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España España · IvoDelgado.com
Voto de Criticoenserio:
8
Drama Todos tenemos una quimera, algo que deseamos hacer, tener, pero que nunca encontramos. Para la banda de 'tombaroli', los ladrones de antiguas tumbas y de yacimientos arqueológicos, la quimera es soñar con dejar de trabajar y hacerse ricos sin esfuerzo. Para Arthur, la quimera se parece a Benjamina, la mujer a la que perdió. Con tal de encontrarla, Arthur se enfrentará a lo invisible, indagará por todas partes, penetrará en la tierra, ... [+]
25 de abril de 2024
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"En el medio del camino de nuestra vida, me encontré en un bosque oscuro, pues había extraviado el camino recto.” (Canto I, Infierno)

La Divina comedia de Dante Alighieri es la gran obra de la literatura toscana, un viaje espiritual través de los reinos del infierno, Purgatorio y Paraíso en la que el poeta viaja en busca de su amada Beatriz.

Alice Rohrwacher, también toscana, aparte de cineasta ha estudiado arte clásico y ha creado esta nueva historia sobre un hombre que busca a su propia Beatriz, en este caso llamada Beniamina y que se le aparece en sus sueños mientras busca la conexión y la puerta de entrada entre el mundo terrenal y el plano metafísico.

"Abandonad toda esperanza, vosotros que entráis." (Inscripción sobre la puerta del Infierno)

Esta búsqueda la directora la enclava en el poder de los objetos, impasibles durante siglos en tumbas arqueológicas de los objetos con los que a los muertos se les enterraba para que les acompañaran en la próxima vida. Los objetos que hacen ese enlace entre los dos mundos por el que nuestro protagonista también quiere navegar. Un plano de realismo mágico, de realidad onírica, de sentimientos. Una búsqueda por una belleza “no apta para los ojos humanos”

Esta película crece entre las grietas, como la hierba y el musgo que sale entre cada baldosa, entre las rendijas de la casa de Rosellini que se niega a modernizarse. Entre las vías de la estación abandonada donde ya no hay tránsito.

“Aquel que me llevó al conocimiento supremo, me dijo que el amor era el motor que hacía mover el cielo y las estrellas." (Canto XXXIII, Paraíso)

El “argumento” (muy entrecomillado) sigue a un inglés recién salido de la cárcel que regresa a un pueblo rural italiano donde malvive literalmente en los márgenes de la sociedad. Un inglés que se presenta en un traje, que parece más sofisticado que el resto de gente con los que convive en ese tren en el que se despierta. Un tren en el que ya aparece una mujer cuyo perfil ya le recuerda a las representaciones clásicas etruscas. Ese traje que parece de aristócrata pero que paulatinamente vamos descubriendo lo mugriento que está.

En el destino le espera su antigua banda, un grupo de saqueadores de tumbas que utilizan su “Don” para sentir dónde se han enterrado reliquias históricas. El protagonista tiene una sensibilidad especial que le conecta con el siguiente plano.

En este pueblo también vive Flora, una señora en una casa destartalada a la que todos llaman Ma’am y que se encarga de dar clases de música a una estudiante llamada Italia a la que trata como una sirvienta. Sin embargo el protagonista arranca huyendo de lo terrenal y sumergiéndose en sus sueños.

Contar el argumento de la cinta es como no contarlo porque “La quimera” es ese tipo de película que llevas una hora dentro y no sabes muy bien qué es o de qué va. Es una cinta que mezcla el costumbrismo con el realismo mágico, que mezcla música clásica con temas pop, que mezcla personajes interesantes con otros que parece que se han dado un golpe al nacer y no han recuperado la cordura. La quimera a veces parece maravillosa, artística y cargada de cultura y otras muchas una mezcla de situaciones que no parecen tener ningún sentido.

Todo esto adornado con desfiles de bandas, momentos musicales, otros de slapstick con la velocidad acelerada, cambios de formato, de luz, ruptura de la cuarta pared… Una mezcla de elementos tanto antiguos como nuevos que hacen que te plantees en todo momento qué te quiere contar y que cueste sumergirse en la historia.

Sin embargo, hay un momento que hace un “clic” que conecta, que te arrastre en su sensibilidad, que te alimenta de su alma y su esencia y que ese esfuerzo primero por tratar de comprender qué sucede se vea recompensada, en gran parte por una interpretación central de Josh O’Connor realmente interesante que te hace entender según avanza el metraje que se va sintiendo más en paz con ese costumbrismo porque en realidad y como dice un personaje “solo busca un pasaje para la siguiente vida”

"La mayor tristeza es recordar los tiempos felices en la miseria.”

La Quimera no es sencilla, la vida nunca lo es, pero es terrenal, es onírica y lírica, es extraña, es imperfecta y recuerda a compatriotas toscanos como Paolo y Vittorio Taviani, especialmente la escena en la que la discusión de los tombaroli desciende a ruidos de animales.

Fellini, al que se recurre en muchas ocasiones, arrancó “La Dolce Vita” con el traslado de una cruz enorme en helicóptero sobre la moderna Roma. Aquí sentimos lo mismo con las ruinas de lo que fue la toscana, su arte y su costumbrismo y el mágico realismo de la cinta, el naturalismo de las interpretaciones, el rodaje a pie de campo en localizaciones al aire libre y las historias al borde de lo fantástico.

La Quimera es rica en alusiones y evocaciones y durante la cinta comprendes que no hay una línea clara de argumento sino un espíritu atascado entre los entramados de la vida. Que todos nos encontramos en esa maleza que crece entre las baldosas, en esa fealdad bella. A veces el cine es como la vida, no tiene sentido sino sentimiento y ahí es donde La Quimera encuentra su razón de existir.
Criticoenserio
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