Haneke vuelve a plantear sus perversos juegos 10 años después, cambiando sólo las caras a las protagonistas y sin modificar un ápice algo que ya funcionaba.

No voy a entrar a considerar la necesidad de un remake tan fiel al original, pero tampoco lo voy a considerar un fraude, simplemente considero que Haneke con este trabajo sólo juega un poco más con el espectador, queriendo, además de embolsarse el dinero de manera fácil, lanzar una nada sutil crítica contra la industria americana y su tendencia a enriquecerse a base de remakes de dudosa calidad de producciones extranjeras.

Haneke ha hecho lo que le han pedido, una adaptación con caras conocidas para el público americano de una muy buena película y la película sigue siendo tan buena como la original, de modo que poco hay que reprocharle.

Una vez dicho esto, no voy a entrar a analizar la película en profundidad, es la misma película que rodó hace 10 años, si te gustó esa, te gustará esta, siempre y cuando quieras volver a ver la misma película.

Una historia desasosegante filmada con una fotografía pulcra y precisa, ritmo que baila entre la lentitud justa y la lentitud exasperante, buenas interpretaciones, mejor atmósfera, guiños más o menos apropiados y simpáticos hacia el espectador, un hábil uso del fuera de cámara, o de cómo hacer una película implícitamente violenta, y un final crudo, seco y redondo, tan redondo que cierra el círculo.

En definitiva, la misma película que hace diez años, recibe menos nota porque a pesar de que lo hecho por Haneke no me disgusta, tampoco me parece justo otorgarle la misma nota a la copia que a la original, pero si no has visto la original es, sin duda alguna una película muy recomendable.