuelto un personaje vacuo, insustancial y títere.
Tampoco ha completado él mismo el objetivo de derrotar al Rey de la Noche. En su lugar, Arya fue quien lo hizo. Y lo hizo en la batalla de Winterfell, anunciada entre tambores como "la mayor batalla" en la historia de la ficción cinematográfica. Batalla que supuso un fin rápido de la amenaza bíblica de la que nos avisó la serie desde su comienzo.
Además, antes de la batalla, se había generado un absurdo conflicto entre él, que no deseaba la corona, y un personaje que sí quería gobernar. Esto fue acompañado de un sentimiento de rechazo romántico de Jon a Danny por el parentesco, algo insólito en época medieval, más aún si los personajes en cuestión no se han criado juntos.
También se ha doblegado a Daenerys, como si no pudiera pensar por sí mismo. Alguien podría pensar que el descubrimiento de sus orígenes podía hacerle reconsiderar, no solo su relación, sino también la rendición de la corona norteña, pero no. Y por último, se le ha negado el trono y se le ha exiliado al muro, tras 6 capítulos consecutivos recordándonos que es el heredero legítimo. Al menos hizo algo en el último episodio.
Luego está Jaime Lannister, que ha dado bandazos de honor y deshonor cuando les convenía a los showrunners para acabar en el mismo punto que cuando comenzó la serie. Ha acabado volviendo con Cersei, con la que tuvo una relación tóxica y que había ordenado su asesinato. Y además, se ha acostado previamente con Brienne para servir de buen fanservice, como Arya derrotando al Rey de la Noche.
Los Stark merecen mención aparte. Bran terminó la T7 como un ser todopoderoso. Y en ésta, cuando se esperaba mucho de él, no le han otorgado ningún papel relevante, salvo el de ser rey. Resulta curioso que esto último suceda contando con el beneplácito de la nobleza de Westeros, que también presencia la independencia del norte mientras Dorne y las Islas del Hierro no exigen lo mismo.
Todo eso por no hablar de lo repugnante que es justificar la evolución de Sansa en lo mucho que ha sufrido, como si no pudiera ser brillante sin el sufrimiento. Los showrunners se han olvidado de que el "Bran el tullido" no quería ser rey (de ahí la vergüenza ajena de su respuesta final) y de que Arya tenía una habilidad mágica. Pero al final, todo termina bien para ellos. Hay quien dice que esto no es un final feliz ni fanservice, pero a ellos y a Tyrion se les ha premiado a costa de otros.
Y qué decir del giro de Daenerys Targaryen, madre de muchos títulos. Un personaje que había evolucionado de Khaleesi a ser una digna aspirante al trono. Todo resultó ser en balde. Los guionistas han decidido que vuelva a ser la misma niña impulsiva del principio de la serie. Tanto crecer y evolucionar para acabar siendo una genocida sin razón ni lógica. Una parte del fandom aduce las presuntas pruebas que indicaban que su destino se tornaría trágico y que enloquecería.
Incoherente o no, el problema subyace en la construcción del guión y en el tiempo de desarrollo. Quizá Martin les transmitió a los guionistas que éste debía ser el destino de la madre de dragones, pero debieron desarrollarlo bien. Personajes como Jon Snow o Daenerys, que habían estado al margen de la trama política de los Siete Reinos, merecían estar involucrados en ella durante más tiempo.
A Jon Snow le han arrebatado también todos los matices. En temporadas anteriores tomó decisiones complicadas y no siempre fue recto y honesto (ya que habría supuesto su fin o el de sus compañeros). Al final, se ha vuelto un personaje vacuo, insustancial y títere.
Tampoco ha completado él mismo el objetivo de derrotar al Rey de la Noche. En su lugar, Arya fue quien lo hizo. Y lo hizo en la batalla de Winterfell, anunciada entre tambores como "la mayor batalla" en la historia de la ficción cinematográfica. Batalla que supuso un fin rápido de la amenaza bíblica de la que nos avisó la serie desde su comienzo.
Además, antes de la batalla, se había generado un absurdo conflicto entre él, que no deseaba la corona, y un personaje que sí quería gobernar. Esto fue acompañado de un sentimiento de rechazo romántico de Jon a Danny por el parentesco, algo insólito en época medieval, más aún si los personajes en cuestión no se han criado juntos.
También se ha doblegado a Daenerys, como si no pudiera pensar por sí mismo. Alguien podría pensar que el descubrimiento de sus orígenes podía hacerle reconsiderar, no solo su relación, sino también la rendición de la corona norteña, pero no. Y por último, se le ha negado el trono y se le ha exiliado al muro, tras 6 capítulos consecutivos recordándonos que es el heredero legítimo. Al menos hizo algo en el último episodio.
Luego está Jaime Lannister, que ha dado bandazos de honor y deshonor cuando les convenía a los showrunners para acabar en el mismo punto que cuando comenzó la serie. Ha acabado volviendo con Cersei, con la que tuvo una relación tóxica y que había ordenado su asesinato. Y además, se ha acostado previamente con Brienne para servir de buen fanservice, como Arya derrotando al Rey de la Noche.
Los Stark merecen mención aparte. Bran terminó la T7 como un ser todopoderoso. Y en ésta, cuando se esperaba mucho de él, no le han otorgado ningún papel relevante, salvo el de ser rey. Resulta curioso que esto último suceda contando con el beneplácito de la nobleza de Westeros, que también presencia la independencia del norte mientras Dorne y las Islas del Hierro no exigen lo mismo.
Todo eso por no hablar de lo repugnante que es justificar la evolución de Sansa en lo mucho que ha sufrido, como si no pudiera ser brillante sin el sufrimiento. Los showrunners se han olvidado de que el "Bran el tullido" no quería ser rey (de ahí la vergüenza ajena de su respuesta final) y de que Arya tenía una habilidad mágica. Pero al final, todo termina bien para ellos. Hay quien dice que esto no es un final feliz ni fanservice, pero a ellos y a Tyrion se les ha premiado a costa de otros.
Y qué decir del giro de Daenerys Targaryen, madre de muchos títulos. Un personaje que había evolucionado de Khaleesi a ser una digna aspirante al trono. Todo resultó ser en balde. Los guionistas han decidido que vuelva a ser la misma niña impulsiva del principio de la serie. Tanto crecer y evolucionar para acabar siendo una genocida sin razón ni lógica. Una parte del fandom aduce las presuntas pruebas que indicaban que su destino se tornaría trágico y que enloquecería.
Incoherente o no, el problema subyace en la construcción del guión y en el tiempo de desarrollo. Quizá Martin les transmitió a los guionistas que éste debía ser el destino de la madre de dragones, pero debieron desarrollarlo bien. Personajes como Jon Snow o Daenerys, que habían estado al margen de la trama política de los Siete Reinos, merecían estar involucrados en ella durante más tiempo.