El genio más europeo del cine americano desembarca en la capital de la Europa Continental para contarnos una historia de amor, pero cuidado que se sale de los caminos habituales, primero no actúa solo dirige, la edad que no perdona y en algún momento debe dejar de ligarse a las mejores bellezas jóvenes de Hollywood. Y por otra parte más que una historia de amor de hombre/mujer es una historia de amor de Allen a varias de las principales figuras culturales del siglo XX europeas y norteamericanas. Sí, así es, sin anestesia.

La historia nos cuenta como un guionista norteamericano de viaje con su prometida y la familia de ella en París se traslada mágicamente cada noche al París de los años 20. Y por allí van a pulular todas las figuras culturales de la época, unas ya famosas, otras en camino de serlo, que forman parte de las referencias creativas del bueno de Allen. Y por medio pues aparece Marion Cotillard como una belleza cautivadora de los años 20, porque hay que crear algo de conflicto para que el protagonista se piense si merece la pena volver a un presente incierto o quedarse en ese pasado idealizado de nuevos amigos de la élite cultural y amores imposibles. Porque claro sin Marion en pantalla quizás 90 minutos en exclusiva desglosando las virtudes y viendo las caracterizaciones de Dalí, Hemingway y compañía lo mismo no funcionaba en taquilla Woody.

Y así pasa esta bella película, una agradable experiencia algo particular. No obstante, no es una película para todo el mundo, tampoco es necesario saberse vida y milagros de todas las figuras históricas del mundo del arte y las letras que aparecen, pero como ni te suenen los nombres estás muerto y fuera de la película. Seguidores de Woody Allen sin unos mínimos conocimientos culturales, si es que existen, abstenerse.